Nueva campaña de la Dirección General de Tráfico para que los conductores españoles vayan más despacio. La hacen aprovechando el cambio de normativa en la velocidad máxima legal: a partir del 29 de enero, entra en vigor la limitación genérica a 90 km/h para todas las vías secundarias. Realmente, la cantidad de carreteras secundarias con arcenes de más de metro y medio, en las que el límite era 100 km/h, es escasa: se trata de una medida más bien propagandística. O quizás “prepara” una nueva limitación genérica si en estas carreteras no disminuyen los accidentes, para dejarla en solo 80 km/h como ha ocurrido en Francia (no sin polémica).
La campaña de la DGT se centra en varios aspectos para justificar la reducción de esos 10 km/h (insistimos, en una pequeña parte de la red de carreteras). Según ellos el exceso de velocidad puede provocar la pérdida de control del vehículo, una salida de vía, o una invasión del carril contrario. Las dos primeras circunstancias son temidas por los motoristas (y por desgracia una de las causas de accidentes cuando no hay otro vehículo implicado). La tercera más que temida es la pesadilla de cualquier motorista, y por desgracia ocurre a veces, provocando choques frontales de graves consecuencias.
Por otra parte la campaña también incide en las diferencias en las distancias de frenado. Se centran en los coches: un coche a 90 km/h necesita de media unos 70 metros para detenerse, pero a 100 km/h necesita otra docena de metros. De ahí el eslógan “14 metros de nada son una gran diferencia” y representan que esa distancia puede ser la diferencia entre frenar a tiempo para evitar un obstáculo, o impactar contra él.
En moto las distancias medias de frenado son más cortas : 40 metros a 90 km/h y unos 46 metros a 100 km/h, pero esos pocos metros también pueden ser la diferencia entre el susto y algo peor. Hay que tener en cuenta que con asfalto mojado o resbaladizo estas distancias pueden duplicarse, y que los metros de diferencia según la velocidad aumentan más: conviene tener un ojo en el velocímetro, además de por seguridad porque los radares esperan donde menos se lo espera uno (y hasta que alguien lo arregle, también donde menos peligro hay).
