Desde que empezamos a ver los primeros prototipos de motos eléctricas hasta el día de hoy, hemos tenido claro que contaban con dos grandes ventajas respecto a las motos convencionales. Una era que no emitían gases contaminantes al funcionar y otra que eran silenciosas y, por tanto, conciliadoras con el entorno en el que se movían.
Obviamente tienen otras ventajas como la posibilidad de cargar en tu propia plaza de garaje y olvidarte de las gasolineras, un mantenimiento reducido, un precio de la energía por kilómetro recorrido moderado, et. Pero también algunos inconvenientes, especialmente en el punto de la autonomía o la recarga fuera de tu propia plaza.
Sin embargo, hay un punto que supone una gran ventaja para el usuario y del que no se suele hablar, y es que las motos eléctricas por norma general son mucho más manejables. Quizás te preguntes cómo una moto que es más pesada a sus equivalentes de combustión son más manejables o maniobrables. Pues se trata, simplemente, de tecnología.
Gracias a las características intrínsecas de los motores eléctricos, las motos eléctricas pueden equipar y equipan en su mayoría algo tan práctico y tan útil a la hora de aparcar como la marcha atrás. Ya no hay que empujar la moto si no se quiere, ya que se activa fácilmente.
Pero todavía hay más y es que ya estamos viendo cómo algunos modelos tienen la función “andar”, para poder hacer maniobras tanto para adelante como para atrás con nosotros subidos en la moto. Por ejemplo, en un camino estrecho, donde se puede con toda la comodidad del mundo, dar la vuelta de pie sin tener que esforzarse lo más mínimo. La gran ventaja de la maniobrabilidad y además adaptada para que no te veas sorprendido por una potencia exagerada que te meta en problemas.
Al final se trata de sacar todo el provecho a un tipo de motos que, sin lugar a dudas, van a llenar muchas ciudades y una manera de facilitar la vida a los usuarios. ¿Cuántas veces maniobrando con un poco de desnivel no te hubiera venido bien? ¡¡A nosotros unas cuantas!!
