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El crepúsculo de los dioses

Fotos: Yamaha Racing
He regresado del Gran Premio de la Comunidad Valenciana con una mezcla de tristeza y decepción. No ha sido el final de temporada que yo esperaba. No por el resultado, sino por la forma en que Valentino Rossi ha encajado su derrota. Su mal perder me resulta doloroso.

Salí de Cheste convencido de que acababa de ser testigo de un cambio de ciclo. Y lo más triste ha sido el modo tan chusco en que Valentino Rossi ha encajado este definitivo cambio generacional. Lo que ha hecho esta temporada Valentino es muy grande, grandísimo. A sus 36 años ha plantado cara a una generación que se inició en el Mundial cuando él ya era campeón de 500. Ha resistido hasta la última carrera pero no les ha podido batir. Y la victoria de Jorge Lorenzo ha sido con todas las de la ley. Es más, Lorenzo ha honrado su título con unas palabras llenas de serenidad y sentido común en unos momentos cargados de crispación.

A Jorge no le duelen prendas en reconocer los méritos de Valentino. Lo elogia sin dudarlo, y no se trata de meras apariencias. Lo dice con sinceridad. Y tiene toda la razón del mundo, porque la temporada de Valentino ha sido épica. Lástima que haya tirado a la basura el recuerdo de este año con su discurso de los últimos veinte días.

Ayer asistimos al cambio generacional de MotoGP. Difícilmente volveremos a ver a Rossi pelear por un Mundial. Él lo sabe, de ahí su desesperación, una desesperación que le ha enloquecido. Pero ayer fue el día en el que asistimos al crepúsculo de los dioses. El mito se ha visto forzado a dejar paso a los mortales. Es ley de vida; es la ley de las carreras. Valentino no es eterno y más pronto que tarde había de llegar su ocaso. Ya lo tenemos aquí.

Lo peor de todo es que ha llegado de la forma más lamentable posible. El Valentino que vimos ayer en Cheste fue un esperpento de sí mismo. Era irreconocible. Se bajó de la moto y empezó a rebozarse en la mierda, no hizo otra cosa. Porque con sus insultos, se rebaja a sí mismo. Él, que rodó a 15 segundos de la cabeza casi toda la carrera parecía saberlo todo. No necesitaba ver nada más. No necesitaba que nadie le dijera qué había sucedido. Él tenía la razón. Nada más dejar la carrera se dedicó a insultar a sus rivales, sin analizar friamente lo sucedido, sin buscar información, sin querer saber la verdad. Y la verdad solo es una: alguien fue más rápido que él. La ley suprema de la competición.

La desesperación obsesiva de Valentino ha sido alimentada por un entorno que, lejos de ofrecerle otras perspectivas, ha evitado decirle lo que no quería oír

Pero si ese discurso en caliente fue decepcionante, su escenificación varias horas después, en el “hospitality” de Yamaha, fue vergonzosa. Su falta de respeto, sus burlas, jaleadas y reídas por la clam de la prensa italiana, los insultos se sucedieron sin el menor reparo.

No estoy seguro de que Valentino sea completamente responsable de su comportamiento. No es solo cosa suya. Su explosión de ayer, nada más bajarse de la moto, diciendo que Márquez era “el guardaespaldas de Lorenzo” es, sin duda, fruto de un discurso ajeno. Él nunca pudo ver lo que pasó entre las Honda y Lorenzo, terminó a 20 segundos de ellos, le sacaban toda la recta de Cheste, ¡casi un kilómetro! Pero nada más quitarse el casco lo dijo. Nada más bajarse de la moto se encontró a Carmelo Ezpeleta y le soltó un “te lo dije, te dije que lo iba a hacer” que captaron las cámaras y varios testigos.

Rossi estaba desesperado por conseguir este título y había trabajado como nunca para conseguirlo. Nadie lo pone en duda. Esa desesperación obsesiva ha sido alimentada por un entorno que, lejos de ofrecerle otras perspectivas, ha evitado decirle lo que no quería oír, regalándole los oídos quizás por puro egoísmo. Rossi por sí mismo, dentro y fuera de las carreras, activo o retirado, siempre será un personaje fundamental en la historia del deporte. Pero su guardia pretoriana carece de importancia si no es al amparo de Valentino. El ego es uno de los mayores pecados del hombre, y a veces en el está el origen de la mayor de las traiciones: la mentira.

Creo que Rossi ha sido incapaz de aceptar la realidad. No podía poner un pero a la actuación de Lorenzo y se ha intentado justificar señalando a Márquez como el culpable de todos sus males. Con muy mal estilo ha hablado de la alianza española, de que este ha sido un Mundial de “biscottone” (tongo, en italiano), como si esto fuera nuevo para él. ¡El “biscottone” se inventó en Italia! Que le pregunten a Hans Spaan por el clan mafioso que le acosó en Phillip Island en 1990. Por no hablar del estilo navajero de Loris Capirossi (1998) y Marco Melandri (1999). Frente a este mal perder, yo me quedo con la alianza española, sí, con la nobleza con la que siempre han encarado los nuestros las carreras, como ayer en Valencia, o como hizo Héctor Faubel y el Team Aspar en 2007 frente a Gabor Talmacsi.

Ha sido una decepción grandísima. Como periodista, estoy profundamente agradecido a Valentino por todo lo que me ha ofrecido en todos estos años: los corrillos en la parte trasera del “box”, sus charlas con la prensa, su inteligencia en las carreras, su humor ácido, la chispa de sus declaraciones… Me quedo con ese Valentino. El de ayer ya lo he borrado de mis recuerdos.

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