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El Señor Dall’Igna, un caballero italiano

Después de las últimas situaciones vividas y sufridas por el motociclismo, pasando a ser por desgracia la portada de todos los medios dedicados a la información general, el Mundial de MotoGP también protagoniza gestos y detalles que ensalzan la grandeza de este deporte y que, desafortunadamente, se hace poco hincapié sobre ellos. Hoy quiero llamar la atención del lector sobre uno de los más discretos y sin embargo más significativos vividos en el pasado Gran Premio de Japón.

Ciertamente, y por decirlo del modo menos gravoso posible, los italianos han cargado en notables casos, a lo largo de la historia del deporte, con una de las imágenes menos limpias. Tradicionalmente se decía, por ejemplo, que si no se llegaba con más de diez puntos de ventaja a los últimos tres minutos de un partido de baloncesto contra un equipo italiano, se perdería seguro, porque los árbitros terminarían apabullados con las tretas y los subterfugios del rival.

Y ya ciñéndonos a nuestra pasión por las dos ruedas, no hace falta recordar la última jugarreta de un piloto italiano sobre la pista: Precisamente a raíz de ella, le tocó a un servidor elaborar un especial para recopilar algunas de las escaramuzas y suciedades sufridas por el motociclismo a lo largo de su historia reciente. Y sí, efectivamente, más de una de ellas había sido ejecutada por un piloto transalpino.

Pero por otro lado, también son tan dignas de destacar, o más si cabe, las notas de caballerosidad protagonizadas por algún piloto italiano o por algún personaje de aquel país que, de una forma competitiva, participe en las carreras. Más aun, desde luego, si se trata de celebridades y campeones que sirven como representantes a propios y extraños de la caballerosidad italiana. Le vienen a un servidor a la memoria los ejemplos del campeonísimo Agostini o del expiloto, y team manager en la actualidad, Lucio Chechinello. Hay más, sin duda, y ruego al lector que me disculpe, más aun si es italiano, por no reflejarlos en esta modesta columna.

Los pilotos Ducati con el Señor Dall´Igna

Ha sido ahora el señor Gigi Dall´Igna, y digo “señor” exactamente porque es la imagen que transmite: La de todo un Señor…, el señor Gigi Dall´Igna, decía, muestra permanente de la discreción sobre el trabajo más abnegado y entregado, protagonizó el pasado domingo un detalle más que digno de mención, un detalle que merece resaltarse y que distingue a los Grandes Caballeros del Deporte.

Apenas había transcurrido vuelta y media desde que nuestro protagonista sufriera la gran desilusión de las últimas semanas con la caída inesperada de su piloto, Marc Márquez cruzaba la línea de meta, logrando así su séptimo título mundial. El señor Dall´Igna se levantó entonces, casi catapultado por un resorte, de ese asiento en el que sufre más que un entrenador de fútbol, y se dirigió con paso firme y buena zancada hacia la franja del muro que quedaba justo enfrente del box de sus rivales.

Allí fue el primero en felicitar, uno a uno, a los miembros del equipo Honda, que le devolvían el gesto, algunos, con un abrazo sentido en medio de su euforia. Hasta ahí algo de recibo, algo natural y un gesto regido por los cánones tácitos del deporte. Sin embargo el detalle más significativo de este visaje se subraya en que el señor Dall´Igna se dirigía a sus implacables rivales con una mirada que nada tenía que ver con la obligación de un acto protocolario, tácito o no tácito. Muy al contrario, los ojos del italiano transmitían una sinceridad que se veía motivada, lo mismo que su gesto, por un impulso que seguramente emergía de su interior, desde alguno de esos elevados principios que rigen las acciones y encauzan las emociones de todo gran deportista. En medio de la decepción y bajo el peso de la resignación, el reconocimiento sincero al vencedor ha representado siempre la grandeza del deporte; y si es profundamente sincera, ¡para qué más!

Pensativo, como en muchos momentos, el Señor Dall´Igna

Tal vez algún lector quiera ver ahora la actitud y el gesto del señor Dall´Igna como la excepción que confirma una regla poco limpia en los deportistas italianos. No será un servidor quien le contradiga, pero sí quisiera llamar la atención y aplaudir lo positivo de esta circunstancia, animando también al aplauso de ese lector, para que al final sea lo único que veamos en el motociclismo, cegando con su resplandor las situaciones sucias y oscuras que alguna que otra vez, por desgracia, toman todo el protagonismo para ensombrecer este bendito deporte.

Márquez fue el ganador, el gran campeón; pero el equipo Ducati, el equipo italiano, también ganó el pasado domingo en la dignidad y en la deportividad representadas por su director técnico, seguro que en nombre de toda la squadra boloñesa.

Enhorabuena, señor Dall´Igna.

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