Que a día de hoy una moto con casi 20 años a sus espaldas, como es la Suzuki RM250 de 2006, sea la protagonista de un vídeo ,ya es suficiente aliciente como para proceder a darle al play. Nunca nos hemos ocultado y aunque nos encantan los últimos avances tecnológicos y el trabajo que hacen las marcas para avanzar tanto en prestaciones como en seguridad, las dos tiempos tienen mucho hueco en nuestro corazoncito.
Pero es que la Suzuki RM250 no se conduce sola y es que a sus mandos está Carson Brown, capaz de pilotarla como los ángeles, demostrando lo que es capaz de hacer una moto de hace dos décadas y con una tecnología que hoy se considera obsoleta, o solamente para los románticos.
Ver la manera en la que Brown hace auténticas diabluras con la Suzuki RM250, que por cierto lleva el frontal de enduro, ya es suficiente para que merezca la pena disfrutar del vídeo porque, además, la banda sonora es sublime. Escuchar el motor monocilíndrico de dos tiempos dándolo todo es un espectáculo para los oídos.
Y ya terminando de rematar la jugada aparece Carson Storch, que en vez de volar con una moto lo hace con una bici. No es la primera vez que vemos un moto-bici, pero los saltos cruzados, las acrobacias, lo cerca que pasan entre ellos y las plantas y los planos son perfectos. Poco más de dos minutos y medio de pura magia.
El detrás de pantalla del dúo Suzuki RM250 Vs bici muestra la cruda realidad
Aunque lo más curioso de este vídeo no es el propio vídeo en sí, sino que el cómo se hizo es un reflejo de lo que nunca vemos cuando todo es perfecto. Estamos acostumbrados a ver el resultado final, alguna vez hemos visto los intentos, pero lo raro es ver cómo se prepara todo y este vídeo nos da la oportunidad.
Frente a los dos minutos y pico, casi un cuarto de hora con Stroch y Brown repasando todo y yendo atrás en el tiempo para ver todo el trabajo, duro trabajo, que lleva detrás de sí todo. Semanas de preparación para un vídeo con muchas personas y máquinas trabajando y cambiando el terreno.
Y todo eso sin ver el papeleo y todas las demás cosas que hay detrás, pero que dejan claro que detrás de un vídeo chulo o una foto llamativa hay muchísimo más trabajo de lo que uno puede imaginarse. Ahora ya sabes porque una «latita» de refresco de 25 centilitros cuesta casi un euro y medio. Todo esto hay que pagarlo, que las “alas” no salen gratis…