Las cifras de víctimas en accidentes de carretera en España estaban rondando las del año pasado, y cabía la duda de si acabaríamos por encima o por debajo. Cada víctima es un drama, una familia rota, pero a los políticos siempre les preocupa mucho este número y cómo evoluciona, porque es lo que se usa para juzgar su gestión y evaluar posibles cambios. Incluso para justificar nuevas medidas que no sean muy populares, con la coartada de que es por el bien común y para evitar este drama.
El caso es que 2016 cerró con 1.160 fallecidos en carretera, y los diez muertos del pasado fin de semana elevan ya la cifra de 2017 a 1.165, cuando todavía quedan dos semanas (y dos fines de semana de muchos desplazamientos) por delante. De los casi 4.000 fallecidos del año 2003 se consiguió ir bajando hasta 1.134 en 2013, cifra que estuvo prácticamente estable hasta el ligero repunte de 2016: 1.132 en 2014, 1.131 en 2015 y esos 1.160 ya en 2016 (de los que 214 iban en moto). Por el camino, la implantación del carné por puntos o nuevos y más bajos límites para la alcoholemia, además de muchos más radares, campañas, de todo tipo, etcétera. En realidad la siniestralidad incluso ha disminuido, porque ese muy ligero aumento de las víctimas ocurre cuando el número de desplazamientos ha aumentado mucho: hasta 2013 se redujo (aún efecto de la crisis) y desde entonces ha subido cerca de un 2 por ciento en 2014, un 4 por ciento en 2015 y un 5 por ciento más en 2016.
Por desgracia este aumento de 2017 incluye víctimas de accidente en moto, que durante este año han vuelto a subir en España tras varios años de bajada (cuando las víctimas en otros vehículos se mantenían estables). Todo esto va a llevar posiblemente a que en 2018 entren en vigor algunas medidas nuevas: ya hemos comentado la posibilidad de que sea obligatorio llevar guantes además de casco en moto, y se habla de que se pueda incluir en el equipamiento una chaqueta con protecciones. También, que entren en vigor nuevos límites de velocidad: reducir el ritmo del tráfico urbano dejando a 30 km/h las calles de un solo sentido, o generalizar el límite de 90 km/h en todas las carreteras convencionales.
