Publicidad
[the_ad_placement id="adsense-mega-2-mobile"]

Grandes carreras… y piques de la historia de la velocidad (IV): Sheene vs. Roberts

Fotos: SMN
El GP de Silverstone de 1979 se merece figurar, sin duda, como una de las más grandes carreras jamás disputadas gracias al duelo de Kenny Roberts y Barry Sheene, con victoria del de Yamaha por sólo 3 centésimas de segundo frente al británico.

La década de los ’70 estuvo dominada por un tipo de piloto que ya no existe. Ahora lo que se lleva son los deportistas de élite, atletas profesionales que soportan industrias enteras del marketing a sus espaldas. El carisma personal de Barry Sheene era su propia máquina de hacer dinero. Ocupaba las portadas de las revistas como nadie lo había hecho antes, siempre estaba rodeado de las chicas más espectaculares y no era extraño verlo fumando por el paddock. En los ’70 los “pilotos playboy” dominaban el mundo, y Sheene fue su gran referente en las dos ruedas, igual que James Hunt en la F1.

Barry Sheene se había creado una imagen de héroe tras su terrorífico accidente de 1975 en las Daytona 200, que amenazó con poner fin a su carrera deportiva. La rueda trasera de su Suzuki XR14 se bloqueó a más de 280 km/h cuando engranó la 6ª velocidad a 8.500 rpm. Se partió casi literalmente la mitad de huesos del cuerpo, pero siete semanas después estaba de nuevo sobre la moto para ganar los títulos mundiales de 500 cc de 1976 y 1977 de una tacada.

A partir de 1978 el británico tuvo que lidiar con un hueso muy duro de roer: Kenny Roberts. El estilo del piloto californiano, forjado a base de derrapadas en los dirt tracks norteamericanos, revolucionó el pilotaje en una época en que los chasis y neumáticos de las motos de 500 cc apenas podían soportar la potencia de los motores.

Los preliminares del Gran Premio de Silvertone de 1979 fueron un poco dramáticos. Sheene estaba soltando un taco detrás de otro durante las verificaciones técnicas. Los comisarios habían decidido que la distancia entre el manillar de su Suzuki y el carenado no era reglamentaria, así que los mecánicos tuvieron que limar el carenado sobrante. Así de sencillo.

Roberts le comentaba a un periodista que necesitaba “por lo menos dos días más” para dejar a punto la moto, cuando apenas disponía de media hora, «así que empezaremos la carrera al 75% y tendremos que improvisar el otro 25%». Aún así, su Yamaha era la mejor moto de la parrilla, de manera que no tenía ningún reparo en colocarse como favorito a la victoria.

Para colmar el vaso, la moto de Roberts empezó a escupir aceite tras la vuelta de formación. El californiano no tuvo reparos en arrodillarse trapo en mano para controlar la fuga, rodeado de seis mecánicos que hacían lo que podían.

La carrera comenzó con un wheelie completamente demencial de Sheene y una de las grandes salidas de Wil Hartog, que se colocó primero por delante de Ferrari, Roberts y el propio Sheene. Unos metros hacia atrás, la exótica Honda NR500 de cilindros ovales pilotada por Mick Grant se fue al suelo en la primera curva y el británico se quedó allí, simplemente sentado en medio de la pista, hasta que los comisarios fueron a buscarlo.

Desde los primeros compases de la carrera Hartog, Roberts y Sheene marcaron un ritmo que nadie más fue capaz de seguir. Los intercambios de posiciones eran constantes, aunque Hartog parecía marcar la pauta. Hacia la mitad de las 28 vueltas del gran premio el holandés se fue descolgando, y el dúo Roberts-Sheene asumieron que tendrían que pelear muy duro para ganar aquella carrera: los dos se encontraban en estado de gracia.

Roberts llegó a la última vuelta con una clara ventaja sobre Sheene. Otros en su lugar lo hubieran dejado por imposible, pero Sheene hizo un último esfuerzo y comenzó a arañar metros a Roberts, uno detrás de otro, sin parar. El público se estaba volviendo loco. Los últimos compases del Gran Premio fueron vibrantes, casi parecía posible que Sheene pudiera alcanzar a Roberts. La última curva parecía destinada al milagro, Sheene estaba literalmente pegado a Roberts, comiéndole centímetros por el exterior, casi pisando el piano: sólo le faltaron 0,030 segundos para conseguirlo.

Lo último

Lo más leído