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Texas Tornado Boot Camp: sueño americano

Visitamos el Rancho de Colin Edwards
Fotos: Israel Medrano/ SoyMotero.net
Nos desplazamos junto al Bikers Club de Bridgestone al otro lado del charco a disfrutar de un curso de conducción sobre tierra en el Rancho de Colin Edwards, una experiencia inolvidable y muy fructífera para mejorar las técnicas de pilotaje y derrapada: así es el sueño americano del tornado de Texas.

Hay oportunidades en la vida que no se pueden dejar pasar y cuando recibimos en la redacción la llamada de Bridgestone para invitarnos a gozar de la experiencia del Texas Tornado Boot Camp, no dudamos un segundo en plantear nuestras dudas: ¿Dónde y cuándo hay que estar? Como compañeros de viaje, los mejores talleres asociados al programa Bikers Clubs de Bridgestone, la “flor y nata” de su red de centros oficiales que gracias al rally de ventas que organizan todos los años, tuvieron la ocasión de formar parte de la expedición española, entre la que SoyMotero.net se coló como único medio.

En el programa del viaje nos tocaban la fibra con tres actividades de disfrute máximo y a la que ningún mortal podría negarse: el entrenamiento en tierra sobre Yamaha’s TTR 125 de motocross y bajo la tutela del gran Colin Edwards, la práctica de tiro con todo tipo de pistolas, escopetas y rifles de asalto y la visita a la NASA como colofón el último día de visita en Houston.  

El rancho de Colin Edwards

Y allá fuimos. Por delante se nos plantea un programa de viaje muy interesante de cuatro días de aprendizaje en el rancho que Edwards tiene en la ciudad texana de Montgomery, al lado de grandes lagos y villas de película, algo que choca con el imaginario que tenemos en Europa sobre Texas, considerado como un lugar del viejo oeste, árido y polvoriento. Nada más lejos de la realidad, la zona es muy rica en vegetación y cuenta con grandes zonas residenciales. Como todo allí se hace a lo grande, el rancho de Colin es algo parecido a un parque de atracciones para niños grandes. En sus muchas hectáreas de terreno, el Camp cuenta con dos edificaciones, una de las cuales ha sido decorada como un antiguo salón y hotel del oeste, donde se distribuyen las habitaciones y un gran comedor. En el edificio contiguo está, por un lado una sala de juegos con billar, pin pon y dardos, y en su trasera encontramos un garaje donde duermen todas las motos y el taller mecánico.

Frente a estas estancias babeamos con una magnífica pista de tierra techada por una imponente estructura de metal y madera realizada a prueba de tornados, algo típico por estos lares. Junto a ella se localizan dos pistas más, una de longitud media y revirada y la contigua multifuncional pero primordialmente usada como óvalo de flat track. Unidas las tres logran crear una pista inmejorable de algo menos de dos minutos de cuerda. Ese será nuestro hábitat en los días que nos quedan por delante, así es que no viene mal darse un paseo andando para memorizar el trazado y asimilar lo que se nos viene encima… 

Espectacular visión de la pista de tierra techada donde se practican las derrapadas en el Texas Tornado Boot Camp de Colin Edwards

Entrenamientos desde el amanecer

La vida en el rancho de Colin Edwards es fácil de llevar, aunque para quien no está acostumbrado a montar en moto ocho horas al día, como le ocurre a este que escribe, al final de cada jornada te duelen hasta las pestañas. A nuestra llegada el equipo de monitores, compuesto por pilotos del campeonato americano de Flat Track e incluso uno que hizo en España el CEV durante algunos años (Cory West), nos informan del programa de trabajo / disfrute en los días que pasaremos allí. Entre escupitajo y escupitajo (es lo que tiene estar mascando tabaco todo el día) el mismísimo Edwards y su lugarteniente nos informan del timing que reinará en nuestro paso por el campamento. Después del primer briefing, realizamos una primera súper pole a los mandos de las divertidas Yamaha TTR 125, con el único fin de apaciguar las ganas, conocer el trazado y adaptarnos a la moto. Lo cierto es que las sensaciones son muy buenas. Hay ganas y voluntad por aprender y evolucionar en el arte de derrapar. Me marcho contento pues aunque estoy muy verde, siento que me voy a divertir mucho en estos días.  

En los tres días siguientes de actividad distribuimos el tiempo con entrenamientos desde las 9 de la mañana hasta las 13 horas que vamos a comer, después hacemos unas prácticas de tiro con todo tipo de armas, y al concluir nos volvemos a enfundar el equipo para salir a rodar y realizar una nueva súper pole, donde comprobar la evolución técnica que hemos tenido ante el juez menos insobornable: el crono.

Al Boot Camp puedes ir con las manos en los bolsillos, es un “all inclusive”, pues tanto la ropa, como las protecciones (peto y rodilleras), botas y casco son proporcionadas por la organización. Buen equipo, todo hay que decirlo. Ropa Fly, botas Sidi, protecciones Spidi y casco Arai. Yo llevo mi propio casco y botas de Alpinestars, pues aunque sabía que nos lo dejarían allí prefiero andar cómodo desde el primer momento.

El calor que reina por esos días de octubre en el Boot Camp es sofocante. La humedad y la temperatura cercana a los 30º te obligan a estar continuamente hidratándote, lo que te hace sudar y sudar y terminas cada uno de los entrenamientos como si hubieses salido de la ducha. Una vez te bajas de la moto, tienes bebida y comida a tu disposición constantemente, desde snacks a frutos secos y fruta, todo es poco para intentar recuperar la energía gastada en el entrenamiento.

Colin Edwards Jr. derrapando en el Tornado Boot Camp en Montgomery

Flat track o cómo disfrutar derrapando

  Para iniciarse en el flat track no hay que tener una gran experiencia en el mundo del off road, pero sí ayuda haber montado algo en campo y tener clara la posición sobre la moto, pues es totalmente diferente a la postura que tenemos en moto de carretera, aunque también varía levemente de la posición original del enduro o motocross. Me explico: mientras que en asfalto al tumbar debes acompañar a la inclinación con el cuerpo, en off road se inclina la moto pero el piloto permanece erguido con los codos levantados buscando una línea vertical imaginaria. El reparto de pesos en la entrada en curva debe ir lo más adelantado posible, para así dejar la rueda trasera más ligera y libre, lo que nos permitirá derrapar. Por otro lado, las piernas juegan un papel muy importante, dado que nos ayudan a controlar el ángulo de inclinación y también a hacer girar la moto. Al contrario que en el off road la pierna no va estirada, sino que va flexionada y con el pie mirando hacia afuera de la curva. Al salir del giro la pierna debe volver a la estribera y nosotros debemos echar el cuerpo hacia atrás para así poder dar tracción a la rueda trasera y avanzar. 

Al margen de la posición, que requiere de un periodo de aprendizaje pues al principio nos liamos con facilidad y cuesta hacer los movimientos enlazados, la diversión en la especialidad está en hacer derrapar y controlar el deslizamiento del neumático trasero, mientras que el delantero es el que mantiene la dirección (los pros hacen derrapar ambas ruedas, de hecho los hay que disfrutan haciendo contramanillar). Para ello, se cuenta con un neumático de tacos delante y uno de carretera detrás. En este caso, como no podía ser de otro modo, las gomas eran Bridgestone. El delantero era el M203, un neumático que busca ofrecer el máximo agarre sobre tierra y que bien podría encontrar el relevo dentro de la nueva gama Battlecross compuesta por el X10-X20-X30 y X40 y en la que destaca su tecnología de taco con forma de castillo, siendo el 20 ó el 30 los más apropiados para este tipo de condiciones (blando y medio respectivamente), según nos dijeron los expertos de la marca japonesa. En cuanto al neumático trasero, el utilizado era el icónico BT45, otro neumático con prestaciones para la carretera y el viaje, que podría ser sustituido por su reciente evolución, el BT46

Volviendo a la conducción sobre tierra, como tuvimos ocasión de comprobar en el Texas Tornado Camp, el control del gas y la posición sobre la moto son claves para mantener la tracción y hacer girar la moto. El cambio no es algo que se deba tocar demasiado y el freno delantero, lo teníamos prohibido (los americanos no llevan ni maneta). Al final no se trata de derrapar mucho, sino hacerlo lo justo como maniobra para colocar la moto y hacer redondas las curvas. Para un profano en la materia, notar derrapar el neumático trasero es una pasada, pero sentir como giras haciendo redonda la curva y salir derrapando es una sensación increíble. Y en ese equilibrio es donde más se disfruta. En acelerar cada vez antes y soltar el gas cuanto más tarde mejor. Esa lucha contra el crono es posible ganarla en tanto en cuanto lleves una conducción fina y relajada, dejando correr la moto y recuperar la vertical cuanto antes para que te permita darle al gas. Para ir desarrollando las nuevas destrezas, el equipo de monitores nos iban poniendo diferentes ejercicios: hacer un slalom de conos sin bajar los pies, con el fin de coger feeling al control del gas, otro circuito donde lo importante era acelerar y pisar fuerte el pedal de freno para colocar la moto, un pequeño óvalo para hacer derrapar en ambas direcciones la moto, etc… 

En esta experiencia, aunque basada en el flat track, no había saltos y además tampoco iban todas las curvas hacia la izquierda, sino que hacíamos un circuito con giros de distinto radio y a ambos lados, para así ganar confianza en la conducción. 

Al final se trata de repetir constantemente las lecciones que te marcan los monitores al principio de la mañana y que te permiten ir adquiriendo destreza en la posición sobre la moto, el control del gas, la entrada y salida de la curva, etc… con esas premisas, vamos encontrando la confianza para ir cada vez más deprisa sin correr demasiados riesgos, lo que no quita que de vez en cuando el exceso de confianza se resuelva con un arrastrón al perder el neumático delantero o trasero (me ocurrieron las dos cosas): gajes del oficio. No obstante, los riesgos se minimizan al llevar motos de pequeña cilindrada como esta Yamaha, en la que no alcanzas nunca mucha velocidad, es muy fácil de manejar y perdona mucho los errores. Como todo en la vida, siempre hubo clases y no todos llevamos la misma moto, algunos iban de corderos y resulta que su moto luego era la que más corría… escuchando la diferencia de una a otra ya te dabas cuenta de que estaban más llenas. Y eso en el crono se nota… al margen de suspicacias, en el equipo de España fuimos a divertirnos, y eso hicimos. Nuestro equipo era bastante heterogéneo, había pilotos de todos los niveles y condición, pero sobre todo reinaba el buen rollo.

Texas Tornado Boot Camp: foto de familia del biker's club de España con Colin Edwards

El equipazo: bikers Club Bridgestone España  

En Houston éramos una gran familia de casi 50 personas venidas de toda Europa para participar en este Camp promovido por Bridgestone, patrocinador del piloto tejano desde hace muchos años. Entre todos los participantes, el grupo de españoles era seguramente el que más se hacía notar. Y es que vayamos donde vayamos, siempre nos gusta compartir nuestras hazañas… el hecho de dormir en la misma habitación con literas, une mucho, tanto en lo personal como en lo fisiológico, y en casi la semana que pasamos juntos el buen rollo y las risas estuvieron siempre presentes. En lo estrictamente deportivo, en el equipo teníamos de todo un poco. Desde un ex piloto del nacional de Motocross, el pamplonica Oscar Juárez, que aún conservada las manos para hacer volar las Yamaha’s…, lástima que una distensión de tobillo cuando luchaba por la Súper Pole le dejó fuera de combate, sino hubiera dado mucha caña por los primeros tiempos… afortunadamente había reserva y mucha voluntad para dejar bien alto el pabellón. Nuestro segundo espada era el madrileño Héctor Ramírez (Motos Exup), otro avezado endurero con muchos años de experiencia encima de la moto, que se mostró muy combativo en las clasificatorias que se organizaban cada día y que acabó en el top 5 de entre los invitados. Aquí no acababa la cosa, pues tuvimos representantes de toda la geografía, como Manuel Díaz de Expomoto Jaén, Alejandro Gómez de Ruedas y Neumáticos Vallecas, Manuel Adonis de Rodex, que respondía al sobrenombre de “Big Chico”,  y que venía desde Coruña o José Antonio Requena “Ksbita” del taller Maskegomas de Marbella. A todos ellos había que sumar la presencia de Jorge Santaolalla, el Product Manager de la división de moto de Brigestone España y el culpable de que estuviésemos todos allí. 

Colin Edwards derrapando en su Rancho con las pequeñas Yamaha TTR 125: quien tuvo retuvo

Maestro de ceremonias: Colin Edwards

Colin Edwards, es el alma mater del rancho. Acompaña a sus invitados desde la mañana hasta bien entrada la noche, y lo hace siempre con una sonrisa y con la humildad de sentirse una persona más del equipo. El texano fue dos veces campeón del mundo de Superbikes y uno de los pilotos más carismáticos de MotoGP, donde estuvo aportando su experiencia en numerosos equipos, entre ellos el equipo oficial Yamaha, no en vano fue compañero de equipo de Valentino Rossi. El particular estilo de conducción del Tornado de Texas, sacando los codos hacia afuera y erguido sobre la moto, ha sido seña de identidad entre otros pilotos americanos, y en buena medida se debe al estilo que han incubado desde su juventud muchos pilotos “yankies”. En ese estilo autóctono también tiene mucho que ver su modo de entrenar en óvalos, una tradición que se remonta a los tiempos de Big Kenny (Kenny Roberts) y que ha servido a los pilotos más competitivos (entre ellos Marc Márquez y Valentino Rossi) para controlar con maestría el arte de la derrapada. Aunque retirado de la competición, a sus 46 años (recién cumplidos el pasado 27 de febrero) el texano sigue estando a un buen nivel físico y se encuentra centrado en su rancho, en la actividad del Boot Camp y en seguir de cerca los pasos de su hijo Colin Jr. (Alias “Colinillo” para la expedición española), que todo sea dicho va como un auténtico cohete. Otra de sus aficiones, como todo buen texano, además de mascar tabaco todo el día, son las armas. Edwards colecciona más de 30 y hace gala de su pasión incluyendo dentro del Camp diferentes actividades de tiro. Entre ellas, la práctica de tiro con un Barrett de 50 milímetros. El sonido de este fusil de alta potencia, es tan atronador que el simple hecho de oírlo produce escalofríos. Ponerse frente al arma es algo aterrador y excitante a la vez. Gracias a su mira telescópica y ayudado por un trípode y las indicaciones del propio Colin, todos los asistentes tuvimos la oportunidad de disparar (salvo algunos que lo declinaron), con bastante acierto en la gran mayoría, sobre una diana dispuesta a cientos de metros de distancia. Una experiencia única para los Europeos, que no estamos acostumbrados a practicar con armas y mucho menos con algunas de semejante calibre. 

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Rally de Ventas 

El viaje lo realizamos gracias al Rally de Ventas, una iniciativa de fidelización de Bridgestone hacia su red de Biker’s Club, compuesta casi por un centenar en España, y que premia el esfuerzo de compra de los integrantes en el programa, promoviendo de una manera lúdica y divertida la competición entre los miembros por la compra de aquellos productos que la marca japonesa considera más interesantes o novedades, por encima del número de unidades y cifras de facturación. 

La forma de participación es por medio de una página web donde se establecen las bases de esta competición y donde se va conociendo la evolución de cada establecimiento participante. De este modo, Bridgestone consigue conectar con sus miembros de una manera mucho más efectiva y estrecha, motivando e incentivando el buen ambiente y la competitividad. Si además el premio al esfuerzo es irte de viaje a aquellos lugares más exóticos o de valor para el aficionado al mundo de la moto, el objetivo está más que conseguido. En su edición 2020, el viaje programado tampoco dejará a nadie indiferente: viaje a Laponia.

Texas Tornado Boot Camp: no todo va a ser rodar en moto, también hubo hueco para las prácticas de tiro

La NASA: visita obligada

  Y como no hay viaje a Houston que se precie si no hace parada por el centro espacial Johnson, sede de la NASA, la expedición española aprovechamos el último día para hacer una visita rápida. 

Este centro, que fue inaugurado en 1992, recibe una media de un millón de visitantes al año. Hacer una visita a sus instalaciones nos lleva directamente a otra galaxia. Entres sus grandes atractivos destacan la visita al centro de control de la misión del Apolo 11, el centro de entrenamiento de los astronautas o la exhibición del impresionante cohete Saturno 5 en el Rocket Park, encargado de portar las misiones del Apolo. Este cohete es probablemente la mayor atracción de esta visita, pues en sus 110 metros de longitud y 10 metros de diámetro, concentra el mayor alarde tecnológico de la NASA en su historia reciente. Este cohete cuenta con tres fases, que en el momento de su lanzamiento iban trabajando cada una de ellas gracias a su multitud de motores propulsados por queroseno en la primera fase y de hidrógeno líquido en las dos posteriores.  viajar toda la familia…, junto con las alegrías que te pueda dar tu equipo de baseball, fútbol americano o basket. Si embargo, después de lo vivido durante casi una semana, no nos cabe duda de que existen otras muchas actividades gratificantes para sentirte como en casa en el país americano.

La visita al Saturno V y al centro de control del Apolo XI, lo mejor de la NASA

De este modelo, del que se lanzaron al espacio hasta 13 cohetes, el último fue destinado a la estación espacial Skylab. Además de esto, el Space Center cuenta con más de 400 objetos espaciales y continuas exhibiciones, además de espectáculos en vivo que hacen sentir al visitante en una auténtica película del espacio. Sin duda alguna, es un poderoso atractivo para el turismo y una visita obligada de la que guardaremos siempre un inmejorable recuerdo. Eso sí, es aconsejable destinar una jornada completa para hacerlo. Nosotros tuvimos sólo media jornada y nos quedamos con las ganas de ver más. 

Con esta visita, comenzaba la cuenta atrás para la vuelta a España. No sin antes darnos una comilona en una hamburguesería típica americana donde hacer balance de la experiencia y rememorar las risas constantes del viaje. En ese recuerdo mención especial mereció el cuidado del staff del Boot Camp hacia todos los participantes. Desde su asistente y piloto, la única mujer que nos acompañó en el campamento, hasta los monitores pasando por el capo, piloto con experiencia y victorias en el pikes pike (el primer día se le puso la moto del revés haciendo un wheelie; no todo el mundo es perfecto) terminando por el mismísimo Colin Edwards, que se pasó el campamento siempre pendiente de que no faltara de nada. Tampoco olvidar al médico asistente, que valía para un roto y un descosido y que afortunadamente no tuvo trabajo intenso en estos días.

Para algunos el sueño americano en el país de las barras y estrellas se compone de tener una buena casa, una furgoneta con la que viajar toda la familia…, junto con las alegrías que te pueda dar tu equipo de baseball, futbol americano o basket. Si embargo, después de lo vivido durante casi una semana, no nos cabe duda de que existen otras muchas actividades gratificantes para sentirte como en casa en el país americano.

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