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Grandes carreras… y piques de la historia de la velocidad (V): Gardner vs. Lawson

Fotos: SMN
Eddie Lawson llegó al GP de Francia (Paul Ricard) de 1988 con 20 puntos de ventaja sobre Wayne Gardner... pero arrastrando una lesión de hombro. Si todo salía bien, el australiano firmaría su cuarta victoria consecutiva, un paso adelante para revalidar el mundial.

Consciente de sus limitaciones a causa de la lesión, Lawson esperaba con un poco de suerte terminar entre los tres primeros. Gardner estaba bastante seguro de que acabaría por delante de Lawson, y su mente estaba ocupada por Christian Sarron, que corría en casa y salía desde la pole position por quinta vez consecutiva.

Hasta aquí todo bien, la teoría estaba clara. Pero en el antiguo Paul Ricard podía pasar cualquier cosa. El circuito estaba dominado por la larguísima recta Mistral de 1,8 kilómetros de longitud, capaz de llevar al límite la mecánica de las motos. Pero lo más espectacular de la recta Mistral no era la recta en sí misma, sino cómo terminaba: en la rapidísima curva a derechas Signes, algo imposible de concebir en la actual dictadura de Hermann Tilke. Ahora las rectas largas tienen que terminar en curvas cerradas sí o sí.

El GP de Francia arrancó con una salida perfecta de Kevin Schwantz, que se colocó segundo saliendo desde la décima posición, por detrás de Niall Mackenzie y superando a Gardner. Muy pronto se formó un grupo estable de cabeza con Christian Sarron, Kevin Schwantz, Wayne Gardner y Wayne Rainey, al tiempo que Lawson luchaba como podía para mantener la su quinta posición.

El piloto de Yamaha empezó rodando en tierra de nadie y muy lentamente, con un enorme esfuerzo, consiguió contactar con el grupo de Gardner al tiempo que Rainey, incapaz de seguir el ritmo, se iba descolgando. Lawson finalmente se colocó a rueda de la Honda de Gardner, y comenzó entonces un intercambio de posiciones que se prolongó buena parte del Gran Premio.

Incomprensiblemente, el norteamericano intentaba una y otra vez superar a Gardner por el exterior en Signes, una barbaridad que le salió bien por lo menos en una ocasión. Sarron salía de vez en cuando para recordar que seguía allí dispuesto a ganar “su” Gran Premio, y Schwantz aparecía por los sitios más insospechados para liderar la carrera durante breves compases.

El australiano Wayne Gardner ganó el campeonato del mundo de 500 cc con Honda en 1987

Ni que sea en un pequeño párrafo también hay que recordar la carrera brutal de Randy Mamola, que con una Cagiva mucho menos competitiva se fue apoderando lentamente de la sexta plaza. El piloto californiano se tiró el GP subido por los pianos, derrapando, haciendo caballitos y saludando al público. Un figura.

A pocas vueltas del final, Wayne Gardner pareció haberse hartado de tanta mamarrachada y se decidió a pegar el tirón definitivo, pero no había manera humana de sacarse de encima ni a Lawson ni a Sarron. Cuando faltaban tres vueltas para la conclusión, el australiano de Honda fue capaz de abrir con esfuerzo una brecha estable, iba directo hacia la bandera a cuadros.

Hasta que en la última vuelta el motor de la Honda nos proporcionó uno de los finales más dramáticos que se recuerdan: Gardner llega con clara ventaja al final de la recta Mistral, inclina la moto y de repente, comienza a golpear el depósito, desesperado. Es un problema mecánico. Lawson, Sarron y Schwantz le superan en una exhalación, dispuestos a repartirse el botín en las cinco curvas que faltan. El dolor en el hombro ya era insoportable, pero Eddie Lawson no iba a dejar pasar esa oportunidad.

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