¿Es el vehículo eléctrico tan ecológico como lo pintan? Si hablamos en términos específicos de funcionamiento, sí, ya que no emite emisiones de CO₂ a la atmosfera y además no precisa del uso de ningún tipo de carburante fósil a la hora de moverse. Esto es una obviedad, sin duda, pero hay que dejarlo claro para todos aquellos que aún se muestran escépticos en este sentido. Ahora bien, otra cosa bien distinta es el proceso que conlleva la fabricación de dicho vehículo, y aquí es cuando el asunto toma otro cariz bien distinto.
El motivo es simple y muy bien explicado en un informe llevado a cabo por la Universidad de California, que recientemente hemos conocido por el compañeros de Visor Down: La extracción del litio. Este proceso, de momento indivisible dentro de la fabricación de un vehículo eléctrico, parece ser que está produciendo “daños sociales y ambientales a gran escala”. El problema es que, según el estudio, la actividad minera puede producir un aumento en la intensidad de la sequía y reducciones en la biodiversidad.
Según algunos datos oficiales que manejan en la actualidad «En los Estados Unidos específicamente, el 79 por ciento de los depósitos de litio conocidos se encuentran dentro de las 35 millas de las reservas de los nativos americanos». A ello hay que sumarle que en la mayoría de ocasiones se inician los trabajos de extracción de del valioso metal sin permisos de ningún tipo. Esto está trayendo problemas muy serios con la población del lugar que se quejan de manera constante de estas prácticas.
Otros datos que dan para pensar son, por ejemplo, la cantidad de agua que precisa una explotación de litio para ser rentable anualmente. Recurriendo nuevamente al informe se arroja una cifra similar a la que consumen 15.000 hogares estadounidenses en el mismo plazo de tiempo, un año. Si supuestamente estamos enfrentándonos a rachas de sequía nunca antes vistas, aunque los datos contrastados no opinan igual, ¿por qué se permiten este tipo de prácticas mineras? Así que el mismo estudio propone la reducción de los elementos que portan litio dentro del sector de la movilidad. También la disminución de su tamaño.
Además, el propio texto (ahora viene lo bueno), aboga por cambiar el modelo de movilidad actual, (¿nos suena esto de algo?), haciendo un uso mayor del transporte público y disminuyendo el número de vehículos en términos generales, que estén en manos de propiedad privada. Para ello proponen tener un porcentaje mayor de población en lugares más pequeños o despoblados, y maximizar la capacidad de cada vehículo para el transporte personal. Es decir que haya una moto o un coche cada X vecinos, y vayamos todos juntos a la vez de manera ordenada y coordinada.
A este respecto concluye el estudio: “Nuestros hallazgos muestran que reducir la dependencia de los vehículos privados, densificar los suburbios de baja densidad y permitir que más personas vivan en espacios urbanos de alta densidad existentes, y mejorar la eficiencia de los vehículos eléctricos y reducir el tamaño de las baterías son las vías más efectivas, para reducir la demanda futura de litio”. En definitiva, que todos y cada uno de nosotros cedamos nuestra independencia y libertad de movimiento en aras de un sistema comunal y por el bien del medio ambiente. Y por supuesto asumir la pérdida material, al proponerse la desaparición de buena parte del parque móvil privado.