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Juan Manuel López Mella: el último gran privado de 500

Una historia de pasión por la moto
Fotos: Repsol Media
El 10 de mayo de 1995 fallecía en un accidente de tráfico a la altura de Honrubia (Cuenca) el piloto lucense que más ha brillado en la historia del Mundial de Motociclismo. Más de 25 años después su historia sigue siendo apasionante.

Correr en moto nunca ha sido tarea sencilla, pero hubo un tiempo en el que con arrojo, ingenio y calidad se podían conseguir grandes hazañas que queden reflejadas en los libros de historia del motociclismo. Este es el caso de Juan Manuel López Mella, que comenzó en los circuitos de motocross para terminar siendo uno de los pilotos privados más reconocidos del inicio de los años ’90.

Precisamente en 2015, 20 años después de que nos dejase “Juanito”, como le llamaban y siguen llamando cariñosamente muchos de sus amigos, salía a la luz un documental-homenaje que repasaba alguno de los puntos clave de la carrera deportiva del piloto gallego de la mano de su amigo Suso Minuto. No deja de ser curiosa la evolución de la competición no sólo vista desde los ojos hoy en día sino cómo iba cambiando para el propio Juan.

La pasión por las motos de López Mella arrancó desde la niñez, cuando compraba la revista Motociclismo de la época. Sin embargo tuvo que esperar hasta los 14 años para poder hacerse con su primera moto, una Puch Cobra. La que fue la moto deseada por muchos adolescentes sirvió a Juan para empezar en el mundo de las carreras y comenzar a correr motocross. No era su gran pasión, pero como sucedía con tantos otros era la única manera de competir de una manera lógica (por cercanía) y económica en cuanto a costes se refiere. De hecho, el motocross jugó un papel importante en su carrera deportiva y es que a raíz de una lesión tuvo la oportunidad de probar una moto de velocidad: nada volvería a ser igual.

Otros tiempos, sin duda, en los que a la compra de la Ossa Copa F3 se sumaba el casco y el mono del anterior propietario. Hoy en día quizás el mono sí, pero un casco usado para competir… El caso es que así arrancaba una prometedora carrera deportiva marcada por un denominador común: la falta de recursos. Aun así, en el Criterium SoloMoto y ya rondando los 20 años consiguió buenos resultados antes de pasar a la Copa Yamaha RD, otra interesante copa de promoción.

Y así, con una experiencia relativamente corta llegó el momento de pasar a 250 con motos de Gran Premio. Yamaha vuelve a cruzarse en su camino, en este caso con una TZ con la que afronta el Campeonato de España de Velocidad a la vez que llega su debut en el Mundial como piloto invitado. Esta situación se da tanto en 1987 como en 1988 y en ambas temporadas disputa dos Grandes Premios sin recursos.

En aquellos tiempos (y hasta unos años después) conseguir participar en una carrera del mundial consistía en muchas ocasiones en el gran desafío de los pilotos con menos recursos y es que las plazas no estaban aseguradas para ellos durante toda la temporada. Así pues en 1989 llega el momento que termina por marcar la carrera deportiva de Mella, cuando decide dar el salto a 500 y compaginar algunas carreras de la categoría reina por Europa con otras del Mundial. Ya en su primera carrera con aquellas veteranas Honda NS de tres cilindros logró sumar puntos (dos en concreto) y eso sí suponía conseguir plaza para toda la temporada. En Suecia y Brasil arañó otro punto en cada una de ellas, todo un éxito.

Y con todo ello llega 1990, la opción de repetir en 500 estaba ahí pero la falta de motos competitivas le hace mirar al Nacional de Superbike, que gana tanto en el 91 como en el 92. Además en aquellos años toma parte en el Mundial de Supebike donde logra un hito al convertirse en 1991 en el primer piloto español en hacer podio en una recordada carrera en el Circuito del Jarama. Sin embargo la gran parte de la afición le recuerda por su regreso a 500, que tuvo lugar en 1992 aunque ya con la famosa ROC Yamaha y como toma de contacto de lo que sería un 1993 “triunfal”.

López Mella fue el mejor privado de 1993

Ese 1993, con la Yamaha del ’92 y prácticamente sin recursos logró convertirse en el mejor piloto privado de la temporada en un momento en el que realmente los privados lo eran de verdad. Desde Lugo, con un presupuesto modesto y con un equipo técnico reducido lograron algunas posiciones más que remarcables como el séptimo puesto del GP de Europa disputado en Montmeló. El cierre del año fue amargo, ya que cuando luchaba por otro gran resultado en el Jarama el motor de su Yamaha dijo basta y es que no tener poderío económico hacía que tuvieran que ir con piezas muy pasadas de horas. Aun así, en las 24 vueltas que aguantó volvió a dar una lección de pilotaje. Después de todo terminó el campeonato en la décimo segunda posición y obtuvo el título de “mejor piloto privado” tras conseguir acabar la temporada con el apoyo popular que valió aquella pegatina de “A la mejor afición. Gracias”.

1994 pintaba relativamente bien después de lo sucedido la temporada anterior, la moto sería la misma en un periodo donde las evoluciones no eran tan grandes como ahora, lo que suponía que podría defenderse. Pero la temporada no fue bien desde los test, con una caída que dejó tocado el chasis, que terminaría arreglando después de otra gran caída en Laguna Seca Harris (el rival de ROC). Aun así Juan estaba lesionado del brazo y esa lesión se resintió camino de Argentina, por lo que se perdió parte de la temporada. El destino es cruel y estando en esas condiciones físicas apareció quizás la mejor oportunidad de su carrera, participar en Montmeló con la Suzuki oficial. El gallego dio lo mejor de sí, pero sin tiempo para adaptarse y con los problemas físicos no pudo brillar como todos sabían que podía hacerlo. Aquella fue, a la postre, su última carrera en 500.

Para 1995 nacía Thunderbikes, una especie de Supersport pero bajo el paraguas de Dorna y con un cuantioso premio para el vencedor. Vencer era el objetivo para lograr el dinero y volver a 500 y el año no arrancaba mal con un cuarto puesto en Jerez. Por desgracia sólo unos días más tarde sufría el accidente que acababa con su vida. Poco después los pilotos realmente privados, como Juan, desaparecían para siempre del Mundial de Motociclismo.

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