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FIM EWC 2017: la épica de la resistencia

Fotos: FIM EWC
Correr de noche en circuitos que no tienen, en absoluto, la iluminación casi diurna de Qatar; correr un Mundial con temperaturas invernales; agudizar sentidos inéditos que jamás, o muy raramente, se emplearían en la velocidad; situaciones tan insólitas como dantescas, todo eso y mucho más es ese gran desconocido: El Endurance.

La gran afición que sigue a las estrellas de MotoGP, probablemente, no sólo desconocerá, sino que no se imaginará las situaciones que hacen únicas las carreras de 24 Horas. Carreras que se organizan en los mismos circuitos, o muy semejantes, donde ve evolucionar con verdadera devoción a las primas donas de la velocidad. Tal vez si conociesen algunas de esas vicisitudes que presentan a la resistencia como una auténtica aventura sobre el asfalto, sólo tal vez, se acercarían un poco más a esta apasionante especialidad. Las descripciones de este artículo, tan sólo pretenden ser un modesto grano de arena, para mostrar bastante menos de lo que sería la punta de ese gran iceberg que representa El Endurance.

A oscuras

En cierta ocasión, en el antiguo circuito de Spa Francorchamps, un piloto novato preguntaba al entonces experimentado Álex Vieira sobre cómo negociar el paso nocturno que se encuentra arriba, justo después de la legendaria subida de *“El Radillon”, y tras pasar sobre el “Eau rouge”. Un parcial donde el trazado entra en una recta de velocidad punta, atravesando el bosque sin una triste farola, para concluir en una curva a derechas de bajada. Esa parte se entrena de día, explicaba Álex. Y así, de noche, entras en la recta exprimiendo la quinta, paaaaa (reforzaba su explicación con una onomatopeya), pones sexta, enroscas y cuentas: uno, dos, tres… Entonces cortas gas y te tiras a por la de derechas del fondo.

A veces desconcertante

Y es que, verdaderamente, en las carreras de resistencia se dan circunstancias difíciles de explicar con la lógica de lo que sucede en velocidad. Circunstancias como las que me describía Josep Monge en el paddock de Le Mans con su genuino apasionamiento de siempre: ¡El endurance es otra historia, macho! Hay cosas que no te explicas. Cuando has dado la vida para hacer el tiempo de parrilla, resulta que el domingo por la mañana, con veinte horas de carrera, lo estás machacando una vuelta y otra vuelta más. No hay quien lo entienda, pero es así.

Y es que la resistencia es una especialidad aparte en el mundo de los circuitos. Vale ser rápido, muy rápido, desde luego; vale ser duro e incansable, también; vale tener una psicología muy fuerte, quién lo duda; pero también vale aplicar otros sentidos que nunca intervienen. Y si no, os invito a leer el siguiente párrafo.

El olfato de la resistencia

En resistencia las máquinas se llevan al límite en todos los sentidosSBK, rompiéndose la cadera. Pero en la distancia, pude distinguir la silueta verde de la Kawasaki que pilotaba Valera, muy bien situada, haciendo una trazada extraña, completamente por el exterior, que le serviría para anticiparse al revoltijo de hombres y máquinas, como si hubiera vivido un momento de clarividencia para evitar el desastre. Más tarde, en el descanso de uno de los relevos, pregunté a Javier por el incidente:

Sí, es que me acordé de ¡oler la pista! Y al llegar a final de recta, en la segunda vuelta, empecé a oler a aceite, y ya iba atento a cualquier cosa rara que pudiera pasar justo delante, hasta que lo vi en el “curvón”.

Una especialidad a veces dantesca

La épica se manifiesta en muchas facetas del motociclismo, qué duda cabe, pero en la resistencia lo hace de una manera muy particular, a veces incluso descarnada. Porque cuesta mucho imaginar una caída múltiple bajo la lluvia, a las 4 de la mañana, en una curva a oscuras de Le Mans, donde un piloto aturdido por el impacto, empapado y aterido de frío, se levanta y confunde su moto con la de otro, que se la reclama cuando trata de ponerla en marcha para continuar en carrera.

Desde luego, una escena impensable fuera de la resistencia; y es que en aquella edición de la legendaria carrera francesa estuvo lloviendo nada menos que durante 22 horas seguidas, con unas temperaturas que llegaron a registrar los 2 grados de madrugada. Todo ello sin olvidar que estamos hablando ¡de un campeonato del mundo!

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