En las poblaciones que son paso de carretera, aquellas que han nacido al amparo de los caminos y, posteriormente, carreteras asfaltadas siempre ha habido un desafío: el tráfico que las cruza. Son muchos los pueblos que según han ido creciendo han creado circunvalaciones para evitar el problema, pero todavía son mayoría y especialmente en áreas rurales los que no tienen esa posibilidad.
Esto es lo que pasa precisamente en La Chapelle-sous-Gerberoy, en el Oise, Francia. Se trata de una pequeña población de 147 habitantes al noroeste de París, y que tenía un problema al que han encontrado una interesante solución. La carretera departamental 930 que cruzaba el municipio estaba limitada a 30 km/h, pero como sucede en la mayoría de travesías este límite no se cumplía.

En muchos pueblos se recurre a un método sencillo y eficaz para disminuir las velocidades como son los badenes e incluso las rotondas. Pero esta pequeña comuna francesa no podía poner ninguna de estas dos opciones porque se trata de una ruta de paso de aerogeneradores y otros convoyes especiales, por lo que los camiones no podrían maniobrar. Así que había que buscar otra solución.
Pensaron en un radar y lo han estado pidiendo a su prefectura desde hace 6 años, pero la solicitud ha sido contínuamente denegada ya que al ser una “zona 30” no instalan radares en ese tipo de zonas. Pero como si de la pequeña aldea gala que plantaba cara a los romanos en los comics de Astérix y Obélix, han sabido darle la vuelta a la tortilla. Así, ni cortos ni perezosos han decidido subir la velocidad máxima hasta los 50 kilómetros por hora. De esta manera ya han podido instalar un radar de velocidad.
Seguro que ellos estaban convencidos de que la mayoría de gente pasaba más rápido de 50 km/h por las puertas de sus casas y ahora pasarán más despacio dando lugar a una paradoja como es el hecho de subir el límite de velocidad para hacer que la gente circule más despacio. Jugada maestra.