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Crónica de una caída anunciada

Fotos: Repsol Media
Dudo que alguien se sorprendiera por el desenlace de la carrera de Marc Márquez, un resultado que el propio Marc se encargó de anticipar el sábado: "Vengo toda la temporada arriesgando y aquí no va a ser menos", dijo. Y cumplió su palabra.

Este pobre escribiente lleva viendo carreras desde hace mucho tiempo, pero no recuerdo haber visto a alguien con el temperamento y la actitud de Marc Márquez, cuyo carácter ambicioso y ganador no concibe otra posición que el primer puesto, aunque esta cualidad, tan positiva en otras circunstancias, se vuelva en su contra en la actual coyuntura. Es la única explicación que encuentro a su carrera de ayer en Cataluña, donde enterró cualquier opción, ya remota, al título 2015.

Francamente, me siento decepcionado con su carrera porque, desde mi modesta opinión, tan buen o tan mala como cualquier otra, en esta ocasión ha sido poco inteligente. Márquez tiene que aprender a no ganar y a dar valor a todos los resultados en función de sus circunstancias, e incluso aprender a perder.

Me encanta ese Márquez que siempre lo da todo, pero creo que es importante que aprenda a tomar conciencia de sus propios límites y a aceptar que, en ocasiones, no puede ser el mejor ni el más rápido. Lo digo, en primer lugar, por su propia salud, porque tienta en exceso a la suerte, y en este deporte eso puede llegar a ser muy, muy peligroso. Su ambición desmedida me da miedo.

Sin embargo, no ha sido una sorpresa lo sucedido en Montmeló. La suya ha sido una crónica de una caída anunciada. “Vengo toda la temporada arriesgando y aquí no va a ser menos. Pero tampoco se puede fallar más. Pero aquí en casa toca de nuevo arriesgar”, dijo el sábado por la tarde, tras quedarse fuera de la primera línea.

Márquez necesita llevar su moto hasta la meta.

Y ayer, dos horas después de irse al suelo en la curva 10, y tras haber visto la carrera repetida en su “motorhome”, Márquez mantenía la misma actitud: No me arrepiento de nada. Lo importante es entender lo que ha pasado. Cuando después estás sentado en el sofá viendo la carrera, ves que la tercera posición se podría haber conseguido. Yo me veía con posibilidades, lo he dado todo y he arriesgado”, reconocía Márquez.

En cierto modo, es una actitud lógica de un piloto, es lo que se espera de él, que lo dé todo. Pero quizás no estaría de más que alguien dentro del su equipo le mostrara una perspectiva diferente. Quizás Marc no sea capaz de admitir que a veces ser segundo o tercero es una victoria en un día como el de ayer.

Márquez necesita terminar carreras para obtener una información completa sobre el rendimiento de su moto, porque de momento es el piloto de fábrica que menos kilómetros ha cubierto en carrera en lo que llevamos de temporada. En entrenamientos se avanza poco, porque la mecánica de las sesiones obliga a trabajar en la moto teniendo un ojo encima de la tabla de tiempos, no sea que cualquier incidencia haga te mande a la Q1, como le pasó a Márquez en Mugello. La información que se recaba en carrera es valiosísima, la más veraz de todas. Y Márquez ha cubierto en las dos últimas carreras sólo 104 km de los 238 programados.

Es el momento de imponer la razón sobre el corazón, por más que este sea un deporte pasional como pocos, donde la racionalidad es frecuentemente menospreciada. No es tiempo de heroicidades, es el momento de imponer el sentido común por encima de la épica de las carreras.

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