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¿Las motos son para el verano?

Fotos: SMN
La conducción de una moto en verano entraña unas características que casi todos conocen y que exigen del motorista tanto una disposición como un equipamiento en los que debe de poner una particular atención. Nosotros tratamos de recoger los más importantes en siete apartados que os describimos a continuación.

Sí: Las motos son para el verano, como las bicicletas retratadas en la obra de Fernando Fernán Gómez. O también: Seguro que es estupendo conducir una moto en verano, ¿no?. Son algunas de las afirmaciones que nos habrán hecho, o de las suposiciones que nos habrán dejado caer muchas personas de nuestro entorno que no conocen en absoluto el universo de las dos ruedas.

Bien sabe el lector que no sólo no es así, sino que no hay nada más lejos de la realidad. Cuando se cruza la piel de toro soportando más de 40 grados o cuando se espera el verde del dichoso semáforo bajo una calima sahariana y sobre un asfalto que parece fundirse a cada segundo dilatado por una temperatura de fundición, desde luego uno no piensa, precisamente, que las motos son para el verano.

Así pues, ¿qué podemos hacer para combatir de frente, o al menos para paliar en alguna medida, los efectos del calor más implacable mientras conducimos una moto? No nos cabe la menor duda de que el lector echa mano habitualmente de varios recursos técnicos y de que seguramente, también, pone en práctica alguna solución tradicional, e incluso es posible que nos sorprendiera con algún remedio casero y desconocido para combatir ese calor. Nosotros, en este especial, vamos a hacer con los más efectivos una recapitulación en siete apartados, que sirva de recordatorio para unos cuantos, como inventario ordenado para otros y posiblemente como descubrimiento para los más principiantes. Allá vamos:

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Tomar conciencia

Se trata de saber realmente a lo que nos enfrentamos, a la variación que experimenta nuestra sensación térmica cuando nos subimos a una moto, y el profundo cambio que vamos sintiendo a medida que aumenta la velocidad.

Por un lado, debemos de tener presente que, a un ritmo completamente urbano, el flujo del aire, por muy caliente que sea, crea una corriente a través de la chaqueta calada de verano, lo mismo que el pantalón de cordura estival, de los guantes o de las botas veraniegas, que llega a ventilar nuestro cuerpo con más eficacia que si fuésemos completamente expuestos al viento, y que se lleva esa sensación de agobio que aparenta en parado, y que tan sólo intuimos antes de subirnos a la moto.

Sin embargo ese flujo del aire que sentimos ventilando nuestro cuerpo por debajo de los 50 por hora, a una velocidad de autopista, cambia por completo sus sensaciones, impactando contra nosotros como un ventarrón venido del mismísimo infierno. Para cruzar la provincia de Córdoba en julio o en agosto, es relativamente fácil asumir ese impacto. Pero sin irnos a ese extremo, sino simplemente atravesando una de esas noches toledanas en las que no se mueve una hoja, durante las que las chicharras callan agotadas y se rinden asfixiadas por el peso de atmósfera que las aplasta desde un cielo negro como un fogón, el viento impacta contra el motorista en la carretera como si fuera un gran soplete, la bocanada continua de un dragón apostado en la oscuridad.

Sí, es muy diferente la disposición del motorista que va a recorrer un trayecto urbano, en el que va a sufrir los rigores del calor en un grado menor del que imaginaba caminando, de la disposición viajera que alberga quien va a afrontar una larga travesía, en la que el viento de la autovía le alcanzará como la lengua de un lanzallamas.

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La actitud

Centrémonos a partir de este punto en el motorista de carretera, que es quizá el que más sorprenda, y sobre todo el que necesita una planificación previa mucho más profunda.

Antes de prepararse y equiparse para un largo viaje con calor extremo, es necesario, incluso desde varios días antes, mentalizarse muy bien de que nos vamos a enfrentar a un serio adversario, o incluso un enemigo, que va a unirse a los que ya nos alcanzan de por sí en cualquier travesía.

Bien sabe el lector que el motorista es el sujeto más vulnerable de la carretera, y que los enemigos que le salen al paso son tan variados como la orografía que atraviesa, la vegetación que lo rodea, o incluso la forma animal que puede cruzarse en su camino. Las estaciones del año también guardan, cada una de ellas, su enemigo particular, y el verano nos trae en principio tal vez el de presencia más camuflada y el de apariencia más inofensiva: el calor.

Por eso la preparación mental para el viaje, con una actitud en cierto modo aguerrida para enfrentarnos al calor, para combatirlo, se presenta como la tarea básica por la que empezar a prepararse para un viaje durante el que vayamos a soportar un sol abrasador o un tórrido manto de estrellas.

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El cuerpo

Hidratarse: Algo que resulta tan obvio como elemental y que sin embargo muchas veces se nos escapa a los motoristas, y tal vez de una forma más repetida a los de mayor experiencia. Y es que el viento nos confunde, enmascara la evaporación en nuestro cuerpo, oculta la deshidratación por la desaparición instantánea del sudor que va produciendo sobre la marcha.

El efecto más drástico de esta deshidratación ventilada es el que sufre, particularmente, el aficionado a las tandas libres veraniegas. Siente el circuito como un fogón mientras aguardan en el pit lane la señal verde para salir a la pista, lo mismo que el motorista urbano tras el semáforo. Sin embargo, en el momento de soltar el embrague, la corriente de aire que traspasa el calado de su mono crea una agradable sensación de frescor con la evaporación instantánea del sudor que ha acumulado esperando quieto completamente equipado. De esa manera, la sensación del calor pasa a un segundo plano, o desaparece prácticamente, ante el protagonismo que exige la concentración para mantenerse en pista.

Pero no por ello el esfuerzo físico del tandero es menor ni su sudoración más contenida, con lo que la deshidratación de su organismo se produce a marchas forzadas. Sin embargo, el motorista apenas si tendrá noción de ello, sobre todo si el trazado del circuito es particularmente rápido, y aparecerán, cuando menos se lo espere, los primeros síntomas de la deshidratación.

Comenzará a percibir una sensación pastosa en la boca, después la sentirá seca, luego más seca y, a continuación, sentirá los primeros signos de desfallecimiento como, por ejemplo, leves distorsiones de la visión a lo lejos o alguna dificultad para mantener la concentración.

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Este proceso se verifica tanto en el tandero como en el motorista viajero, con la única diferencia de que en el organismo del primero se produce más rápido, incluso durante los veinte minutos que suele durar una tanda. Pero el tragamillas de la autopista también puede deshidratarse sin darse cuenta, aunque sea al cabo de algunas horas de conducción.

El preparador de una prueba como el maratón, por ejemplo, nos advierte de que cuando aparecen esos síntomas de deshidratación, ya es demasiado tarde para recuperarnos sobre la marcha y poder vencer a la terrible distancia de los 42 km y 195 m. Con ello, nos está diciendo en consecuencia que hay que prepararse, que hay que prevenirse hidratándose convenientemente para que esto no ocurra.

En nuestro caso, como no tenemos por delante un objetivo deportivo, tanto el tandero podrá entrar a boxes antes de que agote su tiempo y el viajero podrá detenerse en la ruta para reponer líquidos. En cualquier caso, después de beber, deberemos esperar a que nuestros tejidos absorban la hidratación perdida, reposando durante un rato antes de volver a subirnos a la moto.

Por otro lado, el mismo preparador del maratón que hemos tomado como referencia nos indica que el agua, mineral o del grifo, está bien como una primera o segunda reposición, pero que si bebemos más y más, a lo largo de una jornada completa, el agua sola termina produciendo cierto efecto de lavado (dicho de una forma burda y sólo para entendernos), arrastrando también parte de algunas sustancias, por lo que sería conveniente añadir algún componente al agua, nada en ese caso como las bebidas isotónicas, o acompañar cada trago con un bocado de cualquier reponedor de potasio, por ejemplo, nada como un simple plátano entonces.

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Buscar la sombra

Una indicación completamente de Perogrullo, desde luego, pero que hemos querido incluir como un recordatorio para algunos despistados, sin ir más lejos, como el que firma este texto.

No hace falta decir que una moto al sol abrasa. Abrasa su asiento, abrasan sus puños y, en muchos casos, dentro de su depósito oscuro, se dilatan los gases de forma desmesurada, desprendiendo un olor a gasolina cruda por el respiradero del tapón que no sólo resulta desagradable, sino que puede llegar a marear, más aun con la que nos esté cayendo encima.

Las ventilaciones

Otra más para despistados. No olvidar abrir al máximo todas las ventilaciones, no sólo del casco, sino también de la ropa que llevemos y del carenado de nuestra moto, si es que dispusiera de ellas.

Respecto al parabrisas regulable en altura, para el modelo que la equipe, podemos jugar con ella para variar en un mínimo grado la sensación de gran soplete con la que el viento abrasador impacta sobre nosotros. Podemos, por ejemplo, arrancar con la pantalla baja y recorrer un puñado de kilómetros sintiendo esa llama directamente sobre nosotros, y luego podemos elevarla para dejar el pecho a su resguardo durante un rato mientras las turbulencias llevan el fuego a nuestra espalda; encontrando con esta simple alternancia una manera facilona de hacer algo, sólo algo más llevadero el viaje.

Casco Givi X.21 (entrada frontal de aire)

Más paradas

Para el viaje bajo un fuerte calor, conviene, además, armarse bien de paciencia y no salir con una hora fija de llegada, dejando un amplio margen para la travesía y para incluir en ella las paradas que se necesiten, no sólo para ir hidratándose convenientemente, sino también para descansar y reponer fuerzas con más frecuencia debido a la fatiga extra que acarrea el propio calor.

Por otro lado, conviene evitar en lo posible refugiarse en locales con aire acondicionado, o con él regulado muy alto, siendo lo ideal, siempre que se pueda, detenerse simplemente bajo una sombra para conseguir, o mantener, la máxima aclimatación del cuerpo a las circunstancias.

Abstracción mental

Por muy cerebral que parezca, no deja de resultar de lo más efectiva cuando se consigue. Desde luego, si no se toma mínimamente en serio, es inútil intentarlo. Necesita un mínimo de fe, o un mínimo de autoconvencimiento, como se prefiera, para poder alcanzarla.

Pues también ha quedado ampliamente demostrado que el factor psicológico es uno de los más influyentes en la sensación de calor. Cuanto más calor pensemos que hace o que tenemos, más calor sentiremos, y más nos apretará para terminar definitivamente por agobiarnos. De la misma manera, pero en sentido contrario, está demostrado que ignorar el calor, apartarlo de nuestro pensamiento, resulta uno de los recursos más eficaces para combatirlo.

Así es que, amigo motorista, hagamos un esfuerzo mental por centrarnos en todos los atractivos que siempre nos brinda la conducción de una moto para retirar de nuestra mente el agobio, la sensación asfixiante que puede provocarnos ese fuego que nos llega por el frente, si no lo combatimos con todos nuestros recursos.

Suerte y buen tiempo en el próximo viaje.

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