El mercado avanza rápidamente e igualmente lo hace la tecnología, dejando atrás los modelos con unos cuantos años de antigüedad. Al igual que en el resto de ámbitos de la vida cotidiana, lo que hoy nos parece lo mejor rápido se queda atrás, convirtiéndose en desfasado poco tiempo después.
Esta misma situación la viven los mercados automovilísticos y entre ellos, el mercado de la moto, que en los últimos años ha vivido un periodo de sofisticación sin comparación posible en las épocas más recientes. Afortunadamente, cada día se piensa más en la seguridad y esto ha llevado a los fabricantes a buscar una mejora incesante en este sentido.
Desde hace unos años, las grandes marcas han estado trabajando en implementar en sus modelos algunas de las soluciones que llevan años mejorándose en el mundo de la competición. Estos avances que ahora vemos como algo normal hace sólo 10 años eran impensables en los modelos de calle.
Sin ir más lejos, hoy en día la mayoría de motos potentes llevan integrados controles de tracción y otras mejoras electrónicas que facilitan su conducción haciéndolas mucho más dóciles y dosificables y que, en múltiples ocasiones, nos pueden salvar de una caída. De la misma forma, los chasis, las suspensiones y los sistemas de frenado han mejorado sensiblemente, este último con la “democratización del ABS”, lo que ha aumentado así la capacidad de frenado y ha mejorado el comportamiento de la moto en frenadas de emergencia.
Todos estos avances han ido permitiendo que las motos sean cada vez más fáciles de conducir y en general, más seguras que los mismos modelos de años atrás. Sin embargo, que las motos modernas sean más seguras en general no implica necesariamente que una moto con 10 años no sea segura.
La realidad es que hoy en día, con un buen mantenimiento y un uso razonable, prácticamente cualquier moto del año 2000 en adelante, e incluso antes, es una moto segura, por lo que no hay motivos para desprenderse de ellas a toda costa. Eso sí, cuantas más ayudas tengamos, mejor.
