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Que 20 años no es nada

Fotos: Repsol Media
La mítica canción de Carlos Gardel, Volver, relataba el paso del tiempo, lo impasible que es con todos y cada uno de nosotros, los estragos que genera y lo rápido que pasa ante nuestros ojos sin poder hacer nada. Concretamente nos recuerda "Que veinte años no es nada" y justo ese es el tiempo desde que el Mundial de Motociclismo visitó el Jarama por última vez. Lo peor, que 20 años parecen pocos para los que nos quedan para volverlo a ver de nuevo en Madrid.

Todavía recuerdo aquella mañana de domingo de hace ya 20 años. Aparcamos al otro lado de la carretera de Burgos y era pronto, muy pronto, tanto que incluso hacía fresco. Después de una buena caminata, no recuerdo el tiempo pero subimos hasta la curva de la Hípica desde final de recta, llegamos con tiempo de sobra para presenciar el primer warm-up. Luego la mañana se fue calentando al ritmo de las carreras. Emilio Alzamora nos hizo soñar con la victoria en 125 hasta que su Aprilia dijo basta, José Luis Cardoso y Luís D’Antin lo bordaron en 250 peleando contra los oficiales con sus Yamaha carreras cliente en la misma carrera que Valentino Rossi se fue al suelo saliendo de la curva en la que estaba. Entonces “The Doctor” era “Rossifumi” y solamante tenía un campeonato… Y cuando el calor estaba en su punto máximo llegó el momento de 500.

Aquella carrera fue espectacular desde el inicio, Biaggi, Crafar y Doohan se veían envueltos en un toque a final de recta que dejaba el camino libre a Álex Crivillé para luchar por la victoria y así escaparse al frente de la general en busca del título de 500. Pero apareció un intratable Carlos Checa para plantar cara a un Crivi que cometió un error y acabó en la misma grava que Doohan y Biaggi, sus dos rivales. Al final Checa se hizo con su segunda y última victoria en la categoría reina ante un circuito que se caía y que asistía también al primer podio de Sete Gibernau en 500 con la Honda V2, una bicilíndrica manteniendo a raya a un puñado de “tetras”. Era una época en la que dos españoles en el podio de la categoría reina no era habitual y menos aún tener a tres luchando por pisar madera. Por cierto, en aquella carrera el añorado Norick Abe acabó segundo.

Las instalaciones del Jarama se quedaron pequeñas

Después de tanta emoción tocaba el camino de vuelta al coche y luego a casa, pero antes recuerdo perfectamente ver todo el Siete ya vacío de gente (lleno de basura porque somos así) y en aquel momento aún con 15 años, ser capaz de entender que había vivido algo histórico. Me di cuenta que el Jarama no podía volver a albergar una carrera, que estaba obsoleto (y aún quedaban por llegar Valencia al año siguiente y MotorLand más de una década después) y que había un gran trabajo por delante si alguna vez queríamos volver a ver el Mundial en la pista madrileña.

Hay que recordar que aquel ’98, como ya había pasado en las últimas ocasiones el Mundial había llegado por la imposibilidad de disputarlo en otros lugares (Yugoslavia, Portugal…) pero no lo había hecho por méritos propios. Aquella ocasión supuso una pequeña renovación del Jarama, con la tribuna de meta. La Comunidad de Madrid ayudó al circuito (privado y propiedad del RACE) para aquella ocasión y el GP fue el GP de la Comunidad de Madrid, el primer y único con aquella nomenglatura.

Después nos metimos en la gran burbuja inmobiliaria de la que aún sufrimos las consecuencias y esa burbuja primero extranguló al circuito para, tras su explosión, dejarlo volver a respirar después de una lenta agonía. Hubo opciones de crear otro circuito, pero no se planteó uno público, como son la mayoría de ellos en nuestro país y el capital privado no quería arriesgar. Pero de verdad lo que más duele es saber que se planteó seriamente volver a traer las SBK a la pista madrileña y que teniendo todo a su favor, con las remodelaciones pertinentes del trazado estudiadas y aprobadas, una jugada en los despachos en los que entonces se enfrentaban el WSBK (Flamini) y ya MotoGP (Dorna) hizo que los madrileños y el centro de España se quedasen sin una carrera que habría llenado las tribunas del vetusto circuito y, proablemente, habría cambiado su futuro. Se le arrebató el Campeonato de España (también en manos de Dorna) en una jugada maestra en la que dejaban contra las cuerdas a SBK puesto que si no iba el nacional por cuestiones de seguridad ¿cómo iba a hacerlo el mundial de las motos de serie?

Aquello fue la puntilla, desde entonces el Jarama ha desaparecido del plano deportivo, ninguna competición de primer nivel ha vuelto, sus instalaciones se han ido deteriorando, especialmente una pista que teóricamente se reasfaltará este año después de un cuarto de siglo sin hacerlo. Pero en el fondo aquella pista que solamente era apta para los más valientes, aquella rampa Pegaso, aquel tobogán de Bugatti, ese Siete, languidecen y siguen haciéndolo con la certeza de que las mañanas de emoción han quedado en el olvido y nunca más volverán. Para muchos pilotos, el Circuito de Jarama era el más exigente del calendario, incluso Doohan afirmaba que cada bajada por Bugatti era un examen. Un examen que, lamentablemente, nunca volveremos a ver.

Carlos Checa hizo vibrar al Jarama

Eso sí, la magia que sentía cada vez que entraba en el Jarama una mañana de domingo para ver las carreras tanto del Mundial como del Campeonato de España, esa magia que sigue impregnando aquel templo de la velocidad, el carácter y personalidad de sus curvas es algo que, sintiéndolo mucho, no tienen los circuitos modernos y jamás tendrán. Porque el Circuito del Jarama es y será un icono para muchos de nosotros y en un abanico muy ámplio de edades, una muestra más de ese carácter que hacía ponerse nervioso a un mito como Michael Doohan.

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