Quienes han conducido vehículos diésel conocen sus virtudes. Un par motor abundante desde bajas revoluciones, una fiabilidad contrastada y un consumo contenido. Sí, desde pick-ups hasta furgonetas y SUV, los motores diésel han demostrado ser incansables, devoradores de kilómetros. Un conjunto de cualidades que, sobre el papel, no desentonarían demasiado con el espíritu rutero de una cruiser. Y, precisamente, de esto, se encargan en Axiom Diesel Cycles.
Sin embargo, al trasladar esa filosofía diésel al mundo de las dos ruedas, surgen varias limitaciones. Los motores diésel tienden a ser más pesados, menos refinados, giran a menos revoluciones y ofrecen potencias modestas en relación con su cilindrada.
A esto se suman las restricciones medioambientales, cada vez más exigentes y que dificultan la viabilidad de este tipo de propulsores en muchos países. Como todos sabemos y hemos visto a lo largo de los últimos años.
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Pero, como os estamos contando, y a pesar de todo, en Axiom ha decidido romper las normas. Y no lo ha hecho con una moto ligera o experimental, sino con sendas cruisers de gran tamaño, estética robusta y espíritu postapocalíptico.
Axiom Diesel Cycles Knight y Paladin
Así pues, Axiom propone dos variantes: la Knight, como opción de entrada, y la Paladin, como buque insignia. Ambas máquinas equipan el mismo propulsor, una mecánica turbodiésel de 3 cilindros, 1 litro de cilindrada y firmada por el especialista en propulsores industriales, Doosan. Eso sí, las cifras sorprenden: 24 “salvajes” caballos de potencia y 61 Nm de par. Por cierto, este “torrente” de fuerza es transmitido a la rueda trasera mediante una transmisión automática CVT.
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Para contextualizar, esa cifra de potencia es comparable a la de un scooter de 250 cc. Modelos de acceso como la Honda Rebel 500 o la Royal Enfield Classic 650 superan ampliamente ese rendimiento y cuentan con la mitad de cilindrada. Y, frente a cruisers de gran cilindrada como una Harley-Davidson o una Indian, las Axiom quedan a años luz en términos de prestaciones. Esto queda más que claro.
A su favor, el par motor es considerable, lo que permite una entrega suave y sostenida a bajas vueltas, muy adecuada para una conducción relajada. Sin embargo, obviamente no se trata de motos diseñadas para la velocidad.
Eso sí, en términos de diseño, las Axiom destacan por su apariencia radical. Su estética retro-futurista nos recuerda a una épica película de ciencia ficción. Sí, otra vez hablamos de Mad Max. Todo en ellas transmite personalidad: el bastidor tubular de acero, el sistema de escape de gran tamaño, la iluminación LED, los acabados de inspiración industrial y una presencia que no pasa desapercibida.
A nivel técnico, incorporan componentes de alta gama, como frenos Brembo, suspensión ajustable y neumáticos sobredimensionados. Cada unidad se fabrica a mano bajo pedido, lo que también se refleja en el precio: 49.500 dólares para la Knight (43.500 euros) y 54.500 dólares para la Paladin (cerca de 48.000 euros). Cifras que las sitúan por encima de muchas cruisers premium del mercado.
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Con cifras de rendimiento tan contenidas y precios tan elevados, queda claro que las motocicletas de Axiom no están pensadas para quienes buscan prestaciones. Son vehículos conceptuales, piezas únicas dirigidas a quienes valoran la exclusividad, la rareza y el desafío a las normas establecidas. No son una alternativa racional, sino una declaración estética y filosófica.
Desde la perspectiva de Axiom, el objetivo no es competir con cifras, sino ofrecer una visión alternativa, demostrar que hay espacio para otras formas de movilidad sobre dos ruedas, incluso si eso implica utilizar motores diésel industriales en un chasis de cruiser artesanal. Aun así, su mera presencia resulta estimulante.
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Las Axiom Knight y Paladin no pretenden ser las cruiser del futuro. Son más bien piezas de colección, ejercicios de ingeniería alternativa y vehículos con una elevada carga simbólica. ¿Tienen sentido desde el punto de vista práctico? Posiblemente no. Pero su existencia sirve para recordar que en la industria de las dos ruedas todavía existe margen para la locura, la osadía y la experimentación.
Y, aunque pocos estarían dispuestos a pagar el precio de una Harley-Davidson por una moto que rinde como un cortacésped, resulta inspirador saber que todavía hay quienes se atreven a desafiar lo establecido. Porque en un mundo cada vez más uniforme, ser diferente sigue teniendo valor.
