A todos aquellos a los que en el argot popular del motor se nos denomina petrolhead sentimos una pasión casi inexplicable por todo aquello que huele a gasolina, al punto de que a veces esta llega a convertirse en un sentimiento casi enfermizo. Quien más y quien menos suele pasarse un buen rato a diario mirando anuncios de este o aquel modelo de moto (o coche) que nos gustaría tener antes o después en nuestro garaje particular… ¿Verdad?
Esto a su vez nos lleva a un sinvivir continuo en el que siempre estamos pensando en vender nuestra montura actual para poder acceder a otra a la que llevamos tiempo siguiéndole la pista. Y da igual el segmento de las dos ruedas en el que nos sintamos más cómodos. Esto suele extrapolarse a la mayoría de moteros que han convertido esta pasión casi en un vicio incurable.
Tu media naranja de dos ruedas es probable que jamás salga ya de tu vida
Sin embargo, ya sea por aspectos relacionados con la edad, la madurez o como queramos llamarlo, llega un día, sin tu saberlo, que de pronto te das cuenta de que has encontrado, de golpe y “motazo”, a esa media naranja de dos ruedas ideal. Generalmente, suele suceder durante el transcurso de una salida cotidiana cuando, rodando a buen ritmo, sientes como la moto y tú os fusionáis de una manera especial.
De hecho, tú mismo te preguntas para tus adentros “¿este cacharro iba así de bien el domingo pasado?”, como si te sorprendieras de las cualidades de la que lleva siendo tu moto durante una larga temporada, quizás más de lo que tú habías planeado antes de adquirirla. Y sí, la respuesta es que en la última salida que realizaste la moto seguramente empujaba, curveaba y traccionaba de la misma forma, pero tú no habías logrado hasta ese momento sacar lo mejor de ella.
Incluso, llegado el caso, lo comentas con tus compañeros de grupo en el bareto de turno en el que habéis decidido parar a tomar un consistente almuerzo matutino:
-Ramón, ¿a que no sabes lo que me ha pasado esta mañana?
-No, coño, ¿me ves cara de vidente?
-La “colorada madurita” me ha dejado muy sorprendido en el último tramo que hemos recorrido, ¿no has visto como trazaba curvas con ella?
-A ver si te vas a estar enamorando…
Y llegas a tu casa y como tras cada salida sigues el mismo ritual que llevas a cabo desde hace años: Te quitas la equipación, metes la moto en el garaje y la colocas sobre caballete. Coges un trapo y el tarro de producto para limpiar los exteriores de tu burra y, mientras lo haces, no puedes quitarte de la cabeza el buen rato que has echado a sus mandos. Tampoco como has confesado lo bien que te has sentido hasta hace apenas unos minutos mientras abrías gas en tu carretera favorita.
Por si esto fuera poco te alejas un par de veces de la moto y te quedas mirándola de arriba abajo con ojo escrutador, como si intentaras sacarle algún defecto para autoconvencerte de que lo que pasa ahora mismo por tu cabeza no es más que una paja mental matutina fruto de ese vicio motero que tienes. Pero no. Por más vueltas que le das al asunto sabes que hay algo que ha cambiado en ti y la culpa la tiene ese compendio mecánico que tienes en frente.
Entonces se te ilumina la cara y en ella se pinta una sonrisa de oreja a oreja, similar a la que llevabas bajo el casco esa misma mañana cuando Ramón no podía seguirte y tú te encontrabas mejor que recién comido echando el piti del café. Y comienzas a darle un sentido a todo y a aceptar que puede haber llegado esa media naranja de dos ruedas que en tu fuero interior te resistías a conocer.
Quizás la culpa de ello la tenga lo bien construida que está, como va en casi cualquier circunstancia o el sonido inconfundible que emite su V4. También puede haberte influido la opinión de ese conocido y experimentado periodista sudafricano que ponía el modelo por las nubes en su artículo: “Mi Honda VFR800 FI de quinta generación: ¿podría ser la mejor Honda de la historia?” Es probable que todo ello cuente.
La punzada final llega cuando, tras haber cerrado la puerta del garaje y contigo fuera del mismo, sientes la necesidad de volver a levantar la persiana y echarle un ojo nuevamente a su silueta. Entonces y solo entonces descubres que estás prendado del cacharro y que, probablemente, ya jamás saldrá de tu vida.
Pdta.: Pido disculpas a todas mis ex por no haber sentido lo mismo por ellas… (VFR800 VTEC, CBR600RR, ZX-10R, T595 Daytona, GSXR750 SRAD, ZZR1100, FZR1000, VFR750, etc.) Dedicado a Mariano Urdín que tan buenos ratos me hizo pasar con sus inconmensurables crónicas desde “El rincón de mi garaje”.