Pues lo primero que debemos hacer es resignarnos y aceptar que nos vamos a mojar aunque sea un poco. Lo que nunca podemos hacer es ponernos nerviosos y acelerar para llegar antes a un sitio resguardado. Cuando empieza a llover, la carretera se vuelve muy resbaladiza, ya que en esos primeros instantes el agua arrastra mucha suciedad que queda depositada sobre el asfalto, además de todo el polvo y arena que convierten la carretera en una pista de patinaje.
Lo mejor ante posibles cambios de tiempo repentinos, como suelen ser las tormentas de verano, y si nuestra moto nos lo permite, es llevar en la guantera o bajo el asiento un pequeño chubasquero fino. De esta manera, tendremos la posibilidad de parar y ponérnoslo si es necesario. Como consejo, también puede venirnos muy bien llevar alguna pequeña bolsa de plástico para poder guardar en ella el móvil o la cartera si nos vemos bajo un chaparrón de manera repentina.
Una buena opción si nos vemos sorprendidos por una tormenta y sobre todo si es fuerte es la de pararnos y dejar que pase. Así nos evitaremos el riesgo de una caída. Eso sí, siempre hay que hacerlo en zonas lo suficientemente apartadas del tráfico y con buena visibilidad para evitar posibles accidentes. No nos olvidemos tampoco de señalizar la posición de nuestra moto con el doble intermitente si es necesario, incluso aunque sea si circulamos a baja velocidad y no hay una buena visibilidad.
Si, a pesar de todo, decidimos seguir circulando. Hay que tener mucho cuidado con las posibles balsas de agua, así como pasar a un modo de conducción muy suave y anticipado, evitando cualquier tipo de movimientos bruscos. Al fin y al cabo, estamos montando en moto en agua.