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Prueba Moto Guzzi V9 Roamer y Bobber 2016: ¿espíritu libre o recio carácter?

Fotos: Moto Guzzi
La marca de Mandello del Lario nos plantea dos propuestas bien diferenciadas dentro del universo custom, impulsadas sobre su nuevo bicilíndrico de 853 cc: la conducción placentera sin rumbo ni destino o el suave fluir a lo largo de las carreteras más espectaculares.

La sociedad inventa cada vez más obligaciones para incrementar en sus individuos la sensación de cautividad, además de encriptarlos en la larga secuencia del anonimato, con lo que el anhelo de libertad y la necesidad de sentirse único e independiente crecen, particularmente, en un sujeto tan pasional como es el motorista.

Todas las marcas han captado desde hace tiempo esta demanda y durante los últimos años le han hecho frente con una oferta desplegada en el mercado, particularmente en el capítulo de la personalización. Moto Guzzi ha sido una de las firmas más sensibles a estas necesidades y ahora abunda en esa línea con dos modelos propulsados por un nuevo motor en “V” con cilindros transversales de 853 cc y 55 CV a 90º. La caja de cambio, de seis velocidades, tiene una primera particularmente larga para sentir suavemente la tracción de los 65 Nm de par con los que empujan los dos pistones, lo mismo que una sexta overdrive para llevar el bicilíndrico reposado mientras viajas en la Roamer o pasas por el trámite de la autovía en la Bobber.

La nueva transmisión secundaria se ha recolocado y rediseñado para albergar un neumático más ancho, lo mismo que se eje helicoidal, perfilado ahora para soportar mucho mejor tanto las fuerzas de tracción y retención como el paso de los kilómetros más viajeros.

Tanto la Roamer como la Bobber de Moto Guzzi se pueden considerar auténticas creaciones neoclásicas sobre dos ruedas al unir dos mundos extremos en el tiempo. Por un lado rinden culto al metal, incluso con un tanque de aluminio para albergar la gasolina y para satisfacción, también, de todo amante de lo retro, y en consecuencia alérgico al plástico. Por otro lado ofrecen la última era digital puesta al servicio del motorista bajo unos perfiles y unas siluetas que evocan tiempos pasados. Un ABS, un ordenador de a bordo, un control de tracción con un modo para seco y otro para mojado, e incluso una conexión USB a la que se puede enchufar, por ejemplo, un smartphone (como en alguna de las unidades de prueba), con una aplicación que nos vaya indicando datos en tiempo real como las rpm del motor o el ángulo de inclinación que vamos tomando.

Las principales diferencias entre ambas hermanas mellizas pasan por las llantas, neumáticos, asiento, guardabarros trasero, manillar, pintura/acabados y precio final (10.399 € para la Roamer y 400 € más para la Bobber). Hasta ahora, sólo las habíamos visto en parado con motivo del Salón EICMA de Milán 2015 y ahora ya podemos arrancar este nuevo V2 e iniciar un delicioso paseo partiendo de la sede de Guzzi, sita en Mandello del Lario, para ir bordeando una buena parte del Lago Como, con todo el muestrario de postales cinematográficas de clase B que va brindando a lo largo de su rivera.

Moto Guzzi V9 Roamer a la izquierda y V9 Bobber a la derecha

Guzzi V9 Roamer

Roamer, sí, vagabundo en inglés. El propio nombre de esta moto ya nos está indicando la actitud más apropiada que debemos adoptar detrás de su manillar para entender cuál es su verdadera esencia, y sobre todo para quién va destinada. Efectivamente, la Roamer es una moto que invita a una conducción abandonada desde antes incluso de subirnos a ella, y más aun tras colocarnos sobre su sillín de tabla, agarrados a ese manillar elevado, de puntas abiertas y sensiblemente tirado hacia atrás; más aun cuando posamos los pies sobre unas estriberas adelantadas. En definitiva, la posición de la Roamer se sitúa en el primer escalón del rider custom, con lo que todo invita a dejar caer el tronco hacia atrás para colgarlo de los brazos, con una elevación acentuada, además, por la rueda delantera de 19”. Todo en esta postura es una clara sugerencia para dejarse llevar por el bicilíndrico de Mandello en un placentero y evasivo paseo, tan largo como nos antojen nuestros anhelos de libertad, tan reprimidos en el día a día por la sociedad actual.

Y así, el motor se siente dulce al partir con esa primera marcha alargada, de la misma forma que, yendo en esa sexta viajera, puede recuperar sin titubeos ni protestas desde un ritmo tan bajo como los sesenta por hora, con lo que el uso del cambio se reduce hasta casi olvidarlo en carretera, dejándonos llevar por esa conducción apacible y “abandonada” que nos propone esta “Vagabunda”.

En cuanto a la suspensión, la horquilla resuelve muy bien ese equilibrio entre el confort y una consistencia digna en las frenadas. De otro modo, el doble amortiguador trasero lo tiene algo más complicado, una vez que hemos asumido su montaje obligado por la estética, y por la propia idiosincrasia de este modelo. De ese modo sentiremos su efecto seco, lo mismo que el discreto espumado del asiento, al pasar por los filos vivos de los baches, o por las pequeñas crestas que levantan los rizos del asfalto más castigado por la meteorología.

Manillar elevado, guardabarros trasero envolvente y asiento son algunas de las características que definen la Moto Guzzi V9 Roamer

Guzzi V9 Bobber

Su apellido indica el estilo de esta custom, una bobber de media cilindrada. Como bien conoce el lector, este tipo de moto nació cuando los soldados de la II Guerra Mundial volvieron a los USA con un nuevo concepto traído desde el viejo Continente. Tomaron sus pesadas motos americanas y comenzaron a recortarles la mayor cantidad de hierro posible, eliminando además todo lo ornamental y superfluo que llevaban atornillado, para adelgazarlas a imagen y semejanza de las europeas que habían visto durante el Gran Conflicto.

Esta Bobber toma la misma base que su hermana, la Roamer, para motar una llanta de 16” que hace bajar el chasis doble cuna que alberga el bicilíndrico de Mandello, y apoyarse sobre un neumático de 130 mm de ancho. Sobre la tija superior, monta una manillar ancho y plano, casi recto, que sitúa la posición del motorista muy alejada de la conducción que propone la Roamer, hasta llegar a cambiar radicalmente el comportamiento dinámico de la moto. Antes de subirnos, la capacidad de la Bobber para virar y entrar en los virajes estaba bajo sospecha con ese “donut” rodando delante de nosotros. Sin embargo, la ligereza del conjunto (199 kg sin gasolina) y el sobrado brazo de palanca que ofrece la generosidad del manillar, hicieron ridícula esa sospecha desde la primera rotonda. Más adelante, al serpentear por carreteras de montaña, la posición cargando el tronco sobre la opulencia de la goma delantera propician una confianza total en esta Bobber, divirtiéndote sobre el trazado más retorcido.

Comparada con la V9 Roamer, la Moto Guzzi V9 Bobber se comporta muy diferente a su hermana

Un Ser Vivo

¿Vibraciones? Sí, por supuesto que se dejan sentir al conducir este ocho y medio de dos válvulas, y también con ese característico cabeceo a la derecha del V2 transversal, como respuesta al golpe de gas en parado. ¿Pero dónde situar o cómo dar un grado de intensidad a esas vibraciones?

Pues podemos decir, en primer lugar, que ese cabeceo no va a levantar ni a tumbar más la moto, de ninguna manera, si se nos ocurriera acelerar de golpe en plena inclinación, y por otro lado, las vibraciones que se perciben en orden de marcha, se sienten prácticamente en cualquier régimen, y podemos decir sin pecar de nostálgicos románticos, que representan el pulso vivo de la Bobber, ni más ni menos que una nota más de carácter en una moto con un aspecto que se puede encuadrar perfectamente dentro del segmento de las macho-bikes. Dicho de otro modo: no te vas a comprar una moto de recio carácter y temperamento latino para sentirla como una turbina a través de sus puños.

Efectivamente, es cierto que se echa de menos una banda sonora que acompañe el deambular de la Roamer o que reafirme ese carácter pretendido en la Bobber. Unas notas graves, con tono de caverna, emergiendo desde la admisión hubieran rematado el sentido clásico y vagante de la ruta, lo mismo que un petardeo ronco, percutiendo dentro de los escapes en las retenciones hubiera animado aun más esa sensación deportiva que despierta la Bobber en el motorista. Sin embargo, las restricciones Euro 4 que limitan el nuevo motor de Guzzi reprimen cualquier alegría musical con los fonos, tanto con la entrada como con la salida de los gases. Los que ya hemos cumplido los cincuenta tendremos que contentarnos con evocar los sonidos de la Le Mans I y II o el de la California de los setenta al sentarnos tras el manillar de la Bobber, mientras que los más jóvenes tendrán que hacer un ejercicio de imaginación para que suenen en su mente mientras conducen estas nuevas V9.

La Moto Guzzi V9 Bobber cuenta con ABS, control de tracción y doble modo de conducción

En ambos modelos el solitario disco delantero se basta para detener el conjunto, también con el peso súper de un servidor (107 kg). Sí, lo cierto es que sorprende la mordida de las pinzas, consistente y determinante cuando se le exige, mientras que es capaz de ofrecer al mismo tiempo un tacto dulce y preciso en los primeros milímetros que recorre la maneta, para aplicar en las frenadas repetidas y cotidianas, esas frenadas de andar por casa, para entendernos.

En ambos modelos la rodilla o la espinilla (dependiendo de la estatura) tropiezan con el esquinazo de las culatas. No importa la estatura que se tenga, es una cuestión de situación de las estriberas con respecto a los cilindros, a unos les alcanzará más arriba o más abajo de la pierna, pero les alcanzará de todos modos.

Moto Guzzi parece haber tenido en cuenta esta circunstancia, difícilmente eludible, de la posición con la que su nuevo V2 se sitúa dentro del chasis clásico de doble cuna, colocando los anclajes de las estriberas llamativamente abiertos, separados del cuerpo de la moto, para apartar las piernas de las tapas de balancines, sin dejar de posarlos cómodamente, y al completo, sobre la goma de los estribos. Será una cuestión sobre la que cada futuro propietario buscará una manera de colocar los pies en una postura de cualquier modo relajada, en el caso de la Roamer, o en una posición de control para la Bobber, sin forzar y situando los pies de forma natural, en cualquier caso.

En cuanto al espumado del asiento, no se le puede acusar sin atenuantes de que resulte exiguo, porque su discreto espesor no es más que una consecuencia del compromiso que ambos modelos adquieren con esa estética neoclásica.

Decoración del depósito de la Moto Guzzi V9 Bobber

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