La Suzuki Hayabusa es, probablemente, una de las motos que más preparaciones ha sufrido desde que llegó. Estas preparaciones siempre van encaminadas a aprovechar ese motor espectacular que, en su día, fue la envidia del resto de las marcas. Y es que, en su día fue la moto más veloz del planeta y eso la convirtió en el centro de atención de preparadores y, también, de pilotos de carreras de aceleración.
En este caso el alma de la “Busa” es trasplantada a un Fiat 500, en España SEAT 600, que pasa de ser un simple clásico a una bestia con una relación peso-potencia nada despreciable. Hay que recordar que los “seiscientos” más potentes que se fabricaron rondaban los 30 CV para un peso de 600 kg. Imagina la locura de ponerle un motor que, de serie, está en torno a los 190 CV (197 en este caso concreto).
De todas maneras, como te puedes imaginar, el reto de integrar un motor de moto en un coche para la calle es grande. De entrada se encuentran con el hecho de que las motos, salvo alguna excepción y las eléctricas, no tienen marcha atrás. Así que se pusieron manos a la obra para solucionarlo y lo hicieron de una manera muy interesante. A través de un botón en el cuadro de instrumentos, se invierte la dirección de la primera marcha que pasa a actuar como marcha atrás.
Otro de los cambios llamativos es el del cuadro de instrumentos, que es el de la propia Hayabusa y que es una elección más que lógica, ya que se evitan problemas de compatibilidad. Donde sí que hay un claro problema de compatibilidad es en la usabilidad del motor y es que, como es habitual, la potencia y el par máximo de los motores para motos de cuatro cilindros los encontramos arriba en el cuentavueltas.

Por eso la conducción de este coche se asemeja a los de competición, con pocos bajos y un final explosivo cuando se llega a las revoluciones óptimas. Eso sí tiene pinta de ser bastante divertido y más aún con el cambio rápido que monta y que ayuda a que cada paseo sea diferente.