El mercado cafe racer y scrambler está pegando muy fuerte entre los que buscan algo diferente, no sólo una moto para desplazarse, si no una seña de identidad que les identifique. Por eso muchos recurren al formato scrambler, que con su sabor añejo tiene sus adeptos. Para ellos, especialmente para los que no tienen el carné de moto y les gusta este concepto, Hanway ha puesto en el mercado la Scrambler 125. Adaptada a la Euro 4, la apariencia es la gran baza de un modelo que comparte motor y muchos de sus elementos con el resto de la gama “cafe” del fabricante asiático.
No cabe duda de que la estética es el gran punto fuerte de esta moto y precisamente esta estética es la que la separa realmente de sus hermanas. Al fin y al cabo, si pones una junto a la otra es cuando verás que esos pequeños cambios hacen que parezcan la noche y el día. Sus suspensiones más largas, el depósito, los guardabarros, el asiento, la iluminación led con su pecular faro delantero y ¡por supuesto! esas ruedas de tacos tan peculiares.
Pero claro, no nos vamos a quedar con una moto sólo por la estética ¿o sí?. El caso es que esta Hanway Scrambler 125 tiene otra gran ventaja y es que su precio es realmente competitivo. Un producto con unos acabados decentes y un rendimiento razonable por 2.200 euros, sin duda un gran punto a su favor.
Antes de ponernos en marcha, aunque no de arrancar, nos dimos cuenta que en Hanway habían solucionado uno de los problemas que arrastraban tiempo atrás y es que la Scrambler 125 cuenta con un caballete central que permite arrancar la moto y que se vaya calentando mientras nos preparamos. Aunque parezca un detalle simple, esto supone un gran avance en cuanto a comodidad se refiere y hace que podamos estabilizar la moto mejor cuando la dejamos aparcada. Eso sí, tampoco se han olvidado de la comodidad y mantiene su pata de cabra con la que cuando está extendida, os recordamos, no se pone en marcha el motor la moto.
En marcha
Al subirse a la moto, como siempre, nos fijamos en la postura que vamos a tener encima. Debido a sus medidas y a mi tamaño, algo por encima del 1,65, la postura que se queda es correcta. Es una moto de altura reducida, como sus hermanas, y al sentarte, con el manillar ancho y las estriberas bajas, fuerza una posición erguida y cómoda para moverse y maniobrar. Únicamente la palanca de cambio se encuentra un poco retirada, pero es cierto que es cuestión de gustos y, también, de acostumbrarse.
Una vez en marcha, lo que más llama la atención y hay que prestar mucha de ella al principio, son sus neumáticos de tacos. Quien se haya manchado de barro alguna vez, sabrá que las sensaciones de una rueda de carretera frente a una de campo son bien distintas. Menos superficie de contacto cuando estamos en asfalto y una respuesta mucho más sensible. De hecho, los más novatos podrían llevarse algún sobresalto si no están concentrados en lo que deben. Una vez le coges las medidas ya te anticipas al movimiento y te manejas a la perfección incluso entre el tráfico.
Su motor, con sus 10,2 CV a 8.000 RPM, se comporta de forma correcta. Eso sí, para sacarle el partido y subirlo a esas 8.000 revoluciones hace falta estirar sin piedad y justo ahí es cuando empiezan unas vibraciones, típicas en los monocilíndricos, que aparecen sobre las 6.000 vueltas y que continúan hasta que por una u otra razón bajas de ahí. Acelerando no supone ningún problema, pero si queremos mantener una velocidad de crucero de en torno a los 90 km/h de marcador terminan siendo molestas en los pies siempre que no llevemos un buen calzado de moto. Aún así, no hay que olvidar nunca que estamos hablando de una moto para uso urbano, para callejear y, por qué negarlo, hacer un poco de postureo motero. Para eso cumple a la perfección.
También cumple a la perfección la suspensión, que al principio da la sensación de ser algo dura, pero que funciona correctamente. Igual de correctamente que trabaja el sistema de frenado, combinado en este caso y que permite accionar tanto la bomba de freno delantera como la trasera pisando fuerte el freno trasero. Si queremos frenar solamente con el delantero, tiramos de la maneta y la moto se para sin mayor problema. Aún así, hay que tener en cuenta siempre esas ruedas de tacos que no solo alargarán nuestra frenada, si no que además tienden a bloquear con mayor facilidad (ojo novatos).
Otro punto fuerte está en el consumo, su depósito de 11,5 litros da para hacer un buen puñado de kilómetros y, sobre todo al principio, te dará la sensación de que nunca baja el marcador digital.
Aunque, como decíamos, comparte ADN con el resto de la saga “Cafe Racer” de Hanway, en marcha no se nota ese parentesco más allá de las ya mencionadas vibraciones, con una moto que se comporta de una manera muy característica. Eso sí, como pasa con el resto de la gama, se trata de una moto que ofrece estilo para todos los públicos.