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Racer Explosion 2017: espíritu retro-racing

Fotos: SMN
El Cafe Racer más puro llevado al aire libre, elevado a dos dimensiones: una exposición muy representativa y el traslado a la acción sobre la pista en activo más antigua de España. En este 2017 el Racer Explosion ha vuelto a El Jarama por segundo año consecutivo, y no sólo hemos repetido como devotos admiradores, sino que también nos hemos bañado en su esencia: las rodadas.

A espaldas de la tribuna que se construyó dentro del paddock para contemplar las eses de Le Mans, y justo enfrente de El Siete, los entusiastas más avezados del movimiento Cafe Racer madrileño dispusieron un generoso espacio para hacer la puesta en escena del Racer Explosion 2017.

La reunión constó de varias partes, con sendos recintos para cada una de ellas. Uno que sirvió a modo de aparcamiento para remolques y furgonetas, recordando, en buena medida, al “Continental Circus” que en otro tiempo se instalaba cada año allí mismo, sobre el paddock de El Jarama, dando cabida incluso a algunas de las motos que se exhibieron allí mismo el domingo, pero sobre todo a modelos del siglo pasado, que cubrían en aquel tiempo los aparcamientos para motos que se habilitaban junto a unas pelousses, siempre abarrotadas durante los últimos grandes premios, tan añorados, que dieron esplendor motociclista a la capital de España.

Allí llamaron la atención de este pasado domingo, entre otras, las Derbis preparadas, e incluso construidas al completo, por CustomRacer, y, desde luego, las dos maravillas de Harley-Davidson Capital (1.2 RCR y 1200 Cup), con la que el concesionario de Madrid participó en la Battle of de Kings, dos creaciones sobre la base de Milwaukee frente a las que el público no dejó de hacer, y de hacerse, fotos a lo largo de toda la jornada.

Harley-Davidson Roadster Capital 1200 Cup 2017

Exposición

En otro recinto contiguo, algo más reservado y casi bajo la sombra de la tribuna Le Mans, los constructores más cotizados podían desplegar su talento creativo, exponiendo verdaderas obras de las bellas artes ejecutadas sobre un pedestal de dos ruedas.

En este espacio, los aficionados y visitantes pudieron apreciar cómo la tendencia post holocausto nuclear se consolida en el presente como una línea dominante, después de que fuera tomando fuerza durante los últimos años. BMWs exhibiendo el vértigo de una rueda, absolutamente pelada, cogida a un monobrazo, o neumáticos de Dumper calzando esculturas que parecían sacadas de la cuarta entrega de Mad Max, aún por llegar, mostraban su aspecto descarnado y brutal ante la mirada sorprendida de curiosos y visitantes.

Racer Explosion 2017: Royal Enfield Continental GT roja

Además de estas creaciones futuristas, también se dejaba ver alguna Harley teletransportada desde el pleistoceno motociclista, traída en una máquina del tiempo con su mecánico de época, que, ataviado con bata gris carbón y luciendo una barba tan poblada como obligada por la moda de hoy, se paseaba sobre aquel sonido de hace cien años, mientras contemplaba a través de sus gafas con montura negra de pasta algunas caras sorprendidas con su paso.

También estuvieron presentes la marcas de fabricantes más representativas del sector, exponiendo sus modelos dispuestos en línea con el espíritu del Racer Explosion: Royal Enfield, Yamaha, Mash, y desde luego, Triumph, desplegando bajo una carpa corporativa toda su línea neoclásica: Street Scrambler, Street Cup, Street Twin, Bonneville T120, Thruxton y Thruxton R. Más británica, imposible.

Y entre tanta máquina post-nuclear o tanto brillo reluciendo en las motos aún por estrenar, llamaba la atención, destellando con luz propia, el cromo de Rickman resaltando sobre el negro de un carenado integral, que envolvía con sus formas de los setenta el corazón Kawasaki latente dentro de una de las joyas que ya tuvimos la oportunidad de contemplar el año pasado.

Racer Explosion 2017: Vespa no faltó

¡Acción!

El pit lane de El Jarama volvió a verse envuelto por el sonido ambiental que interpretaba la orquesta polifónica del Racer Explosion. Pero antes de describirlo, no debemos de pasar por alto, para regocijo de los más puristas, y también reaccionarios de la moto, que en esta edición 2017, el interés de los más entusiastas por rodar en un trazado histórico ha crecido hasta cubrir la mitad de las horas, siempre repletas, en las que la pista madrileña estuvo operativa. La imagen que proyectó el circuito a partir del semáforo verde, y el ambiente que se escuchó y se respiró en él este pasado domingo resultó sencillamente irrepetible.

El aullido de los cuatro en uno, tomando aire por sus carburadores, quedaba suspendido en esa atmósfera atrapada en las laderas de la hoya sobre la que se asentó El Jarama. El zarpazo enrabietado al aire con el que las entrañas del dos tiempos sacaron su furia de felino para rasgarlo. El trueno de las bicilíndricas rompiendo el cielo nublado después de una ascensión, que se antojaba irreal, sobre la Rampa Pegaso.

Racer Explosion 2017: una Triumph Scrambler diferente

El domingo se vieron imágenes imposibles, que bien podrían leerse descritas en un relato de fantasía. Una Triumph concebida en 2017 con el aspecto british de los sesenta disputa la frenada de Portago a una Suzuki GS1000, de impronta Yoshimura, que bien podrían haber robado al mismísimo Ron Pierce. Una Derbi que imita a la exclusiva RAN marcha en paralelo con una Royal Enfield Continental al paso por la trazada de Monza. Una Ducati Darmah 900, envuelta en el negro y dorado más elegante de la historia del motor, abre el gas de su desmo para hacer la serpiente sobre la salida de El Túnel. Una Guzzi se suspende en el vacío, colgada en el peralte de Le Mans, mientras que una Honda CB transita agazapada por La Ciega y una Bimota se lanza a tumba abierta por la bajada más sobrecogedora de la pista, justo antes de embocar el hoyo de Bugatti.

Conclusión

El Jarama volvió a verse invadido por criaturas de fantasía, cacharros nostálgicos, motos de leyenda y creaciones escultóricas, que, por un día, devolvieron al Templo Madrileño de la Velocidad el espíritu que muchos añoramos, y que otros reclaman, por desgracia inútilmente, para la capital de España y la Zona Centro en general.

Pero más allá de la pura nostalgia, más allá del posible egocentrismo que alguno quisiera ver o de la propia excentricidad que otro quisiera encontrar, el Racer Explosion es, sobre todo y por encima de todo, cultura viva de la moto en su estado más puro.

¡En 2018, volveremos!

GALERÍA DE FOTOS RACER EXPLOSION 2017

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