Publicidad
[the_ad_placement id="adsense-mega-2-mobile"]

MotoGP Austin 2016: un Gran Premio sin héroes locales

Por primera vez desde 1975, el Mundial de motociclismo no tiene pilotos norteamericanos en sus filas. Desde que Pat Hennen se lanzara al Mundial en 1976 siempre hubo pilotos yanquis, pero el paso de Nicky Hayden al Mundial de SBK ha dejado a MotoGP sin "cowboys".

Desde que Pat Hennen se lió la manta en la cabeza allá por 1976, siempre hubo un piloto norteamericano haciendo Grandes Premios. Pero a finales de 2015 Nicky Hayden puso rumbo al Mundial de SBK, y en MotoGP se entonó la balada del último cowboy, una canción triste de despedida que ponía fin a cuarenta temporadas consecutivas en las que los pilotos yanquis fueron protagonistas del campeonato.

Hennen, que aterrizó en el campeonato en 1976. Llegó con una mano delante y otra detrás. Aquellos eran otros tiempos, ni más fáciles ni más difíciles, pero las circunstancias permitían que alguien con talento pudiera hacerse notar aunque no dispusiera del mejor material de la parrilla. Hennen llegó desencantado de la competición norteamericana, donde el dirt track tenía más peso que la velocidad pura, aunque realmente el dirt track fue la esencia del éxito norteamericano en 500. Tras un breve periplo por Nueva Zelanda, Hennen recaló en Europa, con una caravana, un furgón, y un par de Suzuki RG 500 privadas. Había sido tercero en las 200 Millas de Daytona, y en las 200 Millas de Imola fue quinto. Así se reenganchó al Mundial.

Pat Hennen (3) y Kenny Roberts en 1978.

Hennen terminó tercero en el Mundial de 500 aquel año y ganó un Gran Premio, y se ganó una plaza en el equipo Suzuki Heron para 1977, junto a Barry Sheene. Ese año apareció en el campeonato Steve Baker con Yamaha, rápido y regular, y sin ganar una carrera fue subcampeón de 500, con Hennen de nuevo tercero. Los americanos habían desembarcado. El pionero Hennen se vio apartado de las carreras por un grave accidente en el Tourist Trophy de 1978, del que sobrevivió milagrosamente tras varias semanas en coma.

El marciano

Fue en 1978 cuando, verdaderamente, se inició una nueva era en el Mundial de 500. Kenny Roberts, el mejor piloto de Estados Unidos, decidió cruzar el Atlántico para ver qué era aquello que se hacía en Europa (por aquel entonces el Mundial sólo contaba con una carrera fuera del viejo continente: Venezuela), y se presentó con la determinación de luchar por tres títulos: 250, 500 y 750. Roberts impresionaba por su estilo, rodilla a tierra, un modo de pilotar que nada tenía que ver con la ortodoxia europea. Por esa forma extraña de pilotar se le bautizó como “el marciano”, por parecer un ser de otro mundo.

Curiosamente ese estilo tan personal fue inspirado por Jarno Saarinen. Roberts lo vio de cerca en 1973, cuando el piloto finlandés, el primero en poner rodilla en tierra, una herencia de sus orígenes en las carreras de “ice racing”, ganó las 200 Millas de Daytona con la primera Yamaha TZ350. Era el primer europeo que ganaba en la pista de Florida.

Kenny Roberts, campeón de 500 de 1978 a 1980.

Roberts, campeón de 500 de 1978 a 1980, abrió las puertas del Mundial a varias generaciones de pilotos estadounidenses, herederos de una forma de entender las carreras de velocidad bien diferentes a lo que se estilaba por entonces en Europa, que en los 16 años siguientes acapararían el 80 por ciento de los títulos y el 65 por ciento de las victorias en el Mundial de 500. Tras él llegarían más pilotos: Randy Mamola, Mike Baldwin, y un jovencísimo Freddie Spencer que sería el encargado de que el título de 500 retornara a manos norteamericanas en 1983, tras una épica temporada de lucha con Roberts, en el año de su despedida.

Reyes de 500

Tras la retirada de Roberts, salvo en 1987, año de gracia del australiano Wayne Gardner, todos los títulos fueron para Estados Unidos hasta 1993: Eddie Lawson (1984-1986-1988-1989), Spencer de nuevo en 1985, Wayne Rainey (1990-1991-1992), y finalmente Kevin Schwantz, en 1993.

Roberts (4), Spencer (3), Haslam (9) y Lawson (27).

Los años dorados de la “clase reina” estuvieron enmarcados por el dominio norteamericano, hasta que los yanquis se toparon con Mick Doohan. Por entonces habían dejado de aflorar talentos en la velocidad norteamericana. John Kocinski, la última gran promesa, creció en el clan Roberts y se convirtió en campeón de 250 en 1990, pero su paso a 500 no fue tan fructífero. Cuando salió del entorno de Roberts, primero probó fortuna en 250 con Suzuki y Tech 3 (la escudería gala tiene un largo recorrido), pero no terminó la temporada y recaló en Cagiva. Su gran asalto al título en 1994 no fue exitoso. Dos años después acabó en SBK y fue campeón en 1997 con Honda, y aunque regresó a 500 en 1998, la historia ya fue diferente.

Los pilotos que llegaron tras Kocinski nunca llegaron a cuajar: Doug Chandler (1991-1994), Scott Russell (1995-1996), hasta que en1996 llegó a 500 Kenny Roberts Jr, el hijo de “King” Kenny, que después de un descubrimiento de la velocidad en el campeonato norteamericano, se formó en el Open Ducados antes de dar el salto al Mundial de 250 en 1994. Junior vivió al amparo de su padre hasta que en 1999 se independizó, firmando con Suzuki, con la que se convertiría en el último campeón del mundo de 500 en 2000.

Declive americano

El declive norteamericano tiene mucho que ver con la entrada en escena del concepto “big bang”, un motor desarrollado por Honda para su NSR500 en 1992, que ese mismo año copiaron los demás fabricantes. Consistía en modificar el calado del cigüeñal, con lo que cambiaba la entrega de potencia y se aseguraba un menor castigo a los neumáticos. En la práctica, el “big bang” supuso la democratización de la categoría de 500, poniendo al alcance de pilotos inexpertos las hasta entonces indomables motos de 500.

John Kocinski (11) lidera el pelotón de 500 con su Cagiva.

Americanos y australianos, acostumbrados a la técnica del derrapaje gracias al dirt track, no tardaron en dominar a las potentes 500, pero el incremento de potencia de estas motos a principios de los años ochenta dejo fuera de juego a la ortodoxa escuela velocista europea. Con el “big bang”, las 500 estuvieron al alcance de todos, permitiendo que un novato como Alex Crivillé subiera al podio en su tercera salida, y ganara su primera carrera en la octava, algo impensable hasta entonces.

Los denominados pilotos arraigados, aquellos que habían llegado directamente a 500, desaparecieron poco a poco dando paso a aquellos que fueron teniendo una progresiva evolución en el campeonato por categorías inferiores hasta llegar a 500. El último piloto arraigado que llegó a ganar carreras en 500 fue Norifumi Abe, que siendo un niño, años antes de llegar al Mundial había sido un habitual en el rancho de Roberts, en Modesto (California), donde se formó antes de impresionar a todos al ganar el All Japan 500 con 17 años y debutar en el Mundial en el GP de Japón de 1994, midiéndose de tú a tú con Schwantz y Doohan.

El último cowboy

La llegada de la categoría de MotoGP marcó un punto y aparte en el motociclismo norteamericano. Roberts Jr. se mantuvo en el Mundial pero llegaron nuevos talentos, como John Hopkins y Nicky Hayden, o el veterano Colin Edwards, con su aureola de doble campeón del mundo de SBK.

Hayden lograría el título de MotoGP en un emocionante final en 2006, cuando ya lo daba por perdido, pero el error de Valentino Rossi en Valencia, con una temprana caída, le permitió coronarse campeón. Él ha sido el último norteamericano campeón del mundo. Una de las últimas esperanzas norteamericanas fue Ben Spies, que llegó en 2010 con el Mundial de SBK bajo el brazo, pero no llegó a cuajar, aunque le cabe el honor de ser el último norteamericano que ha ganado un Gran Premio.

Nicky Hayden, el último campeón norteamericano.

Paradójicamente, cuando menos intensa era la huella del motociclismo norteamericano en el Mundial, mayor fue el número de carreras norteamericanas en MotoGP. Laguna Seca volvió al calendario en 2004, y a ella se sumó Indianápolis en 2008, completándose con el Gran Premio de las Américas en COTA, en 2013, un año en el que por primera vez en la historia hubo tres carreras norteamericanas en una misma temporada.

La situación ha vuelto a la lógica, y ya este año solo Austin, el escenario del Gran Premio de las Americas, es la única parada del campeonato en tierras norteamericanas y, por primera vez, sin pilotos de casa en pista.

Relacionados

Lo último

Lo más leído