Hace unos años, antes de que Johann Zarco fuera campeón del mundo, mucha gente seguía criticándole por aquellas maniobras que protagonizó en 2011, cuando sacó de pista a Nico Terol en la recta de Montmeló, o cuando intentó agarrarle del manillar en Misano. Pero un buen amigo, que fue manager de varios pilotos españoles, entre ellos un campeón del mundo, me habló muy bien de él. Lo elogió por su carácter y su inteligencia, y me anunció que llegaría lejos en el Mundial. Tenía toda la razón.
Zarco es un tipo humilde y trabajador, con una sencillez arrebatadora. El pasado jueves fue invitado a la rueda de prensa de MotoGP al confirmarse su fichaje por Yamaha Tech 3, y fue curioso encontrarlo allí, junto a Jack Miller, bromeando ante todos de una forma divertida y sencilla: “Soy el único que no tiene gorra, a mí también me gustaría tener una gorra como las vuestras; bueno, no importa, seguro que el año que viene tengo una”, dijo. Miller se ofreció a dejarle la suya, o una “con florecitas”, le dijo el australiano. Buen ambiente entre gente sana, eso es lo que hace falta en el “paddock” de MotoGP.
Zarco se quedó un año más en Moto2 con la intención de luchar por una segunda corona en la categoría. Y aunque las cosas no empezaron demasiado bien para él, poco a poco Zarco ha enderezado la temporada y ahora, en el ecuador del campeonato, el francés lidera con 25 puntos de ventaja, una renta notable.
Zarco se ha quedado en Moto2 con la intención de revalidar su corona. Si lo consigue, sería algo histórico. Nadie lo ha logrado hasta ahora
Pero más importante que es diferencia de la que disfruta, lo importante es ver la actitud con la que afronta las carreras y la seguridad que demuestra. Tiene una forma de correr peculiar. Él se marca su ritmo, no enloquece en las primeras vueltas, deja que la carrera se estabilice y entonces ataca, con una efectividad demoledora en la parte final de la carrera. Los demás aspirantes al título se han ido quedando por el camino. Ni Alex Rins ni Sam Lowes han mostrado la solidez que atesora Zarco, y su rendimiento en lo que llevamos de temporada está repleto de altibajos. Zarco sólo ha tenido un mal día, precisamente en casa, en Le Mans, dejando a un lado la locura de la carrera de Qatar, en la que todos los favoritos fueron penalizados por el incidente de la salida.
Ahora hay que pensar seriamente en que Zarco puede revalidar la corona de Moto2, y eso sería un hecho histórico, porque ninguno de los anteriores campeones lo consiguió. Todos, salvo Tito Rabat, prefirieron dar el salto directamente a MotoGP. Zarco no. Se quedó para defender su corona, y hasta el momento lo está haciendo de maravilla. En 2017 le llegará el momento de MotoGP, y lo va a hacer arropado por Tech 3, la escudería francesa más importante del campeonato.
Gane el título o no, Zarco se va a convertir en el mejor piloto francés de la historia: ya va por los 13 triunfos (sólo le supera el campeón del mundo de sidecares Alain Michel, con 18 victorias), y en cierto modo su forma de hacer las cosas entronca directamente con los pilotos de la vieja escuela. Su forma de hablar pausada, sus esfuerzos por expresarse en tu idioma cuando habla contigo (te habla en español si eres español; en italiano, en inglés…) no es algo habitual en algunos. Por ejemplo, los nuestros sí lo hacen: Lorenzo y Márquez responden en italiano si les pregunta un italiano, salvo en las ruedas de prensa oficiales donde el idioma es el inglés, evidentemente.
Y luego está ese carácter fuerte que tiene, esa personalidad. Fue invitado por Suzuki a probar su MotoGP y había pactado correr con el equipo Yoshimura en las Ocho Horas de Suzuka. Todo ello formaba parte de su proceso negociador con Suzuki para hacerse un hueco en MotoGP la próxima temporada, pero cuando la marca japonesa confirmó el fichaje de Alex Rins, Zarco no se anduvo por las ramas: canceló su compromiso para las Ocho Horas de Suzuka.
Sí, es un piloto de la vieja escuela, sin manager, sin redes sociales, sin una corte que le siga, solo Laurent Fellon, su hombre de confianza, con el que lleva trabajando desde hace 12 años. Su única concesión al “show” de MotoGP es esa costumbre tan particular de celebrar la victoria con un salto mortal desde el muro. Siempre que gana lo hace, salvo en una ocasión: rompió su rutina en homenaje a Luis Salom.
