Poco más podemos decir de la Ducati 916 que no hayamos dicho ya. O de Massimo Tamburini. Únicamente deshacernos en alabanzas por haber creado una de las motos más incónicas de la historia, aunque no la única. Su concepción y desarrollo no pudo ser más artesanal. Y es que durante nada menos que seis largos años, la aerodinámica y el bastidor de la 916 se desarrollaron exclusivamente en las carreteras de Rimini y en los circuitos de Misano y Mugello y sin recurrir nunca al túnel de viento.
Estas pruebas se realizaron con tres prototipos, uno de ellos propiedad de Massimo Tamburini y ahora en manos de su hija, Simona Tamburini. La colaboración de ella con el Museo Ducati permitirá que esa moto luzca como se merezca como parte de las celebraciones del 25º aniversario del lanzamiento de la Ducati 916.
Esta moto presenta detalles muy similares a las de la Ducati 916 SP de serie, el modelo de mayor rendimiento de la saga 916. El carenado está fabricado casi en exclusiva en fibra de vidrio mientras que los conductos de aire, el guardabarros delantero, la caja del filtro, los tubos del subchasis y el soporte de la matrícula son de fibra de carbono.
Hay más piezas de alto rendimiento, casi de carreras, como las llantas de magnesio de cinco palos y el basculante monobrazo aligerado. Esta 916 de Tamburini carecía de intermitentes y cuentakilómetros, y su única instrumentación era un cuentavueltas y un indicador de la temperatura del refrigerante.
Si os acercáis hasta el Museo de Ducati antes del 15 de enero de 2020, podréis disfrutar con vuestros propios ojos de esta moto única.