Lo primero que debemos hacer ante esta situación es recurrir a leer detenidamente la póliza de seguros del vehículo en cuestión, ya que cada compañía se rige por sus propias políticas en este aspecto y no existe una homogeneidad que pueda ser aplicada en la totalidad de los casos. Si aun así no hemos conseguido salir de dudas después de dicha lectura, no debemos dudar en ponernos en contacto con la propia compañía, que se encargará de resolver nuestras dudas.
Dicho esto y analizando la situación desde un plano más genérico, lo primero que debemos distinguir es al conductor habitual del conductor ocasional. En muchos casos, un vehículo es conducido por una única persona, siendo ésta el conductor habitual. Sin embargo, se puede añadir otro conductor o conductores a la póliza que serán considerados como conductores ocasionales. Esto seguramente incrementará el coste de la póliza, pero es un paso necesario sobre todo si se trata de conductores jóvenes con menos experiencia que el conductor o conductores incluidos. De no hacerlo, el seguro no cubrirá los daños en un posible accidente o en el mejor de los casos, lo hará solo de manera parcial, pudiendo incluso cargar contra el conductor a posteriori sobre todo si ha existido imprudencia grave.
Sin embargo, existe una opción diferente y es la de que alguien autorizado por el dueño del vehículo lo conduzca. Es muy típico que un amigo o familiar nos deje conducir, ya sea en un viaje o en una situación cotidiana. En esos momentos, es cuando hay que tener mucho cuidado y tener claro a qué nos exponemos. En la mayoría de los casos, si el conductor es mayor de 25 años (incluso hasta 27 o 28 en algunas compañías aseguradoras) y siempre y cuando posea una experiencia de varios años variable también según la aseguradora, no existirá problema y la cobertura será la correcta.
Si por el contrario no se cumplen esos requisitos y sobre todo si no hay ningún conductor de mayor riesgo ya incluido en la póliza, en la mayor parte de los casos no estaremos cubiertos en caso de accidente.
