Desde el pasado viernes 28 de diciembre (precisamente el día de los Inocentes) confieso que estaba esperando la llegada del miércoles día 2 de enero. El mismo viernes me llamó la atención el poco tráfico que había en Madrid y sus alrededores. Durante el fin de semana, la poca densidad de vehículos en marcha fue una constante, repetida el lunes 31 (“puente” para muchos) y también el mismo día 1, festivo. Sí, en la Puerta del Sol hubo muchas personas esa noche como cada año, celebrando las 12 campanadas, pero si te dabas una vuelta por la ciudad o sus alrededores… llamaba la atención el poco tráfico que había. Entiendo que ha habido una gran escapada de vacaciones, también ayuda que no haya actividad escolar (es increíble cómo baja el tráfico por esa causa y debería ser objeto de estudio), el caso es que se veían muy pocos coches y pocas motos.
Tras un largo fin de semana sin tráfico el aire estaba sucio: ¡hay que buscar otros culpables!
Como digo estaba esperando que pasara el fin de semana porque también me fijé mucho en la meteorología: hizo muy bueno con cielos despejados y sol, perfecto para montar en moto, pero eso significaba que teníamos un potente anticiclón encima. Con las (relativas) altas presiones que eso implica y el poco viento que ha hecho, el aire no se renueva y la contaminación no se limpia. Pasó el fin de semana y la noticia que esperaba llegó: el Ayuntamiento de Madrid declaraba la tarde del día 1 “protocolo uno” de emisiones, limitando el tráfico a 70 km/h por dentro del anillo M40 y advirtiendo de posible paso al “protocolo dos” (que ya limita la circulación a coches y motos sin etiqueta de la DGT) si no mejoraba la calidad del aire.
Pero esto demuestra que todo este protocolo ¡no sirve! No hay que ser muy observador para darse cuenta de que si el aire sigue contaminado, tras cuatro (o más) días prácticamente sin tráfico por las calles de Madrid ni sus accesos, el origen del problema no es ese tráfico. Que sí, que contribuye no lo pongo en duda, pero no es el mayor culpable como nos han querido “vender”. Las calefacciones centrales deberían estar más en el punto de mira, con planes realistas y eficaces para su renovación. En Madrid quedan muchas ¡de carbón! (entre 400 y 600 en la capital, según datos) que contaminan mucho más. Tras varias prórrogas parece que en 2020 llegará su final, pero… se ha tardado demasiado y hay otras calderas (carbón aparte) que también contaminan más de lo que deben. Apunto aquí a las calderas porque estos días de poco tráfico, el anticiclón ha traído otro efecto meteorológico: la inversión térmica, que deja noches muy frías y por lo tanto se “tira” más de las calefacciones.
Es cierto que algunos vehículos son especialmente contaminantes, los que usan motores diésel antiguos: coches, furgonetas, camionetas y autobuses. Sobre ellos debería pesar el mayor control y llegado el caso limitaciones, algo que solo ocurre en el caso de los coches (vía etiquetas de la DGT). Los ciclomotores antiguos, con motor dos tiempos, también deberían estar limitados porque sabemos cuánto pueden contaminar (en algunos países los prohibieron sin más). Pero muchas motos que no han sido “bendecidas” con esa mentirosa etiqueta de la DGT apenas participan de la mala calidad del aire gracias a su movilidad (están poco tiempo en marcha). Y después de lo visto este fin de semana vamos a llamarlo “experimental”, no me atrevería tampoco a señalar a muchos coches como culpables de la ya famosa “boina amarilla” en el cielo de Madrid. Partícipes, sin duda, pero creo que es hora que el Ayuntamiento abra los ojos y vea dónde debe priorizar políticas para que de verdad sus ciudadanos respiremos mejor aire. Claramente no es yendo a pie.
Tras el injusto reparto de “etiquetas” para motos (ninguna ECO) ahora vemos que el tráfico no es el gran culpable de la contaminación que nos vendían…
