En un mundo en continua lucha, donde siempre hay que superar lo anterior, los récords no tienen ya mucho sentido. Hay eventos que consisten, precisamente, en gente que queda para batirlos y subir el listón lo suficiente para que se considere su hazaña importante. Pero hubo un tiempo en el que los récords sí eran importantes, daban fama y suponían una gran imagen para las marcas.
Uno de ellos era el récord de la Cannonball, la carrera transcontinental que cruzaba costa a costa de Estados Unidos y en los que había épica, riesgo, peligro, desastre y fama. Intentar batir el récord tenía algo casi místico, y mucho se lanzaban a intentarlo.

Esta historia en concreto nos lleva, además, a la implantación de BMW en Estados Unidos, con un guion escrito por la propia vida que ni el mejor guionista podría haber escrito. Estamos a finales de los años 50, BMW está intentando establecerse en el nuevo continente y demostrar su fiabilidad. La idea por parte de los alemanes era sencilla: demostrar con una moto prácticamente de serie podía establecer el récord.
Y estamos hablando no tanto de BMW, que en esos momentos no se había establecido oficialmente, sino de un pequeño concesionario de Ohio que preparó ligeramente una BMW R 69 de 1958. La moto, con un diseño que mezclaba influencias café racer y cruiser, fue pilotada por John Penton, un experimentado piloto de motocross que, años más tarde (1962), se llevaría la medalla de plata en los Seis Días Internacionales de Enduro además de establecer una curiosa relación con KTM.
Penton fue en busca del récord después de una experiencia vital muy compleja

Penton partió de Nueva York con rumbo a Los Ángeles, recorriendo la distancia en un tiempo de 52 horas y 11 minutos. Como decíamos, aquella BMW prácticamente no había sido modificada, ya que el único cambio realizado fue hacer algo más grande el depósito de combustible.
Sin embargo, BMW aprovechó esta hazaña como parte de su estrategia de marketing en Estados Unidos, aunque la verdadera historia detrás del viaje iba mucho más allá de una simple demostración de resistencia mecánica.

Tal como recoge Ride Apart sobre una entrevista concedida a Motorcycle Classics antes de su fallecimiento, Penton recordó que en 1958 estaba atravesando un momento difícil. Tras la muerte de su esposa, quedó al cargo de sus tres hijos, pero su familia se hizo cargo de ellos para que él pudiera encontrar algo de claridad. Su hermano Ted le sugirió salir a rodar, lo que lo llevó a emprender un viaje de 12.000 millas que terminó en México. A su regreso a Ohio, tras recorrer el trayecto sin detenerse, su hermano le lanzó un desafío: intentar romper el récord de costa a costa que en aquel entonces pertenecía a Cannonball Baker.
Para Penton, aquella travesía fue más que un reto; fue una forma de sanar y encontrar rumbo en medio de la adversidad. En esa misma entrevista, dejó claro que no habría logrado la hazaña con cualquier otra motocicleta. “Si hubiera elegido otra marca, me habría estado engañando”, aseguró. “Era una moto moderna. Absolutamente de serie. Si hubiera llevado una Harley, habría necesitado un vehículo de apoyo. Con cualquier otra, habría tenido que cargar aceite, cadenas y repuestos”.