Al hablar de la Macbor Johnny Be Good, es fácil evocar un viejo pensamiento, mitad musical y mitad motorista:
Las motos y el rock, el rock y las motos, dos universos de esencia muy semejante, si es que no son la misma cosa en el fondo. Dos universos que sin embargo han transitado siempre en paralelo, muy cerca, sí, pero sin llegar a tocarse.
Pero ahora, en estos tiempos de costumbres electrónicas y redes sociales, de abducción telefónica y compras a través de internet, la marca Macbor, con la entusiasta familia Bordoy a la cabeza, tal vez haya conseguido por una vez un imposible geométrico con el encuentro de esos dos universos paralelos en este nuevo modelo, la Johnny Be Good 125; una pequeña cafe racer, radical y sin concesiones, que mira con descaro al lado inglés más motorista de los sesenta.
La Johnny Be Good se encuadra en la línea clásica de Macbor, entre sus hermanas de 125, la Lord Martin, en el tipo naked, y la Eight Mile, dentro de la línea scrambler. Pero la roquera que nos ocupa en esta prueba deja expuesta claramente su clase y su esencia, antes incluso de subirnos a ella. Su manillar de dos piezas, dibujando un ángulo cerrado y anclado bajo la tija superior, marca a las claras la línea de esta coqueta creación, que nos recuerda por la sobria elegancia de su color negro en brillo, y por el toque sofisticado de sus ribetes en oro, al Fórmula Uno de leyenda pilotado por el mítico Ayrton Senna, que marcó tendencia en la decoración como la alta costura del motor.
Una oriental muy inglesa
La fabricación asiática de esta Johnny Be Good, supervisada por los técnicos de Macbor, puede hacer recelar, aun en los tiempos que corren, a los más escépticos. Sin embargo les bastará con deslizar la mano por el depósito para apreciar al tacto el remate de su pintura o repasar con la mirada detalles como las orejeras que soportan el faro cromado. Lo mismo pasa con el propio cromo del faro, así como con el tirante metálico que cruza por arriba, longitudinalmente, el tanque de gasolina; sin dejar escapar matices como el de su cerradura escamoteable, para terminar con el bello remate de los relojes con sus esferas blancas.
Una moto de sólo 125 centímetros cúbicos que se permite licencias como el caballete central, un elemento cada vez más menos frecuente, hasta constituir casi un lujo en los tiempos que corren. En definitiva, que la Macbor Johnny Be Good no sólo proyecta una estética impactante, sino que guarda debajo de ella una respetable calidad en sus componentes.
El Sound
Ya hemos hablado del look, pero esa plasticidad que reviste la esencia roquera de pequeña cafe racer se ve acompañada, por fuerza, de un sonido al compás de Chuck Berry.
A nuestra primera solicitud sobre el pulsador, el pistón de 124 cc arranca su sube y baja, dejando oír un sugerente petardeo, que escapa a través del silencioso con forma de megáfono. Después, el sonido grave, a monocilíndrico puro, acompaña nuestra marcha como una banda sonora que remata para nuestros oídos el conjunto cafe racer que compone esta pequeña deportiva.Luego, al parar en cualquier semáforo, el ralentí se escucha de nuevo marcando el ritmo, como el pálpito de un corazón roquero antes de arrancar con otra canción hasta la próxima parada.
El Feel
Al colocarnos sobre el asiento en piel, situado a sólo 780 mm del suelo, la Johnny Be Good se percibe, en primer lugar, como una moto asequible para todos los públicos, tallas y niveles. Eso sí, no será hasta que coloquemos las manos sobre los semimanillares cuando sintamos el verdadero espíritu de esta cafe racer en la categoría del octavo de litro.
La colocación de las manos y la postura de los brazos dejan el tronco situado en una posición radical, preparados para hacer un giño a la conducción deportiva, con una disposición del físico que no deja lugar a equívocos.
Los pies, por su parte, quedan en una situación más adelantada y más baja de lo que podría sugerir el anclaje de los manillares. Es tan solo una colocación resultante a la postre, ni más ni menos, que la propia de las estriberas en las cafe racer de los años sesenta.
En cuanto a la soltura que ofrece en marcha esta Johnny Be Good, a la hora de negociar rotondas y esquinas, lo mismo que las curvas enlazadas que trazan con frecuencia las calles de las urbanizaciones, casi no hace falta describirlas: Son las mismas que sugieren las reducidas cotas (1.330 mm entre ejes) y la esbelta silueta de esta 125.
Además de ello, la solidez de la parte ciclo, con la horquilla invertida, el doble amortiguador de gas y el chasis de simple cuna con el motor auto portante, garantizan una firmeza en el paso por curva sobrada para las prestaciones del monocilíndrico (9,65 CV), reforzada, además, por la robustez de unas tijas que llama la atención, particularmente la superior, mostrando, eso sí, un aspecto un tanto tosco que rechina con la exquisitez expuesta por todo el conjunto.
El empuje de este pequeño monocilíndrico engaña, incluso hasta hacernos pensar que su potencia es superior, gracias a la efectividad del par (9,5 NM) en el régimen medio, exactamente en el punto en el que esta pequeña cafetera ofrece sus mejores sensaciones de conducción.
En cuanto a su frenada, con un generoso disco delante y una pinza de tres pistones, resulta más que sobrada para esta monada neoclásica, poniendo incluso contra las cuerdas la firmeza de la horquilla, si le exigimos a fondo.En el tren trasero, otro disco bien proporcionado ofrece un considerable apoyo a la retención del delantero, completando una frenada superlativa para, al fin y al cabo, una moto que no necesita ningún carné del tipo A.
Neoclasicismo motorista
Macbor nos trae ahora una creación para el cuero viejo y el metal brillante, una moto al estilo vintage, siguiendo las últimas tendencias de la moda más contestataria, por así llamar a la más independiente. Sin embargo, no por ello iba a renunciar a las nuevas tecnologías, y así, la Johnny Be Good comparte la lectura completamente analógica de toda la información contenida en sus dos relojes, incluido el cuentakilómetros mecánico, con una iluminación full led para garantizar la seguridad de la marcha, tanto si es diurna como nocturna, y que permite divisar el frente con nitidez en la noche, como ser bien vistos gracias al piloto absolutamente redondo situado detrás.
Además de ello, la Johnny Be Good ofrece otro interesante aporte tecnológico con la frenada combinada CBS, un recurso casi insólito en su cilindrada, que hace más sencilla aún la tarea de parar esta roquera de 126 kilos.
Todo ello, por no hablar de la polivalencia del arranque, con el eléctrico habitual, y el antiguo kick start, un añadido nostálgico, con su clásica palanca, que funciona a la perfección, buscando previamente, y como se hacía toda la vida, el PMS (Punto Muerto Superior).