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¿Qué moto tienes? Estas son las nuestras

Fotos: SMN
De vez en cuando nos llega la pregunta: ¿y vosotros qué motos tenéis? Pues para terminar con el misterio, os presentamos las motos que tenemos los que estamos detrás de SoyMotero.net, y veréis como hay de todo un poco...

Es una pregunta que nos llega con frecuencia: la curiosidad por saber qué motos tenemos en nuestro garaje quienes nos dedicamos a escribir sobre ellas. Y, además, solemos probar diferentes motos con frecuencia. Cuando hay muchas presentaciones y aparecen novedades, pueden pasar muchos días o incluso semanas en que vas cambiando de moto y no llegas a usar la tuya. Las marcas en general nos las prestan durante una semana o dos para que tengamos tiempo de probarlas bien, hacer fotos y vídeo, etcétera, pero pueden juntarse varias seguidas… A veces algún día sacas tu propia moto porque ¡ni recuerdas cuánto hace que está parada!

Al probar tantas motos supondrás que siempre elegimos lo mejor o lo último, pero no es así, más bien al contrario. Nos atraen, de un lado, motos que han marcado de alguna forma la historia, pero de otro, también motos prácticas, que nos resuelvan el transporte si las de pruebas nos fallan (porque no hay, o no nos toca). Este factor también nos lleva a elegir motos fiables, es decir, que sabemos que arrancarán pasadas semanas sin uso. Un último punto en común es que casi ninguno hemos comprado nuestra moto nueva: quizás por la ventaja de saber qué mirar sacamos más provecho de comprarlas usadas, pero en algún caso no había otro remedio. Sin más preámbulos, veamos cuál o cuáles son las joyas del garaje de cada uno…

Israel Medrano: KYMCO Xciting 400 (2015) / KTM EXC 250 2T

Tengo dos motos que cumplen a la perfección con mis expectativas: el Kymco Xciting 400i es el vehículo ideal para mis traslados diarios de casa al trabajo y los recados por la ciudad y el extrarradio. Lo compré cuando la marca vendió las unidades de prensa, es decir rodado y poco más. Es cómodo, rápido, fiable y aunque no tiene un hueco muy grande bajo el asiento, es suficiente.

Estas son nuestras propias motos

Para mi vertiente más gamberra dispongo de una KTM EXC 250 2T (comprada de segunda mano en perfecto estado) con la que practico enduro cada vez que puedo, es decir, menos de lo que a uno le gustaría. Es rabiosamente divertida, muy ligera y eficaz. Además cuenta con esa “mala leche” de los dos tiempos que tantas sensaciones producen. Para completar el trío de ases me gustaría una moto para disfrutar de pequeñas salidas de fin de semana y hacer curvas. Me hace ojitos la Triumph Street Triple RS…

Estas son nuestras propias motos

Javier Pérez-Rubio: Yamaha XJR 1300 Racer (2016) / Suzuki Burgman 200 (2014)

Tras muchos años con varias motos de diferentes segmentos al día y en orden de marcha, decidí minimizar mi parque móvil motorista (menos gasto y más espacio) y reducir los elementos al máximo en dos vertientes bien diferenciadas. Por un lado la pasional (representada por la XJR) en contraposición a la racional (con el Burgman UH200 como protagonista). La moto de los diapasones la compré con 3.000 km de marcador mientras que el scooter lucía sólo 1.800, ambas en color negro brillo, en garantía y en perfecto estado.

Estas son nuestras propias motos

En la primera confluyen mi pasión por las motos clásicas, con la sencillez de mantenimiento y los 20 años de historia de la familia XJR. Minimalismo, imagen y una mecánica tetracilíndrica evolucionada desde la FJ1100 de 1983 puestos al servicio de una estética neo-retro con tintes deportivos difícilmente superable. Par motor de V8 y prestaciones suficientes para una versión cafe racer que sólo se vendió durante dos años y que, en cierto modo, resulta tan minoritaria como poderosa. Cero ayudas electrónicas, peso elevado y geometrías conservadoras para una moto que se conduce ahora “casi” como las de antes y que va mejor de lo que sus cifras hacen pensar. No tiene el sabor de una clásica de verdad, pero tampoco me ha dejado tirado nunca. Silenciador Akrapovic y portamatrícula corto adornan el pack.

Estas son nuestras propias motos

Respecto a la segunda poco que decir: es el GT de pequeña cilindrada por antonomasia en lo que a fiabilidad, protección y capacidad de carga se refiere. Goza de la experiencia de un producto bien parido desde el principio y con más de 10 años de historia. Curiosamente esta unidad fue la última que salió de la cadena de montaje de la extinta fábrica de Suzuki en Gijón, la utilizo a diario en mis desplazamientos por ciudad y tiene ese ‘plus’ de 6 CV respecto al motor 125 que permite una conducción más desahogada en Nacional o con pasajero sin penalizar en consumo. Ya tiene 16.000 km, cada 5.000 pasa por el taller y no se queja. Bajo el asiento he llegado a meter un mono de circuito con sendas protecciones, guantes y algún que otro archiperre: ¡celestial! Pasa desapercibida, tiene las medidas justas y a mi novia le encanta: ¡una buena excusa para no quitar el colín monoplaza de carbono de la XJR!

David Robledo: Honda CR250F (2005) / CR250 (2003)

Dicen que la cabra siempre tira al monte y aunque he tenido más, alguna de ellas que pasó a peor vida gracias a algún desalmado que se la llevó una noche de verano y me dejó sin moto para ir a hacer tandas, actualmente conservo la Honda CR250F con la que competía en el madrileño de MX hace ya una década.

Fue una de las primeras 4T de cross de Honda, la segunda de su generación en 250, y guardo muy buenos recuerdos. El primero que tengo de ellas es siendo arrancada por el vendedor en la puerta de la tienda para que viéramos que todo estaba en orden de marcha, nunca mejor dicho. Después, mi hermano me dijo que si le dejaba subirla al remolque y aprovechó para ir calle arriba siendo el primero en montar. A partir de ahí, muchos fines de semana de diversión, muchas curvas, muchos saltos, muchas carreras y muchas caídas, algunas de ellas más duras que otras.

David Robledo, Honda CR250F 2005

Ahora, la guardo como oro en paño en el garaje, lista para arrancar y cuando el tiempo del que dispongo me lo permite vuelvo a dar gas con ella en alguno de los circuitos de la zona centro. Es cierto que hay motos más modernas, pero para ir a dar unas vueltas es más que suficiente y tengo un montón de recuerdos de ella, así que espero que llegue a ser clásica en mi garaje. Además, fue superviviente de aquel maldito robo en el que se llevaron la R6 y un Aerox…

Además de la “F”, también hay en mi garaje un proyecto (junto con mi hermano) de esos del estilo de El Escorial, que nunca se acaban. Lleva ya año y medio en casa una CR250 2002 de dos tiempos esperando a que terminemos de transformarla en supermotard. Los más sensatos dicen que es imposible, que vamos a sufrir con ella, que nos dejemos de inventos raros, pero uno que empezó con las motos 2T sigue enamorado de esa rabia, de esa mala leche, de ese sonido de los motores con agujeros… Quizás algún día la terminemos y demos unas vueltas, sería buen propósito de cara a 2018 ¿verdad?

Claudio Borlaf: Honda CBR 600 F (2003)

Mi morena preferida ha cumplido ya 15 años y sigue enamorándome como el primer día que la vi. Aunque yo no sea su primer dueño me apasiona su grave sonido redondo, sus líneas deportivas y su tremenda polivalencia. La Honda CBR siempre había sido un referente para mí desde la adolescencia, sobre todo pensando en aquellas Fireblade 900 de los 90. El mundo de la competición tan latente en aquellos años y los primeros éxitos de Crivillé en 500 fueron dos cuestiones clave para definir mi gusto estético por las dos ruedas.

Estas son nuestras propias motos

Tras algunos unos años de carnet de moto, y una vez dejado atrás el mundo de los ciclomotores, y un par de motos (Suzuki GS500 y SV650) por fin tenía la oportunidad de conseguir una CBR 600 F del año 99 en un llamativo color amarillo y verde. Desafortunadamente un coche y su conductor me impidieron continuar con ella y se la llevaron directamente al desguace. Sin embargo, me quedé tan prendado de la suavidad de su motor, de su capacidad touring y deportiva al “retorcerle la oreja” que busqué un reemplazo a la altura. El año 2010 fue el inicio de un sueño para mí. Una atractiva CBR 600 F de inyección con tan sólo 32.000 km del 2003 (modelo que dejó de producirse en 2007), todas las revisiones por la casa oficial y la fiabilidad de la casa del ala dorada se me ponía a tiro.

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Bajé a Sevilla a por ella y desde entonces, he vivido con la CBR la práctica mayoría de mis grandes experiencias en moto. Un asiento cómodo, una potencia declarada de aproximadamente 110 cv más que controlable y su espíritu deportivo, me han atrapado para ir con ella por primera vez a un Gran Premio, para pisar Pingüinos, para ir de viaje con pasajero, para ir a trabajar sobre ella a diario e incluso para entrar en múltiples ocasiones a circuito. Su motor de cuatro cilindros ha respondido haga frío, calor, llueva o nieve con total efectividad, al igual que el resto de sus componentes. Tanto es así que a “mi pequeña morena” le faltan escasas semanas para llegar a la cifra de los 100.000 km y más que espero le queden.

Y cuando ella no esté, mantendré el nostálgico recuerdo todo lo que hemos pasado juntos. Será por ese punto pasional que sólo entendemos los que tenemos el veneno de las motos en la sangre.

Iván España: Kawasaki ER-6N (2008)

Mi capricho, mi ‘leona’, como yo la llamo: ‘mi novia verde’… Son ya cuatros años juntos desde que esta Kawasaki ER-6N 2008 apareció en mi vida. Me decanté por una ER-6N por 4 motivos: su manejabilidad entre el tráfico, su polivalencia, sus líneas modernas y su bajo consumo.

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Era enero, helaba en la calle y debíamos empezar despacito para construir juntos algo que durase, pero rápidamente me enganchó con su bicilíndrico y una polivalencia de la que pocas motos gozan. Aquel fue el comienzo de cuatro años sin caídas, cuatro años de diversión en los que me ha dado mucho y ha sobrepasado las expectativas: es cómoda y suave en la conducción, estable como un scooter, ligera de peso y su motor muestra un empuje excelente y una tracción impecable.

A pesar de muchos coqueteos con motos deportivas, motos de cross e incluso algún scooter (no soy gran amante de éstos últimos), lo mío con mi novia verde es diferente: ella es de las que nunca defrauda, demostrando que con sus 600cc no tiene nada que envidiar a las motos “gordas” y que con poquito hace virguerías.

Borja Jordán “Morrillu”: Yamaha TRX850 (1998)

Después de unos años sin moto propia tras haber vendido la última supermotard con la que hice mis pinitos en competición, decidí buscar en el mercado de segunda mano una moto anterior al “efecto 2000” para utilizar ocasionalmente.

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Lo cierto es que no buscaba ningún modelo en concreto. El único requisito (además del precio) era que me hiciese sentir algo cuando bajase al garaje y la viese aparcada. Y con este planteamiento, sabía que tenía que ser algún modelo no habitual, algo que limitaba mucho la búsqueda y se convertía más en llegar a tiempo si aparecía algún chollo.

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Y lo cierto es que apareció, una Yamaha TRX850 con 59.000 km, casi de serie. Pero lo mejor de todo es que con un historial completo en facturas desde los 30.000 km que incluía el haber puesto nuevos pistones y guías de válvulas con 45.000 km, lo que le hacía no gastar nada de aceite (raro en una culata 5 válvulas de Yamaha). Además se habían hecho las típicas mejoras en esta moto para dejarla con un sutil “restomod” que mejore su comportamiento en carretera y la traiga al Siglo XXI: discos de freno, suspensiones (incluyendo un Öhlins trasero de Yamaha YZF750R), pinzas de freno monoblock de R6, escapes Thunder de carbono y titanio además de otra pareja Marving, etc.

Un precio justo y que se encontrase a escasos 300 km de casa hizo que se viniese una tarde en el remolque hace casi tres años. Lo cierto es que en este tiempo no es que haya recorrido demasiados kilómetros, pero no ha dado ni un solo problema y lo mejor de todo es que no da la impresión de tener casi 20 años. El tacto de motor, las suspensiones además de la agilidad (no llega a los 200 kg) y un motor que parece casi eléctrico, con un rango de uso desde las 3.000 hasta las 8.000 vueltas hace que no me plantee venderla nunca, sobre todo teniendo en cuenta que quedan muy pocas en estado original o casi.

Tomás Pérez Sánchez: Suzuki GS500E (1998)

La compré con un ánimo totalmente aséptico, impulsado por un sentido exclusivamente práctico, y nada más. Buscaba una moto muleto, una moto comodín, lo que podríamos decir “una moto para los recados”. Por tanto, debía de ser un modelo de mantenimiento económico; un modelo duro, fiable y sobre todo barato. Así fue cómo encontré mi Suzuki GS500E del año 98. Perfecta. Cubrí mi necesidad con la mínima inversión sobre una moto sufrida como pocas, que, como quien dice, no da ni un ruido.

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Pero había algo más. La discreta Suzuki guardaba una sorpresa.

Efectivamente. Así fue cómo la primera noche que la guardé en mi garaje, ¡me sorprendí a mí mismo limpiándola, abrillantándola tirando de Pronto y de Aladín! ¡No me lo podía creer! A estas alturas de la película y habiendo pasado tantas y tantas motos por mis manos, un modelo sencillo, de 1.200 euros, con prestaciones discretas y con casi 20 años a cuestas, me hizo mucha ilusión. Y es que ésa es buena parte del encanto que guarda el espíritu del motorista: La ilusión donde menos se lo imagina.

Josep Armengol: Honda VFR 800 (2000) / Yamaha TMAX 500 (2008)

Tengo el corazón partido, como la canción, entre mi Honda y mi Yamaha, aunque “la moto” tiene que ser la Honda. Alguien dijo que esta VFR800 era la mejor versión de la mejor moto de la historia… y yo no voy a llevarle la contraria. En mi caso, me atrae que es la única VFR diseñada por el japonés Satoru Horiike, que fuera jefe de HRC y a quien tuve el placer de conocer personalmente. Este ingeniero fue el responsable entre otras de las NSR250 y 500 de carreras, de la única NR750, o de la RC45. De ésta última toma mi VFR el motor, con un cigüeñal que da 2 mm más de carrera (cubica 781 cc) para mejorar su respuesta de cara al uso de calle. Menos me gusta que, siguiendo la tendencia de Honda en esa época (les dio por ser diferentes) el chasis está partido (el basculante va anclado al motor), lleva radiadores laterales (en vez de frontal) y frenada combinada de primera generación… Bueno, nadie es perfecto.

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Mi unidad fue antes de un excompañero de la revista Motociclismo, que la había comprado usada con un historial mecánico impecable del concesionario de confianza. Desde que se la vi le dije lo buena y bonita que era esa moto, y cuando un día me dijo “tengo capricho de otra, si la quieres es tuya” añadí la tercera “b” a la VFR, que pasó a ser mía por un buen precio. Tiene ahora, dos años y medio después, 90.000 kilómetros que son casi 25.000 más de los que tenía… y los que le quedan. Esta VFR tiene mando de la distribución por engranajes laterales (un sonido único) y, sí, es la anterior a las VTEC, pero tiene mejor empuje en bajo, medio o alto régimen que ellas, y un consumo más bajo (con 21 litros de depósito nunca reposto antes de los 300 km sin apurar).

En cuanto al TMAX lo compré apenas rodado con lo que la mayoría de sus 80.000 kilómetros han sido míos. Ha visto desfilar innumerable cantidad de piezas (escapes y variadores sobre todo) durante la época de pruebas que hice para mi desaparecida revista ScooterManía, y se quedó finalmente con una combinación… que no revelaré. Es tan práctico como fiable, perfecto para todos los días y, aunque siempre prefiera salir de casa subido a la VFR, por lo menos un día a la semana sí que hace mis habituales 80 km de ida y vuelta.

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