Las motos son un aliciente en las películas de acción casi imprescindible. Y por alguna extraña razón les ocurre como a los gatos, que suelen protagonizar el papel de villanos. Si bien es cierto que en algunas sirve para que el protagonista escape, normalmente son las perseguidoras y no las perseguidas. En la nueva película de la saga de Fast & Furious, Hobbs & Shaw, también acompañan al villano.
Dos son los modelos que han utilizado. Por un lado una Triumph Speed Triple y, por otro, una KTM 990 Super Duke (sí, sí, la primera Super Duke de los austriacos). Transformadas para la ocasión y luciendo un aspecto oscuro, lo más sorprendente es lo que puede hacer la montura británica: pivotar sobre dos ejes longitudinales a la altura de la pipa de la dirección y el subchasis. ¿No os lo creéis? Atentos:
Efectivamente. La moto es capaz de modificar completamente su aspecto y geometría en función de las necesidades. Por supuesto, tiene la posibilidad de pilotarse de forma autónoma y desafiar a las (hasta ese momento) leyes físicas establecidas.
Milagros del CGI pero seguramente si a alguien que dejó de ir en moto en los años 60 le contamos de lo que son capaces de hacer las motos, alucinaría. Tanto lo que ya incorporan como las posibilidades futuras, con motos que ya son capaces de conducirse solas e incluso mantenerse verticales sin intervención del conductor.
Como a estas personas, igual lo que nos parece imposible ahora, en un futuro a medio plazo se convierte en realidad. Y entonces seremos nosotros los que nos quedaremos con la boca abierta. Pero bueno, no os queremos destripar más momentos épicos de la película en una saga en la que, a excepción de Tokyo Drift (curiosamente la más criticada) y la primera, las maniobras inverosímiles y los saltos imposibles son una constante.