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Las niñas mimadas

Fotos: Esther Flex
Todo motero tiene predilección por una categoría cuando tiene abierto el catálogo de una fábrica. No tiene porque ser una elección racional, en la mayoría de los casos es visceral y en el mío en particular se relaciona con las “niñas mimadas” de la fábrica.

Las Rs, que es como se denominan a los modelos deportivos y superdeportivos, son posiblemente las motos menos funcionales de todo el catálogo. Son duras, incómodas, se calientan irracionalmente, exigentes con tu físico y ya no hablamos de tu bolsillo.

Ya sé que a muchos de sus usuarios no les gusta reconocerlo pero son motos pensadas por y para circuito. Se ve a gente de camino al trabajo con ellas, dejándose los riñones de semáforo en semáforo. También los ves en gasolineras durante todo el verano, las cargan hasta arriba y se lanzan a realizar largas rutas con gente subida a esos afiladísimos colines, siempre me pregunto como aguantan ese potro de tortura durante kilómetros.

El mejor uso fuera del circuito, es el que le da mi amigo Miguel. Salidas dominicales por carreteras con curvas y algún viajecito sin exceso de trayecto, nada de ir al trabajo con ella. Lo que os digo, son muy poco funcionales.

Además, hablamos de motos que envejecen fatal. Una deportiva de hace un par de temporadas ya se ve vieja, o al menos su diseño parece de otra época. Su vitalidad se debe en mayor medida a la tecnología que las fábricas desarrollan para ellas. Por eso son las “niñas mimadas” porque los mayores recursos, los mejores equipos de desarrollo e ingeniería van destinados a los proyectos de la superbike de la fábrica. Cada año se le hacen modificaciones en ciclo, motor o plásticos. Todo esto cuando se libran de un rediseño completo, la actualidad manda y no te puedes retrasar frente a los modelos de los rivales directos. Que hay campeonatos por los que competir y no te puedes despistar.

Bueno pues he de confesar que al contrario de lo que habéis podido suponer yo ahora sueño con la Kawasaki ZX-10R porque me he cansado de desear la BMW S1000RR justo después de mitificar la CBR1000RR, antes de la aparición estelar de la Ducati Panigale 1199. No tengo problemas en reconocer que mi cara se convierte en la que gastaba Alfredo Landa observando suecas en bikini campando por las playas españolas de los 60 cuando leo las novedosas especificaciones técnicas de los nuevos modelos que vemos en Intermot, Milán o Tokio.

En las ocasiones que he tenido la suerte de rodar con una siempre me he bajado con una sonrisa, con un estado de satisfacción casi febril, deseando repetir la experiencia. Siempre las he tratado con muchísimo respeto, por supuesto es lo que ellas se merecen, siendo consciente de la joya que tienes en tus manos. Son las que más experiencia requieren a la hora de pilotarlas, no admiten “bromitas” porque son chicas con mucho temperamento, pero también son las que más sensaciones te ofrecen. Las niñas mimadas te acercan a la competición como ninguna, son herederas del gigantesco banco de pruebas de MotoGP, sabes que nunca estarás más cerca de los pilotos que sigues cada fin de semana.

Yo, que procuro ir en moto todos los días del año, creo que nunca tendría una R como primera moto, pero son las niñas mimadas que me hacen girar la cabeza cuando las veo pasar.

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