Así me lo enseñaron, así lo he vivido y así lo he querido transmitir siempre. En estos días que nos ha tocado vivir, en los que la crispación política y social está avanzando peligrosamente en todos los aspectos de la sociedad, hasta algo como la moto, parece contaminado. La moto, que siempre había sido un modelo de concordia y de unificación, un mundo sin colores en el que, al calor de una hoguera de cualquier concentración, se reunían un empresario con un mensajero sin tener ni la menor idea de a qué se dedicaban. O a quién votaban, o en el barrio en el que vivían. Su piel iba revestida de cuero y había una moto a su lado: eso era lo único importante.
Pero los tiempos están cambiando y no precisamente para mejor. Llevo observando últimamente la proliferación de grupos de “moteros”, aquí sí que empleo esa palabra que detesto por sectaria («motociclista» es quien practica el motociclismo), y estos grupos adoptan nombres con claras referencias políticas y se adornan con parafernalia y miscelánea de la misma índole. Y con esto ya no trago. Esto es un deporte.
Mezclar motociclismo y política es enturbiar uno de los pocos reductos de concordia y hermandad que nos quedaban.
Tengo claro que esta columna me traerá consecuencias y me pondrá a mucha gente en contra, pero a estas alturas del baile, sinceramente me la pela. Le he dado muchas vueltas, antes de escribir esta BarrYcada, sopesando los pros y los contras, y francamente los últimos superan con creces a los primeros. Pero como el que calla otorga, no pienso otorgar ni un metro en nada que pueda atacar al mundo de la moto.
Manifestaciones convocadas por un partido político en las que había más motos que una contra los guardarraíles. Quedadas por la “unidad territorial”, disfrazadas de hermanamiento, pero que no esconden una clara reivindicación política, todo esto lo estamos viendo en estos días.
Por supuesto que me parece estupendo que cada uno defienda sus ideas, yo tengo las mías y nunca me cortado en expresarlas de forma particular, dando leña o alabando a quien estuviese en el poder, si así mi conciencia me lo exigía. Pero como ciudadano, no como motociclista. Jamás he utilizado el mundo de la moto como catalizador para ninguna cuestión fuera de su mero ámbito deportivo y lúdico.
Prostituir el motociclismo con la política, solamente traerá consecuencias negativas. Utilizar la bandera como signo de diferenciación, es precisamente lo contrario a todo lo que debe representar.
A lo largo de mi carrera, he tenido el honor de participar en eventos internacionales dentro del Equipo Nacional de Turismo de la RFME, y he ondeado la bandera española junto a mis compañeros, representando al motociclismo español. En ese equipo, había gente de toda índole socioeconómica y pensamiento. Y ni un puto problema nunca. Porque se estaba utilizando correctamente, que es en mi opinión, para honrarla y para defenderla.
Esas otras manifestaciones, no aportan. No ayudan. Solamente dividen, enervan y caldean más el ambiente. Con esto no estoy apoyando al gobierno, ni a ningún partido político. No seré yo el que los defienda. Lo que pretendo transmitir es que mezclar “churras con merinas”, motociclismo con política, es enturbiar uno de los pocos reductos de concordia y hermandad que nos quedaban.