La primera Triumph con apellido Street Triple debutó en el mercado en 2007 en una única versión, pues la R no llegó hasta 2009. La segunda generación aterrizó en 2013 y en 2017 la tercera que dura hasta la actualidad, compuesta por 5 versiones: S, S A2, R, R LRH (4.5 cm menos del asiento al suelo, pensada para usuarios de baja estatura) y RS como buque insignia* de la gama.
El motor sigue siendo un tricilíndrico en línea 12 válvulas “marca de la casa” pero, al contrario que el resto de sus hermanas de 765 cc, cubica 660 cc y declara 95 CV a 11.000 rpm. La S A2 destaca por sus 2 modos de conducción (Rain + Road), ABS firmado por Continental (desconectable), control de tracción (desconectable), embrague asistido anti-rebote, luz de posición LED (DRL), instrumentación mixta analógica-LCD, ordenador de a bordo, chasis-basculante de aluminio, suspensiones Showa y pinzas delanteras Nissin.
Hace tiempo estuve hablando de la gama Street Triple de Triumph con mi compañero Javier Pérez-Rubio, Jefe de Pruebas de SoyMotero.net: todo eran halagos hacia la moto por parte de ambos y es que fue un modelo que tuve el placer de probar al poco de sacarme el carnet de conducir, allá por 2009, una flamante Street Triple color verde ácido que llamaba la atención. Aquel día me enamoré, estaba limitada, pero me pareció tan manejable, tan ágil… Y sinceramente, después de unos añitos de experiencia sobre dos ruedas, estaba deseando volver a montarme de nuevo sobre ella, por lo que, ante semejante oportunidad se me iluminaron los ojos y se dibujó una sonrisa en mi cara, no podía esperar más: ¿quedamos mañana?
Llegó el día, fui de buena mañana a las instalaciones de Triumph España a por ella y ahí estaba, esperándome, mirándome con su característica doble óptica rasgada, como si de una mantis religiosa se tratara, tranquila y discreta, esperando a que sacara su genio a relucir. Se trataba de la Street Triple S A2, una versión dentro de la gama Street pensada para pilotos noveles que aterrizan en el segmento de las motos hasta 48 CV y quieren un producto de calidad, tecnológico y sofisticado. Os aseguro que, una vez deslimitada, tendréis moto para aburrir.
Diversión asegurada
Me subí, ajusté los retrovisores (cosa que me costó un poco), también puse las manetas de embrague y la de freno a mi gusto y arranqué. Se me pusieron los pelos de punta cuando escuché el suave sonido de su tricilíndrico en línea que resulta casi eléctrico, podría ponérmelo de tono de llamada en mi móvil, es genial. Engrané primera y salí derecha al trabajo, llegaba muy bien al suelo (el asiento está a 81 cm) y la posición era muy cómoda, las estriberas más altas de lo que recordaba, el cuadro sencillo pero con un toque “R” ya que puedes programar su luz de sobrerrégimen para que se ilumine a partir de las revoluciones que tu consideres.
A la hora de callejear, su ligereza (Triumph declara 168 kg en seco) y su esbelta figura hacen las maniobras en giros cerrados, bruscas frenadas y paso entre coches se conviertan casi en un juego, un mero trámite. Al salir al extrarradio se echa de menos algo más de protección porque, aun siendo una naked, quizá una cúpula más elevada opcional vendría bien ya que, en cuanto te dejas llevar por la velocidad, el aire empieza a incordiar. Al llegar a mi destino, no pude por más que aparcarla en la misma cristalera de la clínica en la que trabajo para poder contemplarla cada vez que saliera a recepción y es que no me cansaba de mirarla. Después de llevarla cada día al trabajo sólo estaba deseando que llegara el viernes para exprimir su motor “seis sesenta” y probarnos juntas en acción.
Al fin viernes: me enfundo mi cordura y, bajo un sol de justicia pero mañana fresca, me dirijo un camino claro: el de la diversión. Y tanto que diversión, es un auténtico vicio: sus 95 CV dan muchísimo juego, ¡madre mía, cuando pasas de las 6.000 rpm! Su sonido se vuelve ronco y la rueda trasera te empuja al lado más malvado porque, simplemente, quiere guerra: ¡tenía que haberme enfundado el mono de carreras! Su horquilla invertida Showa, a pesar de carecer de regulación, me parece que trabaja muy bien y en perfecta sintonía con un amortiguador trasero de la misma marca (regulable en precarga)al que no le toqué ni un ‘click’ ya que me pareció que iba perfecto de origen.
Para mi disgusto, llegó la hora de devolver la Street Triple S A2 a su casa. Sólo espero y deseo que nuestros caminos vuelvan a juntarse pronto, porque me lo he pasado realmente bien con ella, tanto en el día a día como de ruta de fin de semana, una moto que me resulta fácil definir en un solo calificativo que engloba todo lo que he sentido de manera sencilla: DIVERSIÓN.