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¿Estamos tontos, o qué?

Fotos: Motogp.com
La situación a la que hemos llegado con la masificación de los eventos, la falta de educación y cultura deportiva, y el mal uso de las redes sociales, nos ha llevado a la absurda campaña que se ha generado contra Valentino Rossi y el supuesto atropello de una espectadora en el paddock de Cheste.

Sirvan de aviso estas primeras líneas. Este texto refleja el estado de estupor de un ya veterano periodista (28 años de profesión), que ha sido testigo de cómo ha cambiado la actitud de los aficionados a este deporte y cómo ha cambiado la profesión. Es una reflexión, personal y en voz alta, contra los indocumentados que con su comportamiento complican el trabajo de muchos, pero también contra esos otros indocumentados que asaltan las redacciones de los medios de comunicación, arrogándose el derecho a decidir qué es verdaderamente noticiable.

Se ha orquestado una absurda campaña viral, al borde de la estupidez, contra Valentino Rossi, a quien acusan de haber arrollado a una espectadora en el “paddock” de Cheste el sábado por la tarde. Se vean como se vean las imágenes, no son más que el reflejo de un “paddock” saturado por muchas personas que no se comportan con educación, y que no muestran el más mínimo respeto por los profesionales que allí trabajan, empezando por los pilotos, los equipos, periodistas, fotógrafos y demás personal involucrado en la organización de un Gran Premio.

Se mire como se mire, Rossi no arrolla a nadie. Es la aficionada, palo de “selfie” en mano, la que no se comporta adecuadamente ni muestra la debida precaución al moverse en un entorno en el que está rodeada de más personas. Es una cuestión de mera educación. Y de respeto. No puedo olvidar la extraordinaria impresión que me dejaron los aficionados británicos en el Tourist Trophy, que formaban fila de forma espontánea y ordenada, para pedir autógrafos a John McGuinness, el Rossi del TT, mostrando absoluto respeto y veneración sin arrojarse encima de él, agarrarle, gritarle o increparle, o cualquier otra muestra de aprecio mal expresado.

Alguien lo grabó y se ha querido ganar fama y gloria subiéndolo a las redes, seguramente para vacilar ante los suyos con los millones de “clics” conseguidos, para ser el protagonista del día en la charla del bar, para tener sus quince minutos de gloria. Pues, qué le aprovechen.

Cada uno es libre de hacer lo que considere, y no voy a ser yo quien ponga freno a la libertad de expresión, por penoso que pueda resultar como estamos viendo. Precisamente por eso decido no callarme y decir lo que pienso. Pero hay cosas que superan la lógica. No puedo con ello. No me entra en la cabeza que los periodistas profesionales que estamos trabajando en las carreras no podamos utilizar libremente los medios que la tecnología actual pone a nuestra disposición para realizar un trabajo en pro de este deporte, como es informar sobre lo que sucede en una Gran Premio. A nosotros no nos está permitido grabar vídeos con nuestros teléfonos en los circuitos, no podemos hacer una grabación dentro del recinto para nuestros medios, no podemos aportar un vídeo como complemento a nuestras informaciones. No sin pagar derechos a Dorna. Lo entiendo. Pero cualquier indocumentado puede subir a la red un documento ignominioso, e insultar a un deportista. Es la libertad de expresión.

Lo que me resulta detestable es que los medios de comunicación entren en el juego. La servidumbre que, desgraciadamente, tiene actualmente esta bendita profesión con respecto a las redes sociales, hace que estemos perdiendo completamente el norte. Los periodistas somos el último mono de la redacción. Los que mandan son los SEO, esos que nos dan lecciones sobre lo que es noticiable y lo que no, imponiendo su dictadura a base de “clics”. Subir el vídeo de Rossi y la señora del “selfie” seguro que ha generado millones de “clics”, millones de visitas. Y cuantas más visitas haya, los profesionales que estamos en las carreras (o en cualquier otro ámbito periodístico, porque este mal es común a todos), que intentamos transmitir el alma de esta competición, la cultura de la moto, que ofrecemos un contacto directo con lo que sucede allá donde sea, nos vamos haciendo más y más pequeños, menos importantes y prescindibles.

Seremos más y más pequeños, hasta que un día nadie vendrá a las carreras y nadie contará la verdad. Y entonces os tendréis que conformar con los chismes que se sueltan en las redes, desde cualquier lugar, sin contrastar, ignorando el pasado y el presente, viviendo sólo el momento del paso fugaz de una estrella por un paddock atiborrado de caminantes que no ven y no conocen nada.

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