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La paz de Montmeló

Fotos: Motogp.com
Ojalá que sea cierto, y que las relaciones entre los pilotos de MotoGP se desarrollen por cauces civilizados, porque los acontecimientos producidos desde el pasado mes de octubre han hecho mucho daño a nuestro deporte.

El paddock de Montmeló resopló con alivio al contemplar la escena, jaleada y celebrada desde los graderíos de la recta de meta, cuando Valentino Rossi y Marc Márquez, por primera vez desde el incidente de Sepang, se miraron a la cara y se saludaron, como dos seres civilizados. Lo triste es que hayamos tenido que llegar hasta esto, y que solo una tragedia descomunal como la vivida este pasado fin de semana haya propiciado que las estrellas del campeonato se volvieran a humanizar.

No obstante, a mí me suena a guión de película la respuesta de Rossi durante la rueda de prensa, cuando dejaba entrever que, quizás, esto sea un nuevo punto de partida para ambos. “Quizás sea esto el comienzo de una buena amistad”, le dijo el capitán Louis Renault (Claude Renis) a Rick Blaine (Humphrey Bogart), en la última escena de Casablanca. Sé que es una historia muy, muy viejuna, pero ¿quién no ha visto Casablanca? Esta nueva situación me recuerda mucho a aquellos personajes, jugando un juego acorde a sus intereses. En el fondo, el Mundial de MotoGP es así en muchos sentidos, un gran escenario.

No me quiero alargar sobre la paz de Montmeló, pero me asalta otro símil cinematográfico. El domingo todos los pilotos corrieron pensando solo en una cosa: honrar a Luis Salom. Y se esforzaron por brindarle la victoria, por aparcar sus egos, por dignificar el sacrifico de Salom. Al igual que Tom Hanks en Salvar al soldado Ryan, en la escena crucial de la película, le dice a Matt Damon, “hágase digno de esto”, refiriéndose a todos los soldados que dieron su vida para ponerlo a salvo, ayer todos los pilotos salieron a pista con el objetivo de dignificarse ante la tragedia vivida.

Márquez, Rossi y Pedrosa se pusieron la camiseta por Salom.

Ya tuvimos bastante con el bochornoso espectáculo del sábado, con las estrellas del campeonato echándose en cara lo sucedido el viernes por la tarde en la Comisión de Seguridad, y las decisiones adoptadas para modificar el trazado. Eso resultó innecesario y dañino.

Me quedo con los grandes gestos, con la espontaneidad y la humanidad de algunos pilotos. Con la grandeza de Johann Zarco, nada protocolario, que se puso con toda sinceridad la camiseta por Luis, y se abrazó con sentimiento sobre el podio a Rins y Nakagami. Con su homenaje en la curva 12, como lo hicieron otros, Julito y Pol, o el dorsal de Marc, o las banderas de Luis que se pasearon en su honor. Sé que me quedo corto enumerando a todos los que quisieron dar su último adiós a Luis en la pista, y todos fueron sinceros.

No es la primera vez que vivo una tragedia dentro de una carrera, pero sí es la primera ocasión en que la víctima es un muchacho al que conozco desde hace años. A toda la familia del paddock se nos hizo un nudo en la garganta, y este Gran Premio ha sido el peor de cuantos he vivido. Protegidos por la coraza de la rutina conseguimos salir adelante y cumplir con nuestra labor.

La vida sigue. Tenemos por delante tres semanas de duelo, para interiorizar y asumir la marcha de Luis, y volveremos a la acción en Assen. El Gran Premio de Cataluña, con la tragedia de Salom, abrió un viejo debate sobre cómo responder a estas situaciones extremas en que nos ponen las carreras. La seguridad absoluta es inalcanzable, pero afortunadamente el Mundial de Velocidad se disputa en un entorno muy seguro. Ahora es fácil criticar a la organización, decir que no les importa la vida de los pilotos, que lo importante es cumplir con sus compromisos televisivos, no detener la máquina que alimenta el circo de MotoGP. Pero eso no es cierto.

Lógicamente, el campeonato que disfrutamos hoy está a años luz de aquel tiempo horrible en el que los pilotos sabían que tendrían que decir adiós a uno o a varios compañeros. Desde hace más de treinta años la historia es diferente. Lo que no cambia es el sentimiento de derrota que invade a todos cuando llega un momento así, cuando las carreras duelen y se despiertan sentimientos encontrados. Buscas consuelo pensando que seguir adelante es la mejor forma de homenajear al que se queda en el camino. Es lo único a lo que te puedes aferrar para superar el dolor. Hasta siempre, Luis.

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