No es la primera vez que te hablamos de proyectos en los que están involucradas diferentes universidades, aunque este es sin lugar a dudas de los más peculiares y nos llega directamente desde Cambridge. Hace tres años un grupo de investigadores de la universidad británica presentó un proyecto que trataba de fabricar biocarburantes a partir de lo que ellos mismos calificaron como una «hoja» artificial.
A través de esta tecnología se imitaba el proceso natural de la fotosíntesis, utilizando agua, luz y dióxido de carbono para generar energía. Posteriormente, mediante un segundo proceso químico, la división del agua permitía obtener hidrógeno, mientras que el dióxido de carbono se convertía en syngas (o gas de síntesis), un precursor de biocombustibles como bioetanol y propanol.
Ahora, este mismo grupo de investigadores ha dado un paso más allá en esta tecnología con un avance que ha conseguido mejorar su eficiencia de una manera más que notable. El cambio clave ha sido la incorporación de la perovskita, un mineral que se emplea en la fabricación de paneles solares. Gracias a este mineral y a su mayor capacidad de absorción, se han mejorado sustancialmente los resultados del primer prototipo. También, tal como recoge el estudio publicado en Nature Catalysis, se emplean nano-flores de cobre como catalizadores para optimizar la conversión del CO₂.

La eficiencia del proceso nos acerca un poco más a los biocarburantes artificiales
Esta combinación de materiales permite la creación de hidrocarburos más complejos. Mientras que los catalizadores metálicos tradicionales solo logran convertir el CO₂ en compuestos simples, la introducción de las nano-flores de cobre ha dado pie a la producción de hidrocarburos con dos átomos de carbono, como son el etano y el etileno. De esta manera, se ha conseguido aumentar la eficiencia del proceso hasta 200 veces en comparación con versiones previas.
El autor principal del estudio, Virgil Andrei, subrayó la importancia de la colaboración internacional en el desarrollo de este proyecto. “Este proyecto es un excelente ejemplo de cómo las asociaciones de investigación global pueden lograr avances científicos de gran impacto. Combinando la experiencia de Cambridge y Berkeley, hemos desarrollado un sistema que puede remodelar la forma en que producimos combustibles y productos químicos de valor de manera sostenible”, afirmó.

Con este avance, la producción de combustibles verdes da un paso significativo hacia una alternativa más eficiente y viable para la transición energética sostenible.