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El Compás de bolas

Fui piloto de motos. Y todavía tengo moto de carreras, un mono y mi nombre aparecía de cuando en cuando en las listas de inscritos de alguna carrera de velocidad. Y por eso era piloto, o al menos así me gustaba considerarme. He vivido unas cuantas parrillas de salida, algunos menos banderazos de llegada, entrenos, cronos...

Me gusta todo ese rollo, a pesar de que mi carrera deportiva se ha visto siempre muy afectada por otra gran pasión: lo que me gusta el cachondeo. Con todo esto, te quiero contar una historia que ocurrió hace unos años, en una carrera «de las nuestras». Pero antes, déjame que empiece por otra parte de mi vida que necesito explicar: el fino sentido del humor de la gente de los talleres.

Mi padre tuvo durante muchos años un taller de coches. De hecho, al poco de nacer yo, ya tenía el taller. Y por aquellos años, estamos hablando de los ‘70, todavía era legal (y moralmente obligatorio) “gastar novatadas a los novatos” (por eso son novatadas) que llegaban a trabajar al taller. Una de las más celebradas, y que acabó convirtiéndose prácticamente en «prueba de selección de candidatos», consistía en enviar al inocente aspirante a mecánico a buscar “el motor de sacar agua de la huerta de Don Daniel”, mi padre. Y para allá se iba, obediente, el “cándido candidato”, calle arriba, trescientos metros, hasta una chatarrería “compinchada” donde le esperaba un saco atado con un bloque motor de un R-12 dentro, que llevaría, con lógico sufrimiento, hasta el taller.

La broma fue cambiando con los años. El bloque de motor de R-12 se sustituyó por dos baterías de coche Diesel de infame recuerdo, ya que la primera vez que lo usamos (ya estaba entonces yo por medio) se nos olvidó sacarles el ácido y nos costó, entre lloros del muchacho, comprarle unos Levis que estrenaba ese día y que se cargó por nuestra gracia. También usamos una temporada un maletín de útiles de carrocería, de bancada, que debía de pesar sus buenos 30 kilos, aunque en este caso ya no era “el motor de sacar agua de la huerta de Don Daniel”, si no “la escuadra de medir cilindros”.

Interior de un motor de Yamaha RD350.

En fin, que si has trabajado en algún taller o has conocido ese ambiente, no te cuento nada nuevo. Pero, ¿lo has visto alguna vez en las carreras? Hace tiempo, como te digo, poco antes de una carrera, no recuerdo si de la Copa 2T Castrol o de la Copa Deccla RD, andaba yo con el mono ya puesto por el paddock. Como suele pasar en estas carreras, alguna de las motos participantes no iba bien y me encontré con mi amigo Pepe “Er Mánalle” metiendo los dedos en las tripas de una RD que yo no conocía. Pepe “Er Mánalle”, también conocido como “La Armondiga Negra”, por el color del mono que llevó en su corta carrera como piloto de RD, es de los tíos más simpáticos que te puedes encontrar en las carreras. Formaba parte del equipo de carreras malagueño campeón de la copa Deccla RD, el “B52 Rassin Tin” (un abrazo para todos vosotros, troncos). Nunca, jamás olvidaré la imagen de Pepe, a las 6 de la mañana, después de una carrera en Cartagena. Todos llevábamos ya algunas copas de más y Pepe, tumbado sobre la panza en un taburete de mecánico, de esos con ruedas, bajando la cuesta que hace el paddock y dando vueltas como si fuese un ovni, despidiéndose, mano alzada, y voz de lejanía: ¡Adioooos, amigos, adiooooos!.

Pero bueno, tras esta digresión, necesaria para conocer un poco a nuestro protagonista sigo la historia donde la dejé, en la puerta de un box con las manos en las “interioridades” de una RD desconocida. No se por qué, en ese momento me acordé de mis años por los talleres e, intuyendo que Pepe conocería la broma le dije:

-Pepe, ¿no te habrás dejado suelto el compás de bolas, no? -¡Ostras! ¡De ahí va a ser! Se puso muy serio y le preguntó a un tío con mono que había al lado, con pinta de ser el piloto de esa RD: -¿Habéis montado bien el compás de bolas, no? El otro puso cara de saber menos de esto que Luis Aguilé de la discografía de los Sex Pistols: -¿Compás de bolas? ¿Qué es eso? O sea… sí, bueno… no sé… eso, ¿adónde va? -¿Dónde va a ir, leches? ¡Pues debajo del cigüeñal! -repuso “Er Mánalle” con tono de mosqueo.

Va a resultar que el compás de bolas existe.

En ese momento, me tuve que ir. No recuerdo si es que empezaban los entrenos, o tenía que solucionar mi propio problema del compás de bolas o similar, pero allí dejé aquello. El caso es que me olvidé del tema y di por sentado que le habrían acabado diciendo al incauto piloto que era una tontería o, tal vez, que al final él solo se habría dado cuenta. Sea como fuere, horas después, por la noche, en la fiesta que ya es parte fundamental de estas carreras, me acordé y le pregunté a Pepe qué había ocurrido con el compás de bolas. El chaval, el dueño de aquella RD, se había recorrido todos los boxes preguntando a ver si alguien le podía prestar un compás de bolas en buen estado para su moto. Al no encontrarlo (banda de mamones, que nadie le dijo nada), Pepe le tranquilizó, le dijo que un gripaje del compás de bolas podría ser grave para el motor, pero poco frecuente el caerse por culpa de ello, y que saliese a la carrera sin temor.

Eso sí; si notas una vibración y un ruido que viene del fleje coaxial, te paras. No me imagino la cara que llevaría ese chaval dentro del casco durante la carrera. Si correr con una RD de hace 20 años, hecha por ti mismo a retales, ya necesita de una dosis de confianza mecánica importante, correr sin saber cómo tienes “el compás de bolas” bajo el cigüeñal y fiándote de lo que te ha dicho Pepe “Er Mánalle”, debería pasar directamente al tablón de Grandes Gestas Heroicas de las Carreras. Así, con mayúsculas.

La mítica Yamaha RD350 con la que aún se siguen corriendo carreras.

Dicen que hubo después quien corrió la voz de esta avería. Dicen, incluso, que hubo mails a departamentos de recambios de Yamaha pidiendo presupuesto para un, según un hipotético libro de taller, “ball compass”, ref YAM0002377101158. Y dicen, por llegar más lejos, que circularon otros mails explicando cómo sustituir esta importante pieza sacando el motor del chasis, extrayendo culatas, cilindros, pistones, cigüeñal y, bajo éste, meter el famoso “ball compass” y regularlo bien, un milímetro antes de que el fleje coaxial se parta. Pero esta parte pertenece ya, más bien, a la categoría de “leyenda urbana”, o si prefieres, de las historias que se cuecen en la imaginación calenturienta de los pilotos de las carreras más divertidas del panorama nacional: la Copa 2T Castrol y la Copa Deccla RD.

Esta historia esta dedicada, con todo mi cariño, a todos los miembros del mejor equipo de carreras del país, el B52, especialmente al campeón de la Copa Deccla RD, B52Fer, el mejor piloto sobre la moto, la mejor persona siempre y el más sabio de los mecánicos de RD que ha habido nunca por los circuitos.

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