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Pistola estroboscópica

Fotos: Keko Ochoa
A miles de kilómetros de los Grandes Premios, desde el desierto del Erg Chebbi, he sentido en la lejanía el inicio del Mundial de MotoGP.

Cuando comenzaron las hostilidades en el Gran Premio de Qatar, a mí me gusta escribirlo así, con Q, yo me encontraba a lomos de un dromedario cascarrabias en otro desierto completamente distinto y alejado del qatarí, el Erg Chebbi, que es como se llama el mar de dunas situado en la población de Erfoud, en Marruecos. Tengo que confesar que es el primer comienzo de un Mundial de velocidad que no veo en directo desde hace más de treinta años, bueno, ni en directo ni en diferido, pues a día de hoy todavía no lo he conseguido ver.

El por qué es otra historia que ya os contaré, pero que conste que lo he intentado. Tenía muchas ganas de escuchar a mi querido y buen amigo Sergio Romero en su estreno como comentarista en Telecirco ¡upps! Perdón, quise decir Tele5 ¡En qué estaría yo pensando!

Voy al grano, nunca mejor dicho en este caso, que me estoy dispersando. Decía que iba sobre mi dromedario bajo un manto de estrellas digno de un observatorio celeste y al llegar a las jaimas en donde íbamos a pasar la noche, todo se encontraba lleno de arena. ¡Normal; qué podíamos esperar después de haber pasado una tormenta de arena, de esas de película, durante más de tres horas!

Es la primera vez que me pierdo el comienzo del Mundial y no puedo verlo, ni en directo ni en diferido.

Afortunadamente, la tormenta nos pilló en el hotel antes de salir hacia el campamento, así que esperamos a que pasase y después, ya de noche, con el cielo limpio y despejado como si nada hubiera pasado, iniciamos nuestra marcha nocturna cual Lawrence de Arabia. Como os he contado al inicio, mientras todo esto sucedía, en Qatar se apagaba el semáforo rojo y según me han contado, Lorenzo arrasó como una tormenta que bien podía haber sido de arena.

Seguro que alguno de vosotros ha vivido una. Es como un inmenso muro marrón que se acerca amenazante e imponente al que sabes que te tienes que someter. Después de una de estas tormentas lo habitual es que las dunas hayan cambiado de forma y de lugar. Granito a granito el viento hace y deshace. En Qatar Lorenzo, su equipo y la Yamaha estuvieron intratables, sin embargo, en el Gran Premio siguiente las cosas han cambiado drásticamente sin haber cambiado nada, aparentemente.

La evolución de la electrónica ha dejado de lado aparatos de medición y ajuste que no hace mucho tiempo eran de uso común en cualquier taller de automoción. La pistola estroboscópica servía y sirve para ajustar la puesta a punto del encendido de un motor y comprobar que el avance funciona correctamente. Conectada al cable de la bobina, esta pistola de luz emite un destello acompasado con la descarga de 20.000 voltios que provocan la chispa en la bujía y nos permite ver la coincidencia de las marcas que nos indican la correcta puesta a punto. Sin este aparato no se ve nada por más que nos esforcemos.

Como una pistola estroboscópica, el cambio de moto puso luz a lo que el ojo no ve: las motos de un mismo piloto tienen comportamientos distintos

Una vez instalados en la jaima y dispuestos a cenar, mordí un trozo de pan con la desagradable sorpresa de encontrarme masticando arena. En la noche del desierto, sobre mi dromedario y con el cielo completamente despejado, nada hacía pensar que millones de partículas de arena flotaban en el aire. Al día siguiente, viendo las fotos que tiré durante el recorrido comprendí qué era lo que había pasado.

En la carrera de Argentina todos pudimos constatar algo que habitualmente pasa desapercibido para la inmensa mayoría de nosotros. El cambio de moto obligado, debido a la poca durabilidad de los Michelin, puso luz, como si de una pistola estroboscópica se tratase, sobre lo que el ojo no ve. Las dos motos que cada piloto tiene disponibles para carrera, en esta ocasión con una puesta a punto exacta y con los mismos compuestos de gomas en cada una de ellas, tuvieron comportamientos distintos. Todos vimos como en la primera parte de carrera Márquez era líder, pero con muchos problemas para frenar el ataque de Rossi, mientras que después del cambio de moto fue Valentino el que, inexplicablemente, era incapaz de seguir el ritmo de Marc. Por no hablar de Lorenzo, hundido en la clasificación hasta que se fue al suelo al pisar una de las muchas zonas húmedas del circuito con una moto que no le daba ni pizca de confianza.

Desde la tribuna, desde la cabina de comentaristas, desde nuestras casas o incluso a pie de box, hay cosas que se nos escapan, solo los mejores pilotos del mundo, cuando están llevando al límite una MotoGP, sienten y ven lo que el resto no vemos ni con pistola estroboscópica.

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