El 42 por ciento de los conductores de todo tipo de vehículos que fallecieron en accidente de tráfico en 2017 tenía una tasa alta de alcohol o drogas en sangre. La cifra es ligeramente más baja que la de otros años (más cerca del 50%) pero sigue siendo casi ¡la mitad de los muertos!. Para que quede claro, esta cifra no es el resultado de un control aleatorio: son los análisis de sangre realizados durante la autopsia de esos conductores accidentados, ya cadáveres. Los peatones no se libran: un 34’5 por ciento de peatones muertos daban positivo (uno de cada tres). Y las motos no estamos libres tampoco: uno de cada cuatro motoristas fallecidos en 2016 dio positivo (!).
Pere Navarro ha presentado esta cifra para subrayar la importancia de concienciar a todo el mundo que éste es un gran problema de seguridad vial. Cree que se sigue banalizando el riesgo: “no es para tanto, no voy tan mal, sé dónde hay controles…” son frases habituales y preocupantes. La solución para que estas cifras bajen drásticamente es según Navarro aumentar los controles, no tanto el castigo.
Y estamos de acuerdo, si hubiera más controles (y menos radares, podríamos añadir) habría menos sensación de impunidad. Que le caiga más o menos al que pillan no parece tener efecto en los demás porque la cifra se repite (aunque ahora con ligera bajada) año tras año. Por no decir nada de las noticias sobre atropellos a ciclistas, otras víctimas a manos de otros dentro del tráfico, y cuántas veces ha “coincidido” que el conductor homicida iba bebido o drogado.
Actualmente se realizan unos cinco millones de controles de alcohol al año, y unos 90.000 de drogas. La idea es aumentarlos ”todo lo que sea posible” en palabras de Navarro. El fiscal coordinador de Seguridad Vial, Bartolomé Vargas, ha añadido a el alcohol y las drogas otro efecto que se les suma: los psicofármacos. ”Muchos conductores están tomando ansiolíticos o antidepresivos y eso supone un gran riesgo para todos”.
