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Montjuïc forever

La noticia que más me ha alegrado en lo que llevamos de verano ha sido la inauguración de una exposición temporal en Barcelona que conmemora la mejor carrera urbana de motos que ha habido en nuestro país: me refiero a las 24 Horas Motociclistas de Montjuich. ¡Por fin!

En una época en la que los circuitos urbanos están mal vistos por muchos “entendidillos” de las dos ruedas que abogan por un pilotaje ecológico, sano y responsable en el que se levanta la mano si comienza a llover y descalifican a un piloto por tirar involuntariamente a otro, no esperaba una exposición de este calibre. Un homenaje a una disciplina-reducto que tiene a los ingleses como punta de lanza (y no sólo me refiero al Tourist Trophy de la Isla de Man) y que también se practica en la República Checa con puntualizaciones en Alemania, Bélgica, Nueva Zelanda o Macao. Fue habitual en polígonos industriales y calles de nuestro país hasta mediados de los ’80 y todavía hoy puedes recrearte con algo más “pequeño” si vas al GP leonés de La Bañeza (desde 1952) o al valenciano de Xátiva (desde 1951), ambos en agosto.

Y sí, aprovechando algunas de mis visitas a Barcelona he tenido la suerte de recorrer el Circuito de El Parque, aunque en coche y scooter las cosas pasan mucho más despacio. He de reconocer que los circuitos permanentes me parecen demasiado “sosos”: exigen menos del piloto y no hay lugar para la improvisación. ¿Locura? ¿Insensatez? ¿Temeridad? Quizá…

La cuestión es que yo siempre me pongo del lado del espectador, mientras que los anti-urbanos lo hacen desde el punto de vista de los pilotos. Seguramente, el espíritu de Giancarlo Falappa ya no existe en los pilotos de hoy día (siempre recordaré las palabras de uno de los decanos del mundial de Superbike: Yo corría exclusivamente por y para la gente, para que se divirtiera y para que acudiera a ver las carreras… a ellos no les pagaba Ducati).

Ojalá pudiese viajar en el tiempo para poder vivir en directo aquellas inolvidables carreras… Para poder ser partícipe de algún modo del record de 7 victorias y 19 carreras de Benjamín Grau, contemplar el dominio de las Ducati Mototrans capitaneadas por Ricardo Fargas (12 triunfos para la marca boloñesa), poder ir de empalme a la carrera tras un sábado loco por la ciudad colándome por la calle Méjico, disfrutar de aquellas 777 vueltas a 123 km/h de media de Roche/Lafond en 1981, ver “volar” a héroes a 230 km/h sobre la rasante anterior a Miramar o afrontando la técnica curva peraltada del Teatro Griego, alucinar con el 10º puesto de un scooter alemán de 175 cc en 1960, presenciar la última victoria de una moto española (Bultaco 360, 1972), estremecerme con el atropello del bombero Salvador Font por parte del japonés Takazumi Katayama (250 cc, 1974), pedir un autógrafo a Joey Dunlop en 1985 o charlar con el gran Antonio Cobas.

También me hubiese encantado “colocarme” con la música de la Honda 250 “Seis” de Mike Hailwood en 1966, la victoria del 73 con Barry Sheene en 750 o el mundial de Nieto y su Derbi 50 en 1972 por tan sólo 22 segundos sobre el holandés Jan De Vries.

No debemos olvidar que la era moderna del motociclismo español, realmente, surgió y se profesionalizó con la creación de las fabulosas y mágicas 24 Horas motociclistas de Montjuïc el 3 de julio de 1955, aunque el circuito fuese inaugurado en 1932.

Benjamín Grau efectuó el primer relevo en la edición de 1974

Organizada por la Peña Motorista Barcelona (PMB) y gestada por el gran Don Paco Bultó, fue una carrera puntuable para el campeonato del mundo de resistencia durante tres años (1980, 81 y 82), pero la seguridad de su trazado urbano no convenció a muchos, sobre todo a los gabachos, que la boicotearon desde 1983 hasta su desaparición en 1986. En 32 años de carreras murieron 7 pilotos: Conrado Cadirat (1956), Pedro Bernaus (1966), Gerald Bunting (1970), Francisco Cufi (1973), Nikolaus Rück (1985), Domingo Parés (1986, dio la puntilla a la prueba) y Mariano Vilagrasa (1956, por un disparo de un guardia mientras entrenaba de noche días antes de la carrera). Y es que, ingresar en el calendario del mundial en una especialidad eminentemente francesa, salió muy caro. Además, a la entusiasta PMB le vino grande el evento, una competición que desbordó todas las pretensiones iniciales.

Y es que sobre el asfalto de la ciudad catalana se corrió todo: carreras del nacional, europeo y mundial de resistencia, nacional y mundial de velocidad, mundial de FTT1/2, además de trofeos/copas monomarca y ¡carreras de Vespa! Y eso que no quiero entrar en su puntuabilidad para el mundial de Fórmula 1

El sabor y los sonidos de aquellas máquinas, los entrenamientos “de mentira”, el “sepia y el grano” de las fotos y los vídeos, los primeros cascos integrales, los monos de cuero de una pieza, las 10.000 balas de paja, el ambiente, las vallas, los muros, las aceras inundadas de público, la pintura blanca en el asfalto, los bordillos, la “vida” en el box o el mes de preparación previa a la carrera hicieron historia. Desde 1995, el Circuit de Catalunya acoge la única prueba de 24 horas que hay en nuestro país. Nació con el mismo espíritu de Montjuïc, pero se perdió el romanticismo del trazado urbano de 3.790,65 m a los pies del castillo de la mítica montaña barcelonesa. Nunca será lo mismo…

Dos apuntes antes de terminar. Si las 24 Horas de Montjuich te ponen tan palote como a mí, debéis comprar el libro 55 años de historia del motociclismo en el circuito de Montjuic (Javier Del Arco de Izco, RACC, 2004), una obra de arte de esta carrera hecha papel. Si preferís una película, Larga noche de julio (Luis José Comerón, 1974) es vuestra cinta. Es lamentable, casposa, vomitiva y mala de cohones, pero entre sus 84 minutos podrás sonsacar algunas imágenes reales tipo documental de la carrera del 73. Marisa Paredes hasta parece joven.

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