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Motos, sudor y África: pura narrativa viajera

Barcelona-Angola en moto
Fotos: Ricardo Fité
El motoviajero Ricardo Fité nos presenta su tercer libro "Motos, sudor y África" (Editorial Diëresis), o lo que es lo mismo, su apasionante aventura Barcelona-Angola durante el verano de 2018 a lomos de una Yamaha XT 600 de 1991.

Tras No le digas a la mama que me he ido a Mongolia en moto (anima a viajar en moto sin muchos recursos) y Cinco Veranos en Moto (a lomos de una Honda CB750 de 1993), el barcelonés Ricardo Fité nos sorprende con Motos, sudor y África, un libro que narra un completo viaje entre su ciudad y Angola con una XT 600, los tropiezos con la policía por el continente africano, los encuentros con los locales y todo tipo de dificultades a las que se vio expuesto en tan intenso periplo.

El libro consta de 227 páginas distribuidas en un prólogo de Carlos Checa, nota del autor (La caja negra de las motos), cinco capítulos (¡Que le corten la cabeza!, Estación Sahara, Rutas de Fuego, La Presión del Aire, Soñando de Dos en Dos), cierre (Casi libre), epílogo (La cara de África) de Nicolás Jarne y biografía del autor, además de una treintena de fotografías a color realizadas durante el viaje.

A sus 47 años, Ricardo Fité González es licenciado en Educación Física (INEFC) por la Universidad de Barcelona, cinturón negro de judo y un auténtico friki del Scalextric. Su primera moto de marchas fue una Yamaha SR 250 Special de segunda mano comprada a finales de los noventa y, desde entonces, ya no ha podido parar. Cada verano viaja en moto, una pasión por la que es capaz de perder hasta sus ahorros. Tras leer sus textos, tanto el ávido viajero como el lector más pausado apreciarán que lo mejor de la experiencia vivida no son los paisajes, los monumentos o las hazañas logradas, sino las personas que aparecen en el camino.

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«Colgué y miré hacia la Yamaha. El mecánico que antes mordía los cables ahora estaba subido a ella y alentaba a la muchedumbre a que le empujaran para arrancarla. Me vio acercarme y también me gritó. Y sin dudarlo le obedecimos. No era el mejor líder pero qué diantre, ya le aceptábamos como tal. Tras recorrer unos cien metros la Yamaha volvió a la vida”. La aguantaron encendida dándole pequeños acelerones y me subí, pero al instante todos se pusieron a insultarme y zarandearme porque creían que me marchaba sin pagarles. Traté de mantener la calma como pude en aquel repentino tumulto. Apliqué todos los recursos que tengo como profesor. Hablé pausado al tiempo que me puse a repartir dinero a los que consideré que habían aportado algo más que simple compañía. Y al supuesto mecánico, el que pelaba los cables con los dientes, a ese fue al que más le tuve que pagar. Cuando aceptaron nos despedimos y di gas. Ya estaba en Nigeria».

«Así es viajar en moto, a veces te parece increíble que en tan pocas horas hayan pasado tantas cosas. Con esta idea caí dormido. Me desperté a media noche. Me quité la ropa y sin importarme lo más mínimo no haberme duchado, retomé el sueño hasta el día siguiente».

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«En ese momento nada parecía venirme bien. En los hoteles imaginaba ratones, en las casas tal vez me robarían o me drogarían para quitarme algún órgano, y acampando aún me seguía sintiendo vulnerable».

«Tendrás que continuar así. Sólo podrás frenar con el de delante. Bienvenido a África. Aquí nada funciona bien del todo. ¿No querías aventura? Pues esto es aventura. Trata de ir despacio y sé prudente».

«Mira chico, a mí me lo hicieron y yo lo he hecho. Ya sé que en Europa está mal visto, pero esto es África, aquí hay poca comida y los pobres no tenemos dinero para mantener a los hijos mucho tiempo. Los ponemos a trabajar. Es así y punto. Para vosotros, los africanos somos unos salvajes porque no hacemos lo mismo que vosotros, pero te recomiendo que aceptes lo que veas y que te adaptes como puedas. Tú no vas a cambiar nada. África lleva aquí mucho más tiempo que vosotros los europeos. Te veremos irte, pero aquí todo seguirá igual».

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