Una de las grandes apuestas de la DGT para controlar las acciones de motoristas fue la incursión de motos camufladas dentro de su parque móvil. A los coches, furgonetas, helicópteros y camiones se sumaban las motos buscando pasar desapercibidas, especialmente, en el entorno en el que las motos sean predominantes.
Pero la realidad según relata la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) es bien diferente a lo que se podría esperar con motos camufladas que, en muchos casos, tienen cerca de década y media de uso y entre 150.000 y 200.000 kilómetros.
De hecho, la AEGC denuncia que muchas de las motos integradas han sido directamente sacadas del servicio regular, quitadas las pegatinas y han vuelto a salir a la carretera sin recibir siquiera una mano de pintura. Se trata de las BMW habituales que emplea la Guardia Civil, por lo que son fácilmente reconocibles.
Sí es cierto que se han incorporado motos nuevas al servicio, concretamente BMW R 1150 RT y las Honda ST 1300 Pan European, y estas sí que son cien por cien motos camufladas que pasan desapercibidas.
Además de las motos camufladas, al AEGC recuerda que siguen sin recibir los chalecos
Pero además de los problemas con estas motos camufladas que podríamos denominar de segunda mano, la Asociación Española de Guardias Civiles también denuncia que los agentes al ir camuflados y sin uniforme también se enfrentan a problemas con los conductores que no los respetan como tales en un principio.
Este riesgo se suma al de seguir sin contar con los chalecos con airbag que podrían protegerles en caso de accidente y que siguen esperando tras dos años. También informan de que, por el momento, no conocen los planes para que se implanten.
Así pues, la situación a la que se enfrentan los Guardias Civiles de Tráfico que circulan en motos camufladas es todavía más compleja que cuando lo hacen en las motos de patrulla. Un tratamiento cuestionable por parte de un cuerpo que, a pesar de las controversias, es vital para mantener la seguridad en nuestras carreteras.