Puede que estemos ante uno de los momentos de mayor contradicción en la historia reciente de la movilidad. Mientras que se intenta limitar el uso de vehículos movidos por combustible, las alternativas actuales no son económicas, eficientes, duraderas o ambas cosas. No hablamos simplemente de las opciones eléctricas, sino de todas las alternativas.
Y es que poner en marcha una nueva opción en la que el combustible queda a un lado, no parece viable a corto plazo, al igual que las otras alternativas generan dudas y problemas que ir afrontando que hasta el momento no habían tenido que ser afrontados.
Pero ¿qué pasaría si se pudieran seguir usando combustibles, pero estos fueran sostenibles, fueran realidad en realidad biocombustibles y además no dependieran de plantaciones sino que reaprovecharan desperdicios?

Pues detrás de esas premisas está la empresa británica Coryton que, con su biocombustible Sustain, busca hacerse un hueco solucionando no solamente problemas de emisión de CO2, sino otros de los problemas que, como decíamos, implican la adopción de nuevos combustibles.
Por poner un ejemplo, a diferencia de los e-fuels, que extraen CO2 de la atmosfera y lo mezclan con hidrógeno mediante electrólisis, en este caso “simplemente” se cogen los residuos y se crea el combustible en lo que se ha denominado como biocombustible de segunda generación.
¿Cómo se crea el biocombustible de segunda generación?
Los biocombustibles llevan ya tiempo entre nosotros, pero el problema que tenían es que requerían de plantaciones que podrían privar del cultivo de plantas destinadas al consumo humano. Pero estos nuevos combustibles de segunda generación descartan esa idea, pasando a ser todavía más sostenibles al emplear los residuos generados por el propio ser humano.
Hablamos de residuos biológicos o materia orgánica en plantas de tratamiento de aguas residuales, que terminan siendo tratados con una enzima que descompone los carbohidratos complejos en otros más simples y que, al fermentar, general etanol.
En este caso, hablando más concretamente de los biocombustibles de Coryton, se pueden emplear en cualquier motor de combustión sustituyendo directamente el combustible de procedencia fósil sin ninguna necesidad de modificación. Es más, ya se emplea incluso en el Mundial de Rallys y aseguran que no hay diferencia de rendimiento.

Otra ventaja que sería interesante es que la estructura ya habilitada no tendría que modificarse y los surtidores, simplemente, pasarían a suministrar el nuevo biocombustible. Se estima que en caso de que se pasara a emplear este tipo de biocombustibles, las emisiones de gases de efecto invernadero bajarían en un 83% en comparación con los combustibles fósiles.
Aun así, este tipo de biocombustibles tiene un gran punto en su contra y es que siguen siendo más caros que la gasolina derivada del petróleo y, por tanto, no son económicamente competitivos, lo que dificulta su implementación a gran escala (que permitiría bajar costes), y evita que los precios bajen.