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El día de la marmota

Permitidme que para esta ocasión, con motivo de la última columna del año, os hable un poco de cómo se vive el final de temporada desde fuera de la pista. Para los que estamos todo el año de aquí para allá, el último Gran Premio de la temporada es como un fin de fiesta.

Por delante esperan unos meses de calma relativa; hay menos viajes, menos actividad, pero siempre hay algo que hacer. El final de este año ha sido realmente apasionante, y desde mi punto de vista, mucho más intenso y emocionante que el que vivimos en 2013. En aquella ocasión había dos títulos en juego, pero sabíamos que los dos se quedaban en casa, así que fue emocionante, pero no tenso.

En cambio, este año, hemos vivido el final de temporada con el corazón en un puño. Y lo mejor de todo, independientemente de que Alex Márquez sea el campeón de Moto3 y sea uno de los nuestros, es que se ha coronado en una carrera vibrante como pocas, con lecciones de pilotaje. Hubo de todo, hasta momentos duros, pero dentro de lo razonable. Fue motociclismo en estado puro.

Los periodistas lo vivimos con la misma pasión que se puede vivir en la grada, o desde el salón de casa. Unos lo exteriorizan más que otros, pero cada maniobra, cada frenada, cada adelantamiento, se jalea y se acompaña con todo tipo de interjecciones: ¡uy!, ¡hala!, ¡uf!, ¡ay!… La sala de prensa fue un sinvivir en algunos momentos. Con esto quiero deciros que nosotros, desde la privilegiada posición que disfrutamos, le ponemos la misma pasión que cualquiera. Eso no quita que en cualquier cruce de conversaciones con otros colegas la frase recurrente fuera, venga, que ya solo nos queda esta. Yo, afortunadamente, no viajo a los 18 Grandes Premios (bastante tengo con compaginar unos cuantos G.P., alguna de SBK y varias del CEV…), pero muchos de mis amigos llevan muchos años metidos en este circo, apasionante pero agotador, y según pasan los años pesa más este ir y venir. Por eso la última del año tiene un tintineo especial. Y cuando se remata con el extraordinario espectáculo que disfrutamos en el Circuit Ricardo Tormo, mejor que mejor.

Muchos os preguntaréis como es un final de temporada, si hay fiestas, o algún tipo de celebración. Verdaderamente, en el “paddock” se respiraba un ambiente muy distendido. El sábado por la noche las calles del “paddock” no se distinguían en nada de cualquier centro urbano donde se agolpan los garitos de moda. En Marc VDS había música en directo, con un escenario de cara al “paddock” (el domingo temprano, los operarios del Circuit se afanaban en limpiar y poner en orden esa zona), y la mayoría de los “hospitalities” estaban repletos de invitados. Un ambiente bullicioso y festivo se extendía por todos los rincones. Parecía un pueblo de fiesta mayor.

Y luego, el domingo, tras la ceremonia oficial de entrega de diplomas, premios y distinciones, cada uno se organizó su celebración, y ahí sí que se dio rienda suelta a la fiesta. Y hubo de todo, muy divertido, como os podéis imaginar, pero… hasta aquí puedo contar. Como dijo no sé quien: Lo que sucede en Las Vegas se queda en Las Vegas.

No todos los periodistas tienen la oportunidad de llegar a esas fiestas. Durante mi larga etapa en un semanario especializado, siempre asistí al largo peregrinar de los que se despedían camino de la juerga mientras mis compañeros y yo nos afanábamos en terminar el cierre. Y ya, con la medianoche ampliamente superada, después de más de 18 horas de trabajo, no teníamos el cuerpo para fiestas. El momento de poner el punto final a una temporada, cuando se adjunta el último documento a un correo y se pulsa la mágica tecla, enviar, es casi místico. Sinceramente, es mucho más terrenal. ¡Ya está! ¡A la mierda 2014!.

Pero a la mañana siguiente, tambaleante y algo dubitativo regresas a la sala de prensa con sensación de haber sido arrollado. Enciendes el ordenador, entras en tu directorio y abres una nueva carpeta: “MotoGP 2015”. Y casi te echas a llorar. Sólo falta que Bill Murray se siente a tu lado y te grite: ¡Hoy es el día de la marmota!.

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