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Sexo motero y convulsiones Hefner

Fotos: thedailybeast
Rubias, morenas o pelirrojas. Asiáticas, europeas o americanas. Cuero, plástico o polipiel: todas tienen sus fetichistas. ¿Quién no ha pagado alguna vez por disfrutar de sus servicios? ¿Quién no ha fantaseado dormir con ellas? El legado dejado por Hugh Hefner durante los últimos 60 años no tiene parangón, y yo le entiendo perfectamente...

El imperio Playboy es un icono transformado en máquina de ganar dinero… desde 1953. Por aquella época Sir Geoff Duke partía el bacalao con su Gilera 500 tetracilíndrica en el Mundial. Ahora, sin su capitán-fundador, el proyecto seguirá tan vivo como siempre gracias a sus hijas, porque una de las MARCAS más reconocidas del mundo no puede desaparecer. Sugerir, proponer, provocar y estimular con la actitud de sus chicas y las portadas de sus revistas gestionadas desde la megacama de la mítica mansión Playboy ha sido un negocio muy lucrativo. Fiestas, famoseo, sexo, drogas y rock ‘n roll: una combinación explosiva.

A mí también me gusta mirar y tocar porque a nadie le amarga un dulce. Yo siempre las he disfrutado aunque, según la edad, de manera diferente. Cuando era niño me gustaban, en la adolescencia me excitaban y en la madurez, simplemente, las he montado. Morder la manzana prohibida es un pecaminoso placer muy al alcance de la mano, ya que hoy día, consumir y gastar es más fácil que no hacerlo. Mercantilismo, negocio, beneficio mutuo y regocijo egoísta unidos en un mismo momento: el plan perfecto. El deseo siempre es más apetecible que la posesión, incluso libidinosamente romántico, simplemente, porque una vez logrado el objetivo necesitas volver a crearte otra necesidad, un falso y nuevo tótem mental con una única misión y meta que cumplir: la insatisfacción permanente. Pero mientras vives esa transición entre dos mundos el placer y deleite de lo consumado es total, visceral y omnipotente. Bienvenido al narcisismo del siglo XXI.

Playboy fue un curioso patrocinador de MotoGP

Yo intercambiaba cromos a escondidas en el colegio, mendigaba dinero a diestro y siniestro para ir a la sección “guarra” del quiosco, robaba gasolina del coche de mi padre para merodear por la urbanización veraniega y babeaba lascivamente los escaparates de los clubes de alterne noventeros, nutridos de conejitas 2T, que me provocaban y quitaban el sueño día sí, día también. Sus curvas no me seducían tanto como su plena disposición a darme placer, pero todavía eran demasiado caras para mi paupérrimo bolsillo.

El clímax se presenta cuando, en pleno equilibrio físico-mental, consigues fusionarte con la amada como si ella te hubiera estado esperando toda la vida. Llegué a disfrutar de varias al mismo tiempo sin importarme nacionalidad, edad o pretensiones: todas me dieron cera. Nunca hice ascos a Viejas experimentadas, japonesas exóticas, imponentes neozelandesas, inglesas de té y teutonas con ingles o groupies por la causa. Sucias, limpias o ecológicas. En plena calle o pagando con todas las comodidades: me da igual. El morbo está asegurado, y en caso contrario, no queda más remedio que caer en una rutinaria y reconfortante masturbación. Hefner me enseñó a leer revistas de motos con una sola mano: eternamente agradecido.

Revolución sexual, libertad individual, igualdad racial, humor, sofisticación, picante, prestigio social, exceso, erotismo, Stag Party… ¡Ohhhh sí Hugh, cabronazo! ¡Claro que te entiendo!

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