Un scooter, una fiesta, una rampa improvisada, una piscina y una “copia” barata de Evel Knievel ¿qué puede salir mal? Quizás esa pregunta nunca se la hicieron ni el protagonista del vídeo ni, tampoco, quienes estaban con él. Nos trasladamos hasta el patio trasero de una casa para ver todo lo que no hay que hacer si uno quiere dedicarse a esto del stunt y de los saltos…
Para la práctica de cualquier “show” lo primero que hay que tener en cuenta es la seguridad y mira que hemos visto el vídeo pero no encontramos nada de eso por ningún lado. El valiente protagonista va en bañador y… eso es todo lo que lleva encima (además de unas cuantas cervezas aparentemente). No hablamos ya de protecciones como guantes, botas… ¡es que no lleva ni un triste casco!
Luego está el recorrido que cuenta con una pequeña inclinación (ideal para ganar velocidad con un ciclomotor sobre la hierba) y justo aparece una de las rampas más cutres que uno se puede imaginar delante de una piscina hinchable. Solamente ese montaje ya es digno de exponerse en algún museo de arte contemporáneo, un palé, un tablón para que no se cuele la rueda y unas traviesas en el suelo para sujetar todo ¡poesía pura!
Pero cuando crees que la zona de lanzamiento es cuestionable el vídeo avanza y pasa lo que tenía que pasar y es que la zona de aterrizaje es un metro y medio tras la piscina y un tendedero. Esa aparición es tan imprevista como vital para terminar de darle el toque “chanante” que tiene toda la escena. No hay tiempo para la reacción y el golpe es inevitable, eso sí, después de dejarse la espalda en la recepción que no es más que el suelo. Ahora bien, lo creas o no ese poste evitó un desastre mayor y es que el espectador más VIP de toda esta exhibición estaba justo detrás del poste que evita el atropello y que se derramase la cerveza que llevaba en la mano.
Todo ello ante la atenta mirada de quienes, desde otra piscina, graban. Al final va a ser que sí se parecía a un evento de Evel, hubo moto, emoción, caída, piscinas y alcohol, lo mismo que en Las Vegas pero en plan cutre. Ahora en serio, las motos no son un juguete por pequeñas que sean y solo la suerte hizo que esta bobada no acabase de una manera muy seria. ¿Acaso merece la pena por jugarse la vida por unas risas?