La Dirección General de Tráfico (DGT) está implementando en sus controles los llamados alcoholímetros de aproximación, una tecnología que permite detectar la presencia de alcohol en los conductores sin necesidad de soplar. Este sistema, que ha sido utilizado en contadas ocasiones hasta la fecha, busca optimizar los procedimientos de control, facilitar su realización en situaciones especiales y reforzar la lucha contra la conducción bajo los efectos del alcohol.
Aunque en los últimos meses se ha presentado como una novedad, los alcoholímetros de aproximación llevan tiempo formando parte del equipo de la Guardia Civil de Tráfico. Sin embargo, su uso ha sido limitado y poco conocido. A diferencia de los etilómetros convencionales, estos dispositivos funcionan sin necesidad de soplar. Basta con que el conductor hable para que el aparato registre la presencia de alcohol en el aire exhalado, ofreciendo un resultado preliminar en segundos.
El procedimiento es simple: los agentes acercan el dispositivo a la boca del conductor y le realizan preguntas rutinarias como su nombre o destino. En pocos segundos, el etilómetro muestra un resultado en pantalla y genera un ticket, similar a los alcoholímetros tradicionales. Esta tecnología es especialmente útil en casos donde el conductor no puede soplar por problemas respiratorios o lesiones derivadas de un accidente.
Ventajas y limitaciones de los nuevos alcoholímetros de aproximación

El uso de los alcoholímetros de aproximación ofrece varias ventajas. En primer lugar, permite realizar controles de forma más rápida, lo que agiliza la circulación en operativos masivos. Además, al no requerir contacto directo, mejora la higiene y reduce la generación de residuos plásticos, ya que no necesita boquillas desechables. Por otro lado, impide que los conductores se excusen con problemas de salud para evitar la prueba.
No obstante, estos dispositivos también presentan limitaciones. Su nivel de precisión es inferior al de los alcoholímetros convencionales, por lo que sus resultados no son concluyentes. En caso de dar positivo, se requiere una segunda prueba con un equipo de sobremesa o, en casos excepcionales, un análisis de sangre para confirmar el resultado.
Qué ocurre si damos positivo con los alcoholímetros de aproximación

Si un conductor arroja un resultado positivo en un alcoholímetro de aproximación, se procede a una segunda prueba con un etilómetro convencional. Si este segundo test confirma la presencia de alcohol por encima del límite permitido (0,25 mg/l en aire espirado para conductores habituales y 0,15 mg/l para noveles y profesionales), se aplican las sanciones correspondientes. En el futuro, con la reforma del Reglamento General de Circulación, estos límites podrían reducirse a 0,10 mg/l, endureciendo las sanciones para los conductores.
En caso de negativa a realizar la prueba, la legislación es clara: la negativa a someterse a un control de alcoholemia está tipificada como delito y puede conllevar penas de entre seis meses y un año de prisión, además de la retirada del permiso de conducción.
Los alcoholímetros de aproximación, un paso más en la lucha contra el alcohol al volante

La implementación de los alcoholímetros de aproximación es un paso adelante en la lucha contra la conducción bajo los efectos del alcohol. En 2024, la Guardia Civil realizó más de seis millones de controles de alcoholemia, una cifra récord que refleja el compromiso de las autoridades con la seguridad vial.
A medida que se perfeccionen estas tecnologías, podrían convertirse en una herramienta fundamental para detectar y sancionar a los infractores, complementando los sistemas tradicionales. Además, se está explorando el uso de inteligencia artificial y análisis de imágenes para mejorar la detección del consumo de alcohol en carretera, lo que podría revolucionar los controles de tráfico en los próximos años.